Vida mental i consciència.
David Eagleman |
Y David Eagleman acaba de
superar a Lennon. Eagleman, nacido en Nuevo México en 1971, es uno de
los neurocientíficos más brillantes de nuestro tiempo, una de esas
mentes inquietas que no solo dirige el laboratorio de percepción y
acción del Baylor Collage of Medicine
—una de las mejores escuelas médicas del mundo, y la más barata de todas
las privadas de Estados Unidos—, sino que también ha impulsado una
iniciativa pionera de Neurociencia y Derecho, un asunto que ocupará
seguramente la mitad de la carrera de los jueces, abogados y fiscales
del futuro próximo, aunque la mayoría de ellos no hayan oído hablar de
ella en este presente miope. El lector interesado en esta cuestión
fundamental haría bien en leer el último libro de Eagleman, Incógnito. Las vidas secretas del cerebro,
una obra maestra de la escritura científica recién editada por
Anagrama. Y el lector que no lo esté debería leerlo. El libro será una
fuente inagotable de luz para ambos: además de abrir paisajes
inexplorados en su pensamiento político, jurídico, social y filosófico,
es —pese a todo lo anterior— ciencia pura y cristalina, la mejor foto
fija de nuestro conocimiento actual sobre el cerebro.
La perplejidad que nos produce la inmensidad del cosmos es
comprensible, pero también suele resultar engañosa. En un solo
centímetro cúbico de nuestro cerebro hay tantas sinapsis —nexos entre
neuronas— como estrellas en nuestra galaxia, la Vía Láctea, que en la
práctica supone casi todo ese majestuoso espectáculo que nos ofrece el
cielo nocturno. El cerebro humano es el objeto más complejo del que
tenemos noticia en el universo. Somos insensibles a ese prodigio porque
los resultados de su trabajo parecen simples —¿qué nos cuesta ver esa
calle, o esquivar ese bache mientras atendemos con garbo nuestro
whatsapp?—, pero haríamos bien en reservar un poco del vértigo
metafísico que sentimos ante el cosmos para esa pulpa contrahecha que
llevamos cada uno dentro del cráneo. Otra obra maestra, esta vez de la
evolución biológica.
La consciencia, escribe Eagleman, “es como un diminuto polizón en un
transatlántico, que se lleva los laureles del viaje sin reconocer la
inmensa obra de ingeniería que hay debajo”. Aunque esta idea general
pueda remontarse al menos a Freud, con su intuición pionera de los
mecanismos inconscientes para un número de trastornos psicológicos,
Eagleman no ha escrito el libro para reivindicar la figura del denostado
fundador del psicoanálisis, sino para examinar el estado de la cuestión
con las poderosas herramientas de la neurobiología contemporánea.
Javier Sampedro, Lo que esconde la mente, Babelia. El País, 16/02/2013
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