El problema endèmic de les ciències socials.
Imaginemos simplemente qué poco de nuestra
comprensión del mundo en las vísperas de los sucesos de 1914 nos habría ayudado
a adivinar lo que iba a suceder a continuación. (ascenso de Hitler y posterior
guerra/final del bloque soviético/aparición del fundamentalismo
islámico/difusión de internet/crisis bursátil de 1987…) todos siguen esta
dinámica del Cisne Negro. (…)
… casi todos los “científicos sociales” que,
durante más de un siglo, han actuado con la falsa creencia de que sus
herramientas podían medir lo incierto. Y es que la aplicación de la ciencia de
la incertidumbre a los problemas del mundo real ha tenido unos efectos
ridículos. Yo he tenido el privilegio de verlo en las fianzas y la economía.
Preguntémosle a nuestro corredor de Bolsa cómo define “riesgo”, y lo más
probable es que nos proporciones una medida
que excluya la posibilidad del Cisne
negro y, por tanto, una definición que no tiene mejor valor predictible que la
astrología para valorar los riesgos totales (y veremos cómo disfrazan el fraude
intelectual con las matemáticas). Este problema es endémico en las cuestiones
sociales. (pròleg, pàgs. 24-25)
La
incapacidad de predecir las rarezas implica la incapacidad de predecir el curso
de la historia …
Pero actuamos como si fuéramos capaces de predecir
los hechos o, peor aún, como si pudiésemos cambiar el curso de la historia. (…)
Lo sorprendente no es la magnitud de nuestros errores de predicción, sino la
falta de conciencia que tenemos de ellos. Y esto es aún más preocupante cuando
nos metemos en conflictos mortales: las guerras son fundamentalmente
imprevisibles (y no lo sabemos). Debido a esta falsa comprensión de las cadenas
causales entre la política y las acciones, es fácil que provoquemos Cisnes
Negros gracias a la ignorancia agresiva, como el niño que juega con un kit de
química. (pàg. 27)
Casi todo lo concerniente a la vida social es
producto de choques y ciertos saltos raros pero trascendentales; y pese a ello,
casi todo lo que se estudia sobre la vida social se centra en lo “normal”,
especialmente en los métodos de inferencia de la campana de Gauss, la “curva de
campana”, que no nos dicen casi nada. ¿Por qué? Porque la curva de campana
ignora las grandes desviaciones, no las puede manejar, y sin embargo nos hace
confiar en que hemos domesticado la incertidumbre. A este fraude lo
denominaremos GFI, “gran fraude intelectual”. (pàg. 32)
… proclamo, en contra de muchos de nuestros
hábitos de pensamiento, que nuestro mundo está dominado por lo extremo, lo
desconocido y lo muy improbable (improbable según nuestros conocimientos
actuales), y aun así empleamos el tiempo en dedicarnos a hablar de menudencias,
centrándonos en los conocido y lo repetido. Esto implica la necesidad de usar
el suceso extremo como punto de partida, y no tratarlo como una excepción que
haya que ocultar bajo una alfombra. También proclamo con mayor osadía (y mayor
fastidio) que, a pesar de nuestro progreso y crecimiento, el futuro será
progresivamente menos predecible, mientras parece que tanto la naturaleza
humana como la “ciencia” social conspiran para ocultarnos tal idea. (pàg. 36)
Yo observaba atentamente a mi abuelo, que fue
ministro de Defensa y, más tarde, ministro del Interior y viceprimer ministro
al comienzo de la guerra (Guerra del Líban), antes de que se eclipsara su
relevancia política. A pesar de su posición, parecía que no sabía lo que iba a
suceder más de lo que pudiera saberlo su chófer, Mijail. Pero éste, a
diferencia de mi abuelo, solía repetir “¡Dios sabrá!” como máximo comentario de
los acontecimientos, elevando así a las alturas la tarea de comprender. (pàgs.
56-57)
Yo observaba que personas muy inteligentes e
informadas no tenían ventaja alguna sobre los taxistas en sus predicciones,
pero había una diferencia crucial. Los taxistas no pensaban que comprendieran
las cosas mejor que las personas con estudios; ellos no eran los especialistas,
y lo sabían. Nadie sabía nada, pero los pensadores de élite estaban convencidos
de que sabían más que los demás porque eran pensadores reputados, y cuando se
es miembro de la élite, automáticamente se sabe más que los que no son tal.
(pàg. 57)
Nassim
Nicholas Taleb, El cisne negro. El impacto de lo
altamente improbable, Círculo de lectores, Barna 2008
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