Què amaga la invocació a l'ètica?

  

Uno de los analistas más certeros de nuestra contemporaneidad, Cornelius Castoriadis, en uno de sus últimos textos, La montée de l'insignifiance, Seuil 1996, nos hacía ver cómo la bancarrota fraudulenta de las esperanzas revolucionarias y la perversión de las aspiraciones al futuro de libertades que nos había prometido el neoliberalismo conservador, nos dejaban inermes frente a las exigencias de un sistema dominado por la obsesión del negocio y por la permanente falsificación de los Mass Media. En esa situación sólo cabía buscar escapismos y construir coartadas que escondiesen provisionalmente nuestra fragilidad. La ética que durante todo el siglo XX había quedado confinada en una posición filosófica muy secundaria -Castoriadis nos recuerda la presencia menor del pensamiento ético en la obra de Husserl, Heidegger, Whitehead, etcétera-, comienza a funcionar en su último tercio como recurso principal del escapismo ideológico, de las turbiedades públicas, de los intereses sociales dominantes. El mundo se nos puebla de invocaciones éticas, de apelaciones morales. Una por sector, casi una por objeto. En proporción inversamente proporcional a su presencia en la realidad.

Y así en política, multiproclamadas a la par que definitivamente arrumbadas, la búsqueda del bien común y la participación ciudadana, el único objetivo válido es el poder y todo se reduce a una contienda bronca y marrullera por su conquista y disfrute, dentro y fuera de los partidos. Adicción cratofílica que lleva a todo tipo de amaños, perfidias e imposturas, pues lo único que cuenta es triunfar, prevalecer en la brega política personal y eventualmente partidista, ya que tras ella vienen la notoriedad social y la recompensa económica. La corrupción del ladrillo, la transformación de los ayuntamientos en oficinas del milagro inmobiliario y la incontrolable enriquecedora multiplicación de viviendas que ha producido es uno de sus logros más patentes. Consecuente con esta vocación unánime de enriquecimiento, el destino último de los grandes líderes políticos, su retiro dorado, es entrar al servicio de una poderosa multinacional, o cuanto menos de un multimillonario mediático. De lo que en nuestro país tenemos, a la derecha y a la izquierda, ejemplos cimeros. Lo que obviamente ha exacerbado la necesidad y en consecuencia la demanda de moral pública. 

José Vidal-Beneyto, La ética como coartada 1, El País, 15/09/2007

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