Mètrica i topologia dels sentits.
Cada sentido humano tiene sus propias limitaciones. si los consideramos
como órganos que ponen en relación nuestros cuerpos con el mundo exterior, la
primera limitación es métrica y tiene que ver con la extensión. La vista es
capaz de percibir señales situadas a una distancia considerable, digamos hasta
la línea del horizonte. El oído tiene menor alcance, lo mismo que la voz, pero
también define un entorno suficientemente extenso en donde uno puede oír y ser
oído. Hay animales que detectan olores a gran distancia. No es el caso de los
seres humanos, cuya capacidad olfativa se ha ido atrofiando a lo largo de la
evolución, como muestran los estudios genéticos y neurocientíficos. Aun así,
aunque abarque una extensión menor que la del entorno visual y el entorno
sonoro, la capacidad olfativa del ser humano define un círculo exterior en el
que puede detectar señales y estímulos. A corta distancia, las sensaciones
olfativas pueden ser muy poderosas a la hora de estimular la sensualidad. Nuestro
campo olfativo es poco extenso, pero muy intenso.
Otro tanto ocurre con el tacto. El dolor y el goce dependen en gran medida
de él. El tacto humano es capaz de detectar sensaciones a alguna distancia, por
ejemplo el calor, el frío o la humedad, pero por lo general opera a distancia cero. Se requiere el
contacto físico con algún cuerpo para que las sensaciones táctiles sean
intensas. Cuando eso sucede, son intensísimas, piénsese en un golpe con algo
duro y punzante. El tacto es determinante para la sensualidad y el gozo, pero
también para el sufrimiento. Piénsese en el globo ocular, extremadamente
sensible a los estímulos táctiles, no solo a los visuales.
En cuanto al gusto, no opera a distancia exterior, sino dentro del cuerpo.
Para degustar algo es preciso introducirlo dentro de la boca, donde están
ubicadas las papilas gustativas. Nuestra lengua solo puede asomar unos
centímetros al exterior, ese es el límite de nuestro campo gustativo. Eso sí,
el gusto aporta mucho a la sensualidad, al discernir los sabores, una de las
grandes fuentes de disfrute.
En suma, si analizamos el mundo de vida de cada ser humano desde la
perspectiva de la extensión y en función de las cinco dimensiones sensoriales
externas que lo conforman, cabe hablar de cinco esferas concéntricas con radios
de mayor o menor longitud. Surge así la escala sensorial
(vista-oído-olfato-tacto-gusto) que organiza los estímulos del mundo externo en
función de dicha métrica y los convierte en señales perceptivas. Lo que cae
fuera de nuestro campo sensorial, perceptivamente no existe para nosotros.
Independientemente de que las variaciones entre los individuos pueden ser muy
considerables, esta es la estructura básica de nuestro campo sensorial,
considerado desde una perspectiva métrica. Eso sí, hay que añadirle un segundo
mundo o caverna: los sentidos internos o la propiocepción, de la que vamos a
ocuparnos ahora.
Todo esto parecerá obvio, y lo es. Sin embargo, tiene enorme importancia
para definir nuestras relaciones con el mundo exterior. Somos incapaces de
tocar o de degustar algo a distancia. La vista alcanza a la mayor lejanía que
nos resulta accesible, seguida por el oído y el olfato. En nuestras relaciones
con el mundo exterior hay una jerarquía sensorial, que se define en base a la
capacidad de percepción a distancia de cada sentido. Los tres primeros sentidos
están más proyectados hacia el exterior, los últimos hacia el interior del
cuerpo. Sin embargo, mostraremos a continuación que los seres humanos tenemos
más de cinco sentidos, algunos de los cuales están orientados a la percepción
del propio cuerpo, y no del mundo externo.
Un segundo análisis posible se refiere a la topología de los sentidos, más
que a su métrica. la base de la topología sensorial está formada por un
conjunto de entornos como los anteriormente aludidos, que se encajan entre sí y
generan la métrica que acabamos de comentar. En el caso de la vista, el oído y
el olfato, dichos sistemas de entornos pueden ser concebidos como bolas
esféricas, puesto que la percepción de los estímulos externos es
tridimensional. En el caso del tacto y el gusto el asunto es más problemático.
