La mecànica de la llibertat i el cervell humà.
La percepción de voluntad es una ilusión que crea el
cerebro con posterioridad a que otros procesos inconscientes hayan
mandado la orden de coger la taza de café a la zona motora de tu córtex
prefrontal” Suena extraño, pero un experimento muy parecido hizo en los
años 80 Benjamin Libet
, en lo que representó la primera amenaza testada científicamente al
free will o libre albedrío. Libet pidió a una serie de voluntarios que
realizaran una serie de acciones con su brazo mientras registraba la
actividad eléctrica de diversas áreas de sus cerebros y el momento
exacto en que ellos creían que tomaban la decisión. Los resultados
indicaron que ciertas zonas del córtex prefrontal relacionadas con la
planificación de acciones motoras se activaban medio segundo antes de
que los individuos fueran conscientes de su elección. Inicialmente los
datos de Libet fueron tomados con escepticismo y aparecieron varias
críticas al planteamiento metodológico de su experimento, pero desde
entonces y con mejores técnicas han sido replicado en numerosísimas
ocasiones.
Una de las últimas, en este artículo
de Nature Neuroscience que me envió un lector del blog (gracias José
Luis), el cual explica el descubrimiento de otras áreas del cortex
parietal que se activan hasta varios segundos antes de que seamos
conscientes de la decisión que nuestro subconsciente ya ha tomado por
nosotros. La abrumadora conclusión es que nuestros actos están muchísimo
más predeterminados por mecanismos cerebrales involuntarios de lo que
nos creemos. No tenemos dudas al afirmar que el comportamiento de una
hormiga es puramente mecánico, o que una rana hambrienta se mueve sólo
por instintos, o que el cerebro de un gato es un órgano que gestiona de
manera automática e irreflexiva las entradas y salidas de información.
En cambio, nosotros tenemos libre albedrío, nuestros movimientos no
están tan predeterminados, no somos robots al servicio de nuestro
subconsciente, el cual además nos deja tranquilos inventándose una
ilusión para hacernos creer que sí tenemos cierta capacidad de
control...
No exageremos, quizás menos de lo que nos pensamos, pero algo
sí debemos tener, no? Puede, pero de momento la neurociencia no lo ha
encontrado. En este muy recomendable artículo titulado “La fisiología del free will” el investigador Mark Hallett del NIH hace una revisión de todos los estudios y bibliografía científica acumulada hasta el año 2007 y concluye que “no
hay ninguna evidencia de que el free will sea una fuerza en la
generación de movimiento. La sensación de libertad existe, pero no es la
causa del movimiento sino una percepción posterior. Los movimientos se
generan inconscientemente, y la ilusión de voluntad llega después”.
Angustioso. Un resumen de las dos opciones a considerar sería el
siguiente:
a) La voluntad (free will) como fuerza generadora de movimiento: Decisión consciente ==> Mecanismos del cerebro motor ==> Movimientob) La voluntad como percepción: Mecanismos del cerebro motor ==> Movimiento ==> Decisión consciente
En el caso
del control del movimiento, la neurociencia está demostrando que la
opción b) es la que más se ajusta a la realidad, aunque la mayoría
pensemos que debe tratarse de limitaciones tecnológicas, porque
obviamente la a) tiene que ser la correcta. Pero reflexionemos
un momento desde una perspectiva más filosófica. La opción a)
efectivamente es la más lógica, pero tiene unas ligeras connotaciones
dualistas: parece implicar la existencia de algo más allá de la
actividad del cerebro que le dijera a las neuronas lo que deben hacer. Y
hoy en día esta explicación más espiritual está ya bastante descartada.
Entonces, ¿nos toca aceptar que nuestras acciones están mucho más
programadas de lo que nos pensamos, por todo lo que va acumulándose en
el subconsciente de programación genética, experiencias, influencias
sociales, aprendizaje, traumas, estímulos subliminales…? La neurociencia
parece indicar que si.
No sólo Mark Hallett aborda científicamente esta
cuestión sobre el determinismo en nuestra conducta que hasta hace poco
quedaba reservado a los filósofos. En el texto “Neurología de la autoconciencia”
V.S. Ramachandran describe el free will como otra sensación generada
por el cerebro para sobrevivir, como la sensación de unidad entre todas
nuestras impresiones y creencias, de continuidad en el tiempo, o de un
cuerpo propio que nos contiene. En “La neurociencia del free will”
Laurence Tancredi interpreta los últimos estudios científicos como una
clara erosión a la dicotomía mente/cerebro. Y en una revisión más
conciliadora titulada “Implicaciones de los avances en neurociencia para la libertad de voluntad”
, la bioética Hilary Bok reconoce un mayor grado de determinismo en
nuestro comportamiento del que nos creemos, pero opina que esto no
excluye de ninguna manera que sí mantengamos capacidad de decisión y
responsabilidad sobre nuestras acciones más complejas.
La amiga con
quien tomé un café el fin de semana pasado tampoco quedó muy convencida
de que toda una serie de mecanismos inconscientes fueran los verdaderos
responsables de dirigir su brazo hacia la taza, antes incluso de que
ella tuviera la sensación de haberlo decidido. Y tampoco pareció
gustarle, cuando me explicaba los motivos racionales por los que eligió
continuar viendo a su último dating, que le dijera que se dejara de
historias, porque su subconsciente ya había decidido que ese chic@ le
gustaba mucho antes de su riguroso análisis de pros y contras a plena
consciencia. Y malo si no era el caso. Y es que después de tanto ataque
neurocientífico al free will yo sigo convencido de que sí tenemos
libertad hacer lo que queramos, pero… ¿podemos decidir lo que queremos?
Pere Estupinya, Tu libertad es una ilusión del cerebro, Apuntes científicos desde el MIT, 18/02/2009
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