La ceguesa al canvi i l'experiment de la porta.
La ceguera al cambio se produce cuando no somos capaces de percibir que hay algo diferente de lo que había antes, y está relacionado con el modo en que nuestra mente deja de recordar lo que acaba de ver. (cap 5, pàg 114)
… Dan Simons, el inventor del
experimento del gorila en la cancha de baloncesto, diseñó otro muy ingenioso
que ilustra el fenómeno de la ceguera al cambio. En una versión de este
experimento, vemos al típico profesor universitario completamente distraído
cruzando el patio de un campus. Un estudiante se acerca a él y le dice: “Disculpe,
señor, ¿podría decirme dónde está el gimnasio?”, mientras le muestra un mapa
del campus. “No sé cómo encontrarlo.”
El profesor, encantado de poder
ayudarlo, mira el mapa en un acto de atención conjunta con el estudiante y
empieza a explicarle el camino que debe tomar. Justo entonces, dos operarios
que transportan un enorme objeto rectangular –a veces se trata de una puerta,
otras, de un cuadro de grandes proporciones- se acercan a ellos y les piden
paso. “Disculpen. Disculpen, por favor, tenemos que pasar”, dicen mientras
transportan el objeto pasando entre el profesor y el estudiante. Sólo
transcurren dos segundos, durante los cuales se produce el cambiazo. El
estudiante (que a lo mejor es moreno y lleva unos vaqueros y una camiseta de
color rojo) aprovecha que el objeto lo tapa y desaparece con él. En su lugar
aparece otro estudiante, que permanecía oculto detrás del objeto (pongamos que
es rubio, más bajo que el otro, y que lleva pantalones de vestir y camisa), y
se coloca en el lugar del otro. Ahora es él quien sostiene el mapa y se acerca
al profesor, quien, por asombroso que parezca, no se da cuenta del cambio. Tal
vez en su mente los estudiantes sean “unidades homogéneas”, pero hay que
reconocer que esta ceguera al cambio resulta asombrosa. El experimento se ha
repetido en muchas ocasiones alterando algunas características, como la altura,
el acento y la ropa. (pàg. 128)
Los estudios realizados sobre la
ceguera al cambio demuestran que no advertiremos los cambios radicales de una
escena visual si se producen en el transcurso de una breve interrupción –cuando
el mago extrae algo de detrás de la oreja de un espectador, o cuando dos
operarios transportan una puerta y pasan entre nosotros y la persona con la que
estamos hablando- por mucho que miremos directamente esos cambios.
La ceguera al cambio también es
habitual en los cortes o las secuencias de las películas, como el vaso de vino
que está vacío en una escena y aparece lleno en la siguiente. Lo más probable
es que no nos demos cuenta.
Los cambios lentos o graduales son
asimismo difíciles de ver, sobre todo si no estamos centrando nuestra atención
en el objeto que cambia. (…) Las pequeñas dolencias, los dolores y las
debilidades que minan nuestro cuerpo a medida que pasa el tiempo serían
insoportables si tuviera que sufrirlos de golpe un joven sano de veinte años,
pero, como envejecemos poco a poco, estos cambios pasan casi siempre
inadvertidos. (pàg. 133)
S.L.
Macknik, S. Martínez-Conde, Sandra Blakeslee, Los engaños de la mente, Círculo de Lectores, Barna 2012
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