Llei Wert: assistim a l'enterrament de Sòcrates i la Filosofia.

 
Hay algo inquietante últimamente, y es pensar que hay que tratar a la mayoría de la gente como si fuese tonta, y a partir de aquí intentar sacar partido a la estupidez. Pero hay que saber que donde se impone la estupidez, todo el sistema se vuelve estúpido y empiezan a aparecer más brechas por las que se deslizan el engaño, las mentiras y la autocomplacencia. El mundo de la política o el de la educación generan numerosos ejemplos, en los que se ha perdido la calidad, la fiabilidad, las relaciones y la confianza. Uno de esos ejemplos es el anteproyecto de reforma educativa del bachillerato. Con pesar, con pena y desilusión observamos cómo la Filosofía corre el riesgo de desaparecer en la nueva reforma educativa que prepara el gobierno. Dejando a un lado las localistas y rústicas polémicas lingüísticas, las venganzas políticas nacionales sobre la Educación para la ciudadanía, o la recuperación ideológica del valor de la Religión, que son cortinas de humo que revitalizan el eterno e indocto debate político español, la reforma educativa perpetra el mayor crimen, en silencio: relegar la filosofía a una posición optativa, insignificante y vicaria. Ante tanto debate emocional y circunstancial, hay que ceñirse sobre aquél estructural que quiere convertirnos en necios, en esclavos, y estar atentos a lo principal, porque cuando alguien señala la luna, sólo los tontos miran al dedo.

No estamos, pues, ante el debate mezquino de añadir una hora o dos a determinadas materias (generalmente instrumentales o identitarias), sino ante la eliminación del carácter esencial del pensamiento, o ante el intento de construir una sociedad en la que los parámetros culturales que hasta ahora han servido para huir de lo tosco, lo irracional o lo zafio ya no son prioritarios en nuestros representantes políticos, hipnotizados y atontados por la consecución de habilidades técnicas necesarias, incluso a costa de perder el ánimo, la prudencia, el juicio o el discernimiento. No se dan cuenta, que cuando se dota a nuestros alumnos de sólo estas herramientas útiles, olvidándose de la filosofía, descuidan el pensamiento crítico, la empatía, la comprensión de la injusticia, y la felicidad.

La gran paradoja es que estas mismas ideas dichas por Marta Nussbaum, en la concesión del premio Príncipe de Asturias, fueron aplaudidas, y de qué manera, por las mismas manos de aquel que, si no lo piensa bien, pasará a la historia por ser el sepulturero de Sócrates y la filosofía. Una nueva generación despiadada con lo educado, lo refinado, lo cultivado, lo intelectual se está extendiendo sin oposición, y los guardianes que antes impedían su crecimiento se han corrompido hasta la médula.

La defensa de la filosofía es, pues, una cuestión de principios, de reconocer por qué la democracia necesita de la filosofía, de la ética, del debate sereno y de la generosidad intelectual. Solo hay una asignatura que te enseña a pensar, a debatir, a descubrir el argumento del otro, a buscar un punto de encuentro o de mejora en las posiciones defendidas: esa es la filosofía. Todos piensan, pero sólo unos pocos especulan con el pensamiento. Lo demás es o fútbol o política los dos polos que están edificando hoy en día este país, y en los que la mitad de la población (ya sean de un partido u otro, de un equipo u otro) considera traidora a la otra mitad con saña. Si seguimos construyendo en esta línea, el futuro no es solo incierto sino destructivo, pernicioso y decadente. Estaríamos listos como país.

La barbarie tiene hoy muchos rostros; los agresivos, los violentos son los mejor detectados, pero no son solo estos los que aparecen, y no son los más peligrosos para el debilitamiento o desaparición de nuestra cultura, de nuestra forma de ver el mundo. Los bárbaros parecen surgir hoy de todas partes, de la realidad, de la ficción, de las ideologías, de los partidos políticos, de la televisión; o no es barbarie la desaparición de las letras como parte integrante del mundo educativo, universitario o cultural, o buscar solo en el desarrollo económico el progreso de una nación. Si es verdad que la barbarie se extiende en nuestro siglo y el pensamiento parece que se silencia, este ataque a la Filosofía no responde a una reestructuración de horas en el bachillerato, sino a un sistemático y a veces ridículo, ataque a un modelo de ser humano íntegro, que está siendo sustituido por el ser humano comercial, limitado a un solo fin.

Por eso, aunque la filosofía o la literatura hayan cambiado el mundo, nuestros políticos se preocupan porque los alumnos de bachillerato sepan algo más sobre los negocios, que sobre el pensamiento: craso error. En su etapa formativa, la filosofía constituye los cimientos de la ciudadanía y de la vida buena (y cada uno debe encontrar los suyos aceptando los del otro), constituye la capacidad de pensar por uno mismo, y poseer una mirada crítica para comprender los logros propios, y los sufrimientos ajenos. Defender la filosofía es, por último, escuchar a los propios alumnos de bachillerato; no conozco ninguna encuesta en la que los alumnos no quieran más horas de filosofía, porque entienden, a pesar del sistema tecnológico que los convierte en pueriles y toscos tuiteros, que sólo en esta asignatura tienen la oportunidad de llegar a adquirir la capacidad de ver a los demás como seres humanos, y no como meros objetos.

Ramón Román Alcalá, En defensa de la filosofía, Diario de Córdoba, 31/01/2013

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