L'estudi científic del somni.
Hijo de Nix, diosa de la noche, y gemelo de Tánatos, la personificación de la muerte, Hipnos, el sueño,
habita una cueva del inframundo de la mitología griega. Por su parte
las oraciones matutinas judías y cristianas alabarán a Dios por devolver
el alma del durmiente al despertar. Con todo, el pensamiento
naturalista primitivo entendía el sueño como un estado pasivo creado por el aislamiento del encéfalo de las demás partes del cuerpo y del entorno.
Así, Aristóteles en De somno et vigilia afirmaba que la causa del sueño
no era otra que el enfriamiento del corazón. Platón y Galeno estaban de
acuerdo en la existencia de una causa mecánica, pero veían lo que hoy
llamamos encéfalo como la fuente de sensaciones afectada por el
enfriamiento. Estos conceptos sobrevivieron 1500 años, hasta que los
médicos y filósofos de la Baja Edad Media y el Renacimiento consideraron
el sueño en relación solamente con el supuesto aislamiento del encéfalo. Y no hubo nada más relevante hasta el siglo XVIII.
En los siglos XVIII y XIX podemos identificar dos escuelas de pensamiento. Una afirma que el sueño
es una anemia, esto es, una falta de sangre en el encéfalo; la otra que
es un exceso de sangre. La falta de datos experimentales objetivos
llevó también a algún investigador del XIX , dotado con una imaginación
exuberante, a afirmar que el aislamiento del encéfalo del resto del
cuerpo se debía a una inflamación de la glándula tiroidea del cuello o a
una inflamación de las glándulas linfáticas.
Incluso en pleno siglo XX personas de la formación fisiológica de un Raphaël Lépine afirmaron que durante el sueño
el encéfalo, simplemente, deja de tener actividad; afirmación ésta que,
por intuitiva, ha llegado hasta hoy como creencia popular. Los
proponentes de esta idea lo explicaban como una desconexión física de
las células nerviosas.
Hay que introducirse bien en el siglo XX para encontrar un estudio científico del sueño, personificado en la figura de Henri Piéron,
uno de los padres de la psicología experimental. Aunque sus orígenes se
pueden rastrear fácilmente hasta el finales del siglo XVIII, la teoría
de las hipnotoxinas de Piéron entiende el sueño en el marco de los principios homeostáticos. René Legendre, el propio Piéron y otros pensaban que durante el sueño
se reestablecían la energía o compuestos esenciales de encéfalo y
cuerpo, gastados durante el día. Otra visión del mismo principio era que
durante la vigilia se producían toxinas que se iban acumulando que se
eliminaban durante el sueño. La causa inmediata del sueño, según esta perspectiva, era la producción de hipnotoxinas que inhibían las funciones cerebrales.
La teoría de las hipnotoxinas se vio muy reforzada con los resultados
de los experimentos de Piéron de 1913. En estos experimentos se extraía
líquido cerebroespinal a un perro privado de sueño,
cargado por tanto de las presuntas hipnotoxinas, que se inyectaba en el
cuarto ventrículo encefálico de un perro perfectamente despierto y
descansado, lo que le inducía el sueño.
Constantin von Economo, famoso por su descripción de la encefalitis letárgica en 1917, desarrolló la teoría de las hipnotoxinas para explicar la periodicidad de los tiempos de sueño-vigilia. Supuso que la acumulación y eliminación posterior de las toxinas eran la causa del ciclo sueño-vigilia. También asumió que el centro encefálico situado entre el diencéfalo y el mesencéfalo funcionaba como “centro del sueño” por ser más sensible a las hipnotoxinas que el resto del encéfalo. Su activación induciría el sueño en el resto del encéfalo, evitando de esta forma su intoxicación efectiva.
El estudio del sueño se convirtió realmente en una disciplina científica en 1953. Ese año Eugene Aserinsky y Nathaniel Kleitman descubrieron el sueño
con movimiento rápido de ojos, REM por sus siglas en inglés.
Demostraron que alrededor de hora y media después de que una persona se
quedase dormida, aparecían cambios característicos en las ondas del electroencefalograma
que se asociaban con el soñar: aparición de movimientos rápidos de los
ojos y desaparición del tono muscular durante 10 o 15 minutos. Esta fase
del sueño reaparece periódicamente cada hora a lo largo del sueño y representa aproximadamente el 20% del tiempo de sueño de los adultos.
El sueño REM se convirtió en una piedra angular en la investigación del sueño. En los años 60 los investigadores encontraron mecanismos diferenciados en el tronco del encéfalo que generan el sueño REM. Estudios posteriores han demostrado que el ciclo de sueño-vigilia obedece a un reloj biológico localizado en el núcleo supraquiasmático del hipotálamo y que tanto el momento como la duración del sueño están determinados por la interacción del reloj con principios homeostáticos.
César Tomé, Del sueño, Cuaderno de Cultura Científica, 28/01/2014
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