Els límits de la percepció humana.
Evoquemos nuevamente la alegoría de Platón,
para ver cómo se expresaría en la caverna sensorial. El filósofo que salía
fuera de la caverna y contemplaba la luz del sol quedaba medio cegado por ella,
al menos en un primer momento. Tenía que adecuar su vista a la intensidad
lumínica, en la medida de lo posible. En principio, otro tanto ha tenido que
sucederles a los profetas que han tenido revelaciones divinas. La percepción
del Bien supremo puede resultar deslumbradora y dejar ciegos y sordos a quienes
la experimentan, salvo que haya algún milagro de por medio. Para el común de
los mortales solo es posible una contemplación parcial y relativa del cósmos noetós, como el propio Platón señaló en su relato. Las
capacidades sensoriales de la especie humana son amplias, pero limitadas.
Pues bien, esta es la característica principal de la caverna sensorial. En
tanto canales de información y de comunicación, nuestros sentidos tienen
limitaciones intrínsecas, que no pueden ser sobrepasadas, al menos de modo
natural. Esta es la razón por la que, para conocer mejor el mundo exterior,
desde las galaxias a las células, pasando por la Luna y los átomos, los
científicos han construido instrumentos artificiales para mejorar sus
capacidades perceptivas. Internet es otro gran ejemplo de esta capacidad
sensorial aumentada, gracias a las TIC, a la informática y a todo un sistema
tecnológico que ha modificado radicalmente nuestra percepción del mundo
exterior, convirtiéndola en tecnopercepción. Nuestros sentidos no tienen
capacidad por sí mismos para percibir los microcosmos naturales (células,
neuronas, genes, etc.), y mucho menos los nanocosmos. De ahí la necesidad de
construir microscopios y nanoscopios que aporten imágenes artificiales de esas
dimensiones de la biophysis, cuyos efectos
sobre nuestros cuerpos y sobre otras especies animales son indudables, aunque
no los percibamos. Los microcosmos existen realmente, en el sentido etimológico
de la palabra «existir». Es decir, están allí, fuera del ámbito de nuestras
capacidades sensoriales, como Dios y la historia. Las microcavernas y las
nanocavernas pudieran ser reales, pero nuestras capacidades sensoriales
naturales no nos permiten percibirlas, a lo sumo atisbarlas. Hay que ampliar y
artificializar el sistema sensorial humano si queremos avanzar en el
conocimiento de «lo real».
Por nuestra parte, insistimos en que no es posible justificar en base a los
sentidos la existencia de una realidad única y común a todos los seres vivos, y
ni siquiera para los seres humanos. Hay una infinita pluralidad de microcosmos
y microcavernas engarzadas entre sí. Ahora bien, de ello no se puede inferir la
existencia de una Única Gran caverna, sin perjuicio de que muchos crean en su
existencia. Lo importante es conocer los límites de nuestras capacidades
sensoriales. La existencia de múltiples filtros que limitan esas capacidades es
un hecho científicamente comprobado, que pone en cuestión buena parte de las
teorías tradicionales del conocimiento. (…)
Independientemente de la mayor o menor fiabilidad de los porcentajes de
información perdida que acabamos de mencionar, la conclusión general es clara:
el sensorio humano es una caverna en el sentido fuerte de la palabra, puesto
que solo nos da acceso al «mundo real» a través de pequeñas rendijas, que son
como líneas de fuga de la cueva sensorial que alimenta de información a
nuestros cerebros. Obvio es decir que, aparte de los filtros mencionados, una
persona puede luego estar más o menos atenta a la hora de percibir, o tener
mayor o menor capacidad de observación y análisis. Y no hay que olvidar que las
capacidades perceptivas varían con la edad y con las situaciones. En suma,
concluiremos que nuestra capacidad de conocer la realidad, supuesto que esta
exista, es limitadísima. Por otra parte, de la cueva sensorial apenas si
podemos salir, porque está configurada como tal tras cientos de años de
evolución natural. la literatura, las artes, la imprenta y, hoy en día, las
tecnologías de la información y la comunicación, han transformado
considerablemente nuestras capacidades perceptivas. Pero no hay que exagerar. Las
TIC no han cambiado nuestro sistema sensorial, ni tampoco nuestro cerebro, o
muy poco. Han transformado nuestros hábitos cotidianos y nuestro Lebenswelt externo. Mas nuestro Lebenswelt interno, es decir, nuestro
cuerpo, apenas si ha cambiado.
Eso sí, faltan por conocerse los efectos que producirán las drogas TIC en
nuestros procesos perceptivos o cognitivos. Nuestra tecnocaverna sensorial
cambiará radicalmente si deviene pentasensorial, como ya dijimos. Pero es una
posibilidad que parece lejana, sin perjuicio de que generaría una auténtica
tecnocaverna, con un cerebro hibridado con diversas nano-TIC que estarían
adheridas a los sistemas neuronales, en tanto prótesis mentales para mejorar la
percepción, la cognición y las capacidades de sentir y razonar. ¿Será esta la
futura caverna sensorial? No se sabe, pero no está excluido que así sea (pàgs.
133-136).
Javier Echeverría, Entre
cavernas. De Platón al cerebro, pasando por Internet, Triacastella, Madrid
2013
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