El cervell i els sentits.
El cerebro surgió para controlar los diversos estímulos y flujos de
información que pululan por organismos complejos y, en particular, para
coordinar los que provienen de los sentidos. En los últimos años la
investigación en ciencias sensoriales ha avanzado considerablemente. Aunque
queda mucho por hacer, las teorías del conocimiento de los filósofos modernos
han de ser revisadas o, como mínimo, reinterpretadas. Hoy en día se sabe mucho
más sobre cómo funcionan el cerebro y los sentidos. Por tanto, una filosofía de
la mente y una gnoseología han de estar basadas en las ciencias cognitivas.
Dicho más claramente, han de ser una filosofía
de las neurociencias, dado el papel activo de las redes neuronales en
cualquier proceso perceptivo y cognitivo (pàg. 125).
Cada uno de los órganos sensoriales está especializado en un tipo de
percepción, pero ello no implica que no pueda ejercer las otras, aunque en
menor medida: «un ojo puede oler, una nariz palpar, la piel puede ver, etc.». Los
órganos sensoriales son polisensibles, sin perjuicio de que cada uno de ellos
tenga una función dominante. Esto es particularmente claro en el caso de la
sinestesia, que permite oír colores o ver sonidos, capacidad que tienen algunas
personas y que también puede ser provocada artif icialmente por drogas como el
LSD o la mezcalina (pàg. 128).
En cuanto a las neuronas y redes neuronales, suelen especializarse en
procesar unos u otros estímulos, de modo que la diferenciación sensorial se
produce en el cerebro, ante todo, sin perjuicio de que en él también sea
posible la integración sensorial. Hay zonas del cerebro especializadas en cada
uno de los sentidos, pero esa separación no es estricta. como subraya Miquel Bosch, un investigador del
Department of Brain and Cognitive Sciences del MIT, «los sentidos están
especializados en captar diferentes modalidades de información [...] pero
nuestro éxito o supervivencia dependen de cómo combinemos de nuevo estas
señales para entender lo más rápido posible a qué fenómeno nos estamos
enfrentando»(Bosch, M. (2007):
«Viendo sonidos y oyendo imágenes: integración multisensorial», Percepnet [boletín
electrónico], n.º 67, p. 1). Los sentidos captan información del exterior en
función de sus respectivas capacidades, que no son las mismas que las de otras
especies animales, pero esos mensajes llegan al cerebro, que es donde se procesan
e integran, dando lugar a una percepción multisensorial. (pàg. 129).
Creemos que vemos con los ojos, oímos con los oídos y olfateamos con las
narices, pero no es así. Quien siente y percibe es el cerebro, a base de
combinar e integrar los diversos mensajes y estímulos que le llegan de los
sentidos internos y externos (pàg. 130).
La sensorialidad está basada en procesos complejos, nunca es una
interrelación directa con los objetos externos. Contrariamente a lo que pensaba
Locke, estos no dejan su huella en
nuestra mente (impresiones) como si de un sello se tratara. Marcar a alguien
con un sello (o con instrumentos físicamente más dolorosos, como un objeto
incandescente) es un acto típico de quien tiene un poder considerable sobre los
demás, e incluso omnímodo. Sin embargo, el cerebro no procede así. Los objetos
externos no producen impresiones directas en nuestro cerebro a través de los
sentidos. En todo caso, esto vale para el sentido del dolor, pero no para la
vista, el oído ni otros sentidos. No hay sensaciones ni percepciones del mundo
exterior sin procesamiento cerebral y neuronal, lo cual pone en cuestión
cualquier metáfora del conocimiento como espejo de la realidad, o como
percepción transparente. El conocimiento sensible pasa por muchos pliegues,
cuevas y cavernas, antes de constituirse como tal en la mente humana. En suma:
las teorías empiristas del conocimiento han de ser radicalmente replanteadas, a
la luz de los avances de las neurociencias y de las ciencias sensoriales. Estas
últimas ponen incluso en cuestión la noción de realidad (pàg. 131)
Javier Echeverría, Entre
cavernas. De Platón al cerebro, pasando por Internet, Triacastella, Madrid
2013
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