En todo caso, cada sentido posee su propia base topológica, que genera un campo
visual, otro auditivo, otro olfativo, otro táctil y otro gustativo. Cada
sentido puede ser concebido matemáticamente en función de los espacios topológicos
y métricos que genera. Si un estímulo cualquiera llega a esos dominios,
entonces es percibido, siendo la intensidad mayor o menor según la distancia a
la que esté del cuerpo humano. También influye la intensidad del estímulo,
claro. Las señales percibidas son transmitidas al cerebro y procesadas por él,
dando lugar a las sensaciones propiamente dichas. Lo importante es que no todo
es percibido: multitud de estímulos posibles caen fuera de nuestro campo
sensorial. También la intensidad de la percepción es variable, tanto en función
del estado de los órganos sensoriales como de las capacidades específicas de
cada persona.
Podemos representarnos el sensorio externo de los seres humanos como un
conjunto de espacios topológicos y métricos imbricados entre sí, es decir, como
una secuencia de cavernas que confluyen las unas con las otras, hasta generar
una percepción pentasensorial. un estímulo puede ser visto y oído, por ejemplo
una persona que nos habla, mientras que otro estímulo, por ejemplo una persona
con la que estamos haciendo el amor, es vista, oída, olida, tocada y saboreada.
Al ser la experiencia más compleja y pasar por cinco filtros sensoriales, la
sensación de realidad que produce en nuestro cerebro es mayor. A diferencia de
la simple percepción, la sensorialidad requiere una relación compleja entre los
cinco campos perceptivos de los que está dotado el ser humano, cuyas
correlaciones se establecen en el cerebro. Precisamente por ello, conforme el
espacio electrónico vaya siendo pentasensorial, la sensualidad humana tendrá
mayor desarrollo.
En los procesos sensoriales también pueden intervenir la imaginación y la
memoria, asociando a un estímulo físico huellas mnemónicas de estímulos
anteriores. Trátese de un perfume, de una imagen o de un sonido, el cerebro
puede implementar los estímulos que haya en el exterior, añadiéndoles sensaciones
previamente almacenadas y ocasionando experiencias altamente sensuales a partir
de estímulos externos mínimos. La mente humana tiene su propio almacén de
sabores y olores, una memoria sensorial.
En la medida en que las tecnologías TIc vayan creando tactotecas, aromatecas y
gustotecas, las experiencias sensoriales en el espacio electrónico serán cada
vez más variadas y complejas. Por supuesto, no hay que olvidar que algunas
drogas pueden incrementar nuestra capacidad sensorial, sean naturales o químicas.
La posibilidad de crear drogas digitales
que actúen directamente sobre el cerebro o los órganos sensoriales,
estimulándolos, es uno de los ámbitos de investigación de las tecnociencias
sensoriales.
Este primer análisis de la percepción humana puede ser mejorado en muchos
aspectos. Por ejemplo, la investigación actual en ciencias sensoriales ha
puesto en cuestión la existencia misma de cinco sentidos, se piensa que hay
más. De hecho, se distingue entre exterocepción (capacidad de sentir el
exterior) e interocepción (capacidad de sentir el cuerpo propio). Por otra
parte, los procesos perceptivos son mucho más complejos de lo que hemos
descrito en los párrafos precedentes. Sin embargo, las consideraciones
anteriores valen como primera aproximación. Asumiremos como hipótesis inicial
que la percepción humana posee una componente topológica y métrica y genera
campos sensoriales, tanto internos como externos. La estructura que acabamos de
describir se refiere a la exterocepción humana en condiciones normales, sin
estímulos técnicos ni artificiales, salvo los que pone el cerebro por sí mismo.
Cuando un sistema tecnológico (simplemente unas gafas, un audífono o un
micrófono) modifica el campo sensorial de una persona, las relaciones de dicha
persona con su entorno cambian, y por ende también el mundo exterior percibido.
Las discapacidades sensoriales son paliadas con ese tipo de artefactos. También
hay procedimientos de otro tipo, por ejemplo las drogas, que modifican a la vez
la percepción externa y la interna. Esta última se refiere a la acidez (pH), a
la temperatura propia del cuerpo (estados febriles, frío en los huesos), a la
presencia o ausencia de determinadas sustancias químicas, a la tensión
muscular, etc. En tales casos la capacidad sensorial se ve incrementada, porque
no solo versa sobre el mundo exterior, sino también sobre el cuerpo propio.
