Assolir 'Mesuristan' (Jorge Riechmann)
En El cisne negro: el impacto de lo altamente improbable (Ed.
Paidós Ibérica, 2008), el ensayista y financiero de origen libanés
Nassim Nicholas Taleb pergeña las categorías de “Extremistán” y
“Mediocristán”, que Jorge Riechmann recupera para señalar que el ser
humano de hoy “vive entre extremos” (“extremistán”), en un mundo
crecientemente complejo, dominado por el vértigo de un capital
enloquecido y que ha perdido toda mesura (“Mediocristán”). Frente a ese
panorama, hace falta una ética “fuerte”, colectiva y vinculada a la
política, pues la ética “individual”, aunque importante, no alcanza para
dar respuesta a los problemas estructurales que padece la humanidad.
Así puede resumirse la conferencia impartida por el filósofo, traductor
literario y poeta ecosocialista, Jorge Riechmann, en el Fórum de Debats
de la Universitat de València, titulada “¿Moderar extremistán? Sobre el
capitalismo y el papel de la ética en la crisis civilizatoria”.
Riechmann suele hilvanar un discurso complejo, preciso y moteado con
abundantes citas. Para explicar la noción de “extremistán” y su
aplicación al mundo actual se apoya en un texto de J.A. González, C.
Montes e I.Santos (“Capital natural y desarrollo: por una base ecológica
en el análisis de las relaciones Norte-Sur”, en Papeles de Relaciones
Ecosociales y Cambio Global): “Las alteraciones inducidas por el ser
humano a partir de la Revolución Industrial han sido de tal magnitud que
algunos autores se refieren ya a nuestra época como a una nueva era
geológica: el Antropoceno. En ella, el impacto de las actividades
humanas se deja sentir en prácticamente todos los sistemas naturales y
los cambios tienen lugar con una mayor velocidad e intensidad que en el
pasado, con consecuencias impredecibles tanto para los sistemas
naturales como para las sociedades humanas”.
Así, “vivir en el
Antropoceno significa desarrollarse en un contexto de cambios intensos,
rápidos y globalizantes que delimitan un horizonte de gran incertidumbre
e impredecibilidad que, por lo general, ni los individuos ni las
instituciones están preparados para afrontar”.
A juicio de Jorge
Riechmann, moderar “extremistán” supondría “mesurar la economía, la
ecología, la demografía y la loca dinámica en la que nos encontramos”. O
aplicar el título de uno de sus últimos ensayos, tomado del Chile de la
Unidad Popular, El socialismo puede llegar sólo en bicicleta (Los
Libros de la Catarata, 2012). Para controlar el sistema económico y
científico-tecnológico, “nos hace falta Política en sentido fuerte, como
ética de lo colectivo y democrática”. Pero también, a veces, “bastaría
reivindicar la bicicleta en lugar del avión a reacción o el misil
intercontinental”, subraya el profesor de Filosofía Moral en la
Universidad Autónoma de Madrid. Hace tres años, Jorge Riechmann tituló
una conferencia en el Jardín Botánico de Córdoba de una guisa similar: Lo sencillo es hermoso. En una época en que “niveles de complejidad
cada vez mayor tropiezan con limitaciones inherentes en nuestra
capacidad para gobernarla”.
En resumidas cuentas, el mundo de
hoy afronta tres cuestiones cruciales, según el coordinador del libro Meter al dinero en cintura (Ed. Icaria). Primero, pasar de una “moral
de proximidad” a una “moral de larga distancia”; además, se impone la
necesidad de referencias externas “fuertes”, en sentido intelectual,
moral y espiritual, para sofrenar el rapidísimo desarrollo de
“extremistán” en los últimos cinco siglos, y particularmente en las tres
últimas décadas neoliberales; por último, con el fin de alcanzar
“mesuristán, se impone adquirir conciencia del “choque” de las
sociedades industriales con los límites biofísicos del planeta.
¿Con qué ética enfrentarse a estos enormes retos? Una polémica suscitada
en el blog de Riechmann (Tratar de comprender, tratar de ayudar), en
el que el autor contrasta pareceres con uno de sus lectores, esboza los
perfiles. Escribía el ensayista el 2 de octubre: “En ética ecológica, la
gran cuestión moral no es “qué hago frente al contenedor de reciclaje”,
sino “qué hago frente a la sede bancaria”. Lo que se encuentra detrás
de la devastadora crisis ecológica que está arrasando la biosfera es la
dinámica autoexpansiva del capital”. Es decir, la ética individual (sin
acción colectiva) no basta para romper con las estructuras de la
dominación capitalista.
El lector/interlocutor responde (en el
mismo blog) que ante el dolor, ante el mal, “necesitamos más concreción,
que sí que encuentro cuando se trata de apelar a la responsabilidad de
cada uno, pero muchas son las veces que el roto se cose con un banco o
un político del PP. Porque el problema no es señalar a la banca, sino
saber por qué cobramos por los bancos en nuestras cuentas corrientes”.
