La física actual escombra el realisme i el determinisme.
Me viene siempre a la
mente este apólogo kantiano cuando pienso en la operación que desde hace
un siglo han realizado los físicos en relación a la naturaleza
elemental Pues es incuestionable que la ciencia natural de nuestro
tiempo ha efectuado una operación de derribo de cimientos análoga a la
del protagonista de Kant. No ciertamente derribo de la palanca física
que soportaría al mundo, pero sí derribo de algunos de los principios
que sustentan nuestro comercio con él y cimientan la confianza en que
nuestras representaciones se adecuan armoniosamente a una realidad que
de hecho las trasciende. Principios que habían sido considerados, por
así decirlo, como lo más natural, tan natural que el hecho de que la
naturaleza no responda a los mismos puede parecernos simplemente un sin
sentido.
Pues, ¿cómo mantenerse fieles a la sana
convicción de que propio del espíritu humano es confrontarse a lo real
si, como señalaba en la columna precedente, llegamos a la conclusión de
que las observaciones que hacemos y los resultados que obtenemos no nos
dicen lo que el mundo era antes de haberlo observado, sino más bien
aquello en lo que se ha convertido como resultado de la observación?
¿A
quién, por ejemplo, se le ocurre que el lazo con el entorno fuera
posible si la naturaleza no estuviera subordinada al principio de
individuación, es decir, si aquello que percibimos como un individuo (o
sea, dividido respecto a todos los demás e indiviso respecto a sí
mismo), se revelara carecer de existencia independiente?
O
bien-aspecto correlativo- ¿qué seguridad de que hay ámbitos locales, es
decir ámbitos protegidos de externas influencias, si algo que se
produce en un objeto físico en Santiago de Compostela se hace presente
de inmediato en un objeto otrora vinculado al anterior, pero ahora
privado de contigüidad física con él en Barcelona.
Asimismo,
¿cómo conservar la confianza en la regularidad de los fenómenos en
nuestro entorno si no tenemos certeza de que idénticas causas- y en
ausencia de otras variables- generarán idénticos efectos?
En
fin: ¿Cómo no caer en la tentación del solipsismo si la ciencia
natural de nuestra época parece poner en entredicho el axioma según el
cual existe un mundo no sólo exterior sino bien determinado? Si el realismo, consiste en afirmar que el mundo físico es independiente, es decir, que se da aun en ausencia de todo observador, el determinismo
añade que este mundo subsistente no es aleatorio, sino que se haya
sometido a una regularidad que eventualmente permite hacer previsiones.
Pero desde luego realismo y determinismo parecen barridos si como
avanzaba en la anterior columna las condiciones mismas de posibilidad
de que puedan hacerse previsiones sobre el mundo físico suponen que
al verificar el grado de exactitud de lo previsto topamos
inevitablemente con la influencia radicalmente perturbadora de nuestra
presencia. Barridos realismo y determinismo junto al principio de
individuación, principio de localidad o irreversibilidad de un tiempo
absoluto en esta suerte de destrucción de los trascendentales del
pensamiento, es decir, los principios elementales sobre los que -según
la afirmación de Einstein- reposa la ciencia física.
Víctor Gómez Pin, Asuntos metafísicos 32, El Boomeran(g), 21/01/2014
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