Nuestra capacidad sensorial externa tiene límites métricos, muy estrictos
en el caso de algunos sentidos (tacto, gusto, incluso el olfato), más amplios
en el caso de otros (vista, oído). Nuestro mundo exterior de vida (Lebenswelt) está acotado, solo
percibimos una parte de lo que hay, tanto por estar ubicados en un lugar y en
un tiempo concretos como porque las capacidades para percibir estímulos tienen
limitaciones específicas. Incrementar dichas capacidades mediante artes y
artificios técnicos implica cambiar el mundo de vida. De ahí la importancia que
tienen las tecnologías capacitadoras (enabling
technologies), en la medida en que modifican nuestra percepción y nuestro
ámbito de relaciones posibles. La superación tecnológica de los límites
sensoriales y relacionales que nos vienen dados por nuestra naturaleza orgánica
es una de las posibilidades que abre el sistema TIC.
Otros animales disponen de sistemas sensoriales diferentes, adaptados a sus
necesidades y modo de vivir. En términos generales, la estructura perceptiva y
sensorial de cada especie viva es el resultado de un larguísimo proceso de
adaptación al entorno físico-biológico (primer entorno) y de lucha por la
supervivencia en él por la vía de la selección natural. Dicho sistema sensorial
sigue siendo el mismo en el segundo y en el tercer entorno, los cuales se
superponen al entorno natural y lo implementan. El tránsito del primer al
segundo entorno (del campo a la ciudad, para entendernos) se caracteriza por la
aparición de nuevos artefactos y técnicas sensoriales, es decir, de
procedimientos para generar estímulos artificiales: la perfumería es un buen
ejemplo en relación con el olor, la seda o el lino en referencia al tacto y la
gastronomía en relación al sabor. Cada cultura tiene sus propias artes
sensoriales.
Sin embargo, las ciudades han potenciado muchos más las artes visuales y
auditivas que las relacionadas con los otros sentidos, al menos en los ámbitos
públicos. Hay excepciones. En sus épocas de mayor esplendor, los califatos
omeyas en Al Andalus hicieron de los jardines auténticas obras de arte en
relación al olfato. Esa tradición todavía se conserva en algunas ciudades
andaluzas y mediterráneas, y con un sentido civil, no religioso. No obstante,
los perfumes, los afeites y las técnicas olfativas se han desarrollado más en
los espacios privados. Hablando en términos muy generales, y solo desde la
perspectiva de los sentidos, cabe decir que la res publica ha sido ante todo audiovisual, mientras que los otros
tres sentidos se han desplegado en la res
privata. Los sentidos más íntimos, cuyo campo sensorial es menos extenso,
apenas han sido potenciados por las ciudades y los Estados. La sensorialidad no
es la característica propia de lo público, salvo raras excepciones, como en
algunas fiestas (carnavales, por ejemplo). Por eso se ha refugiado en los
espacios íntimos: alcobas, baños, patios y espacios para la seducción y el
juego corporal.
Todas las naciones tienen una bandera y un himno, pero no un olor ni un
sabor nacional, mucho menos una sensación táctil que las identifique como
tales. Hay excepciones en algunos rituales (el incienso en las iglesias, los
cadáveres perfumados en los ritos mortuorios, algunos lugares, vestimentas y
objetos sagrados que hay que tocar o ponerse), pero por regla general los
símbolos sociales se ven y se oyen, no se tocan, huelen ni degustan. Conclusión:
el segundo entorno es ante todo bisensorial, sin perjuicio de que haya ámbitos
privados donde los otros tres sentidos hayan tenido momentos de esplendor.
Valgan las orgías, los baños públicos y las casas de prostitución como ejemplo.
Obsérvese que casi todas las formas de poder político y religioso han visto con
desconfianza la sensualidad, que siempre se produce a corta distancia, porque
pasa por el olfato, el tacto y el gusto. Aun ahora, tocarse o besarse en la
calle está mal visto. En cuanto a olisquear en público, solo los perros lo
hacen. El poder siempre ha tendido a estar distante, en las alturas, incluso en
otro mundo. El tacto es carnal, requiere cuerpos y distancias mínimas, incluso
cuerpos penetrando en las cavernas ajenas. En términos sensoriales, el
puritanismo dominante admite dos sentidos, la vista y el oído: los otros tres
son fuente de pecados y vicios (pàgs. 117-123).
Javier Echeverría, Entre
cavernas. De Platón al cerebro, pasando por Internet, Triacastella, Madrid
2013
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