Ronald Dworkin: 'Un Estat no pot imposar una prohibició absoluta a un individu'.


Vivimos un vendaval de corrupción y degradación de lo público. Todos los días nos sacuden noticias que muestran la falta de ética de aquellos que nos representan, pero también de muchas personas privadas que incumplen las leyes o muestran una clamorosa falta de integridad personal. ¿Han desaparecido los referentes éticos? ¿Dónde encontrarlos?


He aquí una pista. “Si vivimos una ‘buena vida’, convertiremos nuestras vidas en pequeños diamantes en las arenas del cosmos”. Es la reflexión de Ronald Dworkin (What Is a Good Life)  el filósofo que dedicó toda su vida a intentar poner los derechos de las personas en el centro de todo pensamiento y que falleció el pasado 14 de febrero (véase obituario en The Guardian o en New York Times).

Ronald Dworkin
Dworkin decidió desde el principio de su carrera académica “tomarse los derechos en serio” (ese es el título de su libro más conocido, “Taking Rights Seriously”, edición castellana de Ariel). De ahí surge una obra impresionante por el rigor de sus razonamientos y, sobre todo, por la perseverancia en intentar construir un espacio público basado donde la razón pueda dirimir las diferencias sobre lo que está bien y lo que está mal.

 Sus libros no son fáciles, hay que leerlos subrayando, pensando, volviendo sobre el texto una y otra vez, pero precisamente por eso son una experiencia de aprendizaje y reflexión sin igual. Más asequibles, sus tribunas de opinión tomando posición sobre cuestiones de actualidad son pequeñas piezas de orfebrería que merece la pena leer.  Véase por ejemplo su argumentación sobre la sentencia del Tribunal Supremo que autorizó las donaciones ilimitadas de las empresas a las campañas electorales (los llamados Super-PAC), que Dworkin consideró como una amenaza de primer orden a la democracia estadounidense (The Devastating Decision). También su crítica a la imposición de la teoría del diseño inteligente en el sistema educativo estadounidense en paralelo a la teoría de la evolución de Darwin (“The Questions for America”)

Y como joya su toma de posición, junto con otros filósofos como Robert Nozick o Johan Rawls a favor  del derecho al suicidio asistido (Assisted Suicide: The Philosophers Brief). Un Estado, dice, está legitimado para legislar con el fin de evitar que sus ciudadanos tomen decisiones irreversibles contra sí mismos. Pero eso no autoriza a ese Estado a zanjar la cuestión prohibiendo sin más el suicidio asistido. Un individuo, dice Dworkin, debe tener el derecho y la posibilidad de intentar demostrar al Estado que su decisión de poner fin a su vida no es una decisión arbitraria ni fruto de la desolación, sino una decisión racional. Un Estado, dice Dworkin cerrando brillantemente el argumento, no puede imponer una prohibición absoluta y sin límites a un individuo, ni bajo preceptos religiosos ni morales. ¡Qué pena que los legisladores no asuman la coherencia de ese argumento!

Los estándares morales prescriben cómo debemos tratar a los demás, los estándares éticos cómo debemos vivir nuestras vidas. Pero, qué es una  vida bien vivida? ¿Una vida llena de logros materiales en defensa de los propios intereses materiales? Puede que para algunos sea así. Sin embargo, hay un sentido alternativo de la vida: intentar hacer lo posible por vivir de forma responsable ante nosotros mismos. Discernir lo que es bueno de lo que está bien, lo que está bien de lo que está mal y aplicarlo a nuestras vidas. Y no por miedo o reverencia a una autoridad superior, terrenal o divina, sino por puro deseo de construir. Es un proceso continuo de reflexión y de ajuste, de búsqueda y encuentro, de ensayo y error. Puede que buscar una buena vida nos haga incluso tener una mala vida, no sería la primera vez que esa búsqueda exige sacrificios personales. Pero en último extremo, la felicidad sólo puede venir del encuentro con uno mismo en una vida vivida de acuerdo a una ética personal. Lo mejor del mensaje de Dworkin: que los estándares éticos no hay que salir a buscarlos a ningún sitio; están dentro de nosotros mismos.

José Ignacio Torreblanca, Buscando los referentes éticos, Café Steiner, 18/02/2013

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