La massa: el forat negre del social (Jean Braudillard)
Todo el montón confuso de lo social gira en torno a ese referente
esponjoso, a esa realidad opaca y translúcida a la vez, a esa nada: las masas.
Esa bola de cristal de las estadísticas, está “atravesada por corrientes y
flujos”, a imagen de la materia y de los elementos naturales. Es así al menos
cómo nos las representan. Aunque puedan estar “magnetizadas”, y lo social pueda
envolverlas como una electricidad estática, la mayor parte de las veces hacen “tierra”
o “masa” precisamente, o sea que absorben toda la electricidad de lo social y
de lo político y la neutralizan sin retorno. No son ni buenas conductoras de lo
político, ni buenas conductoras de lo social, ni buenas conductoras en sentido
general. Todo las atraviesa, todo las imanta, pero todo se difunde en ellas sin
dejar rastro. Y la apelación a las masas, en el fondo, siempre se quedó sin
respuesta. No irradian, sino que al contrario absorben toda la irradiación de
las constelaciones periféricas del Estado, de la Historia, de la Cultura, del
sentido. Son la inercia, el poder de la inercia, el poder de lo neutro.
Es en este sentido que la masa es característica de nuestra modernidad, a
título de fenómeno altamente implosivo, irreductible a cualquier práctica y
teoría tradicionales, quizá a toda práctica y a toda teoría sin más.
En la representación imaginaria, las masas flotan en alguna parte entre la
pasividad y la espontaneidad salvaje, pero siempre como una energía potencial,
un stock de socialidad y de energía social, hoy referente mudo, mañana
protagonista de la historia, cuando tomen la palabra y dejen de ser la “mayoría
silenciosa” –ahora bien, justamente las masas no tienen historia que escribir,
ni pasada, ni futura, no tiene energías virtuales que liberar, ni deseo que
cumplir: su potencial es actual, está
aquí intacta, y es la de su silencio. Poder de absorción y de neutralización,
ya desde ahora superior a todos los que ejercen sobre ellas. Poder de inercia
específica, cuya eficacia es diferente a la de todos los esquemas de
producción, de irradiación y de expansión sobre los cuales nuestro imaginario
funciona, incluso con la voluntad de destruirlos. Figura inaceptable e
ininteligible de la implosión (¿se trata una vez más de un “proceso”?) tope de
todos nuestros sistemas de sentido, y contra el cual se arman todas sus
resistencias, que cubre con un recrudecimiento de todas las significaciones,
con una llamarada de todos los significados el hundimiento central del sentido.
(…) Así es la masa, reunión en el vacío de partículas individuales, de
deshechos de lo social y de impulsos mediáticos: nebulosa opaca cuya densidad
creciente absorbe todas las energías y todos los haces luminosos que la rodean,
para finalmente derrumbarse bajo su propio peso. Agujero negro en el que lo
social se precipita.
Exactamente lo inverso de una acepción “sociológica”. La sociología no
puede hacer otra cosa sino describir la expansión de lo social y sus
peripecias. No vive más que de la hipótesis positiva y definitiva de lo social.
La reabsorción, la implosión de lo social se le escapan. La hipótesis de la
muerte de lo social es también la de su propia muerte (pàgs. 109-11).
Jean Baudrillard, Cultura y simulacro, Kairós, Barna 1978
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