A lo que zanja Riechmann: “La autoconstrucción no es una tarea sólo
individual: es también una tarea social (de hecho, en cierto importante
sentido, es social antes que individual). La espiritualidad en la
“ciudadela interior” (Marco Aurelio) deber ir de la mano con los
movimientos de masas. Si no lo logramos, se pierde la espiritualidad y
se pierden los movimientos de masas”. Además, “nuestro drama es el
retroceso constante en nuestras capacidades de acción colectiva, desde
hace decenios”.
De hecho, si la ética no manifiesta una
continuidad con la política puede convertirse en una forma de
autoengaño. Porque puede plantarse un dilema moral en torno a utilizar
(o no) el contenedor de reciclaje, pero lo cierto es –apunta Jorge
Riechmann- que en las sociedades industriales la basura doméstica
representa únicamente el 3% del conjunto de residuos. Por eso, el dilema
moral del contenedor, sin más, entendido como cuestión personal, no
pasa de ser una “maniobra de distracción para llenar de impotencia a
individuos aislados”, apunta el filósofo. Además, es un modo de pensar
que engarza con la ideología del individuo narcisista. De un modo
lapidario lo condensa el crítico literario y de la cultura, Terry
Eagleton: Tú puedes olvidarte del sistema pero seguro que el sistema se
va a olvidar de ti. O, como afirma Riechmann, “no hay refugio en la
ética individual al loco desarrollo del capitalismo”.
Uno de los
fenómenos más en boga hoy, como puede advertirse en los anaqueles de
librerías y centros comerciales, es la “autoayuda”. Libros que pretenden
sencillas terapias, basadas muchas veces en psicología “de ocasión”, se
convierten en grandes éxitos de venta. El fenómeno cobra sentido, a
juicio de Riechmann, “en una cultura con tanta desagregación y
fondo nihilista como la actual, donde una corriente básica es que los
problemas colectivos se perciban como inercias individuales; Hay un
enorme dispositivo organizado desde arriba en ese sentido”. Se trata,
otra vez, de que los problemas estructurales se observen como
individuales. “Si hubiera más ateneos populares y construcción de
subculturas por parte de los movimientos sociales, no se abriría tanto
el terreno a libros con respuestas predigeridas para las angustias de la
gente”, subraya el poeta.
En la obra de Aristóteles, “ética” y
“política” ya aparecen interconectadas (la existencia del ser humano
sólo cobraba sentido en la Grecia clásica inserta en la polis); en el
marxismo, la vida del individuo está condicionada por la estructura
económica y por su adscripción a una clase social (según su relación con
los medios de producción). En Manuel Sacristán y Paco Fernández Buey,
con quienes Jorge Riechmann compartía un marxismo “abierto”, la política
viene a definirse como ética de lo colectivo. De lo contrario, en el
campo restringido de la ética individual, hay cuestiones irresolubles.
Por ejemplo, ¿qué fuentes de energía, y con qué criterios, se priorizan
para el consumo de un país?
Tampoco las actuales tendencias
“genocidas” y “biocidas” pueden explicarse, según Riechmann, por rasgos
psicológicos o impulsos individuales. “La razón reside en el capitalismo
financiarizado”. James Tobin, cuyo apellido bautizó la célebre tasa
sobre el capital financiero que nunca entró en vigor, contaba cómo para
un banquero que conoció, su más largo plazo eran diez minutos. Esta
afirmación, en un tiempo en que la información y las redes sociales
corren a la velocidad de la luz, tiene “clarísimas consecuencias
estructurales”.
Ciertamente, está al alcance de un individuo
autorregularse y moderar sus necesidades de consumo. Incluso ingresar en
hábitos “decrecentistas”. Sin embargo, “hay transnacionales que
invierten enormes sumas para generar y afianzar esta cultura
productivista y derrochadora”, explica Riechmann, autor de una treintena
de ensayos (en solitario o en colaboración) sobre ética medioambiental,
ecología política y pensamiento ecológico. Por ejemplo, en el caso del
“negacionismo climático”, se esconden detrás de esta consigna unos
intereses infinitamente más poderosos que una aislada acción individual.
Hay quien asegura –las eternas querellas antopológicas- que el
ser humano se caracteriza por una “ambición ilimitada”, la que
explicaría los escenarios de guerra y la imposibilidad del socialismo.
Pero, responde Riechmann, recurriendo a Aristóteles, que puede
encauzarse esta ambición mediante las buenas costumbres o las leyes
justas. De hecho, “casi todas las culturas han afirmado la necesidad de
desear bien en contraposición al deseo irrefrenable, que siempre se ha
intentado canalizar; con excepción de la cultura occidental mayoritaria
hoy, que nos conduce a un mundo terrible y hobbesiano”. El gran reto,
por tanto, alcanzar “Mesuristán”. “¿Seremos capaces?”, concluye
Riechmann.
Enric Llopis, Una ética colectiva frente al enloquecido 'Extremistán', Rebelión, 07/12/2013
Comentaris