José Antonio Marina: "La creativitat és un hàbit".
José Antonio Marina |
Hay épocas más estables, tiempos en los que
las aguas de los sucesos parecen remansarse. Otros, en cambio, como los
que vivimos, se caracterizan por cambios vertiginosos, por el
desmoronamiento de sistemas que hasta ayer creíamos sólidos. Pocas
veces, como ahora, fueron tan necesarios el talento, la inteligencia, la
creatividad… La capacidad del ser humano, en suma, de ganarse el
futuro. Talento, inteligencia, creatividad, educación, conceptos con los
que José Antonio Marina viene trabajando desde hace muchos años y que
lo han convertido en el mayor experto español. Sus estudios le han
llevado a elaborar una Teoría de la Inteligencia que comienza en la
neurología y concluye en la ética, pero además ha puesto en práctica los
conocimientos adquiridos con la creación de la Universidad de Padres.
Esta institución es un intento global de mejorar la educación en España,
de colaborar en la formación de los hijos y de involucrar a toda la
sociedad en este aspecto clave de nuestro desarrollo.
Autor de numerosos libros, artículos y conferencias, el último
proyecto de José Antonio Marina es Generación creativa, con el que
pretende fomentar el aprendizaje de la creatividad como parte de la
educación del talento. Podemos y debemos aprender a crear. Publicados
por Ariel, los dos primeros títulos de esta biblioteca, La creatividad literaria y La creatividad económica, han sido escritos en colaboración con el narrador y poeta Álvaro Pombo y con el economista Santiago Satrústegui.
—Comencemos definiendo qué es la creatividad.
—Sí, porque este, como muchos otros términos, parece que se
convierten en talismanes. Es una palabra confusa y todo lo que sea
buscar soluciones en palabras confusas, da resultados confusos. La
palabra crear significa producir intencionadamente novedades
valiosas. Antes, se explicaba la creatividad como una especie de don que
tenías o no tenías. Ahora sabemos que la creatividad es un hábito y que
hay que aprenderlo, por eso es tan importante en la educación fomentar
ese hábito. Parece un poco absurdo que la novedad, la innovación, la
originalidad sean un hábito. Pero hay hábitos que se limitan a repetir y
otros permiten posibilidades de crear. Nadal tiene un juego tan
creativo porque ha generado una serie de hábitos musculares que le
permiten responder en la pista con una gran rapidez a los problemas.
—¿La educación actual fomenta ese músculo creativo?
—Cuando hablamos de creatividad desde el punto de vista práctico —y
ahí entra la escuela— tenemos que ponerla en relación con los problemas.
La inteligencia siempre está resolviendo problemas. Hay problemas
algorítmicos cuya solución radica en un método. Para la tabla de
multiplicar, no hace falta la creatividad. Como vivimos en una sociedad
muy cambiante y acelerada, surgen muchos problemas de los que no sabemos
la solución. Unas veces porque son problemas nuevos, y otras porque son
problemas antiguos cuyas soluciones han dejado de funcionar. En La creatividad económica
defendemos que los modelos conceptuales con los que intentábamos
comprender la actividad económica, no han funcionado. Con este tipo de
problemas, heurísticos, no hay más remedio que emplear la creatividad
porque tenemos que inventarnos las soluciones. Los niños tienen que
aprender a resolver problemas algorítmicos, pero también problemas
heurísticos que, inevitablemente, requieren de la creatividad.
—¿Están el sistema educativo y los profesores preparados para fomentar esa práctica?
—No. Tenga en cuenta que la educación procede de los preceptores
contratados por las familias. Los maestros, la escuela, transmitían a
las nuevas generaciones lo que las anteriores generaciones querían, las
antiguas soluciones. Nunca han intentado fomentar la creatividad. El
diccionario de Covarrubias, del siglo XVII, cuando define novedad,
dice que es algo peligroso por ser variación de algo antiguo. La
creatividad se relacionaba con lo artístico, con los inventos… Pero
cuando nos encontramos con una sociedad en la que hay que enfrentarse a
problemas nuevos, las antiguas soluciones no funcionan. Los niños que
hoy están en primaria, van a trabajar con herramientas técnicas y
conceptuales que todavía no están inventadas. Entonces, ¿qué les
enseñamos? Enseñémosles lo que sabemos, pero también procuremos que
estén en buenas condiciones para enfrentarse a los retos que les
llegarán.
—¿Cuál ha de ser el papel del maestro en esa nueva escuela?
—Cuando hablamos de hábitos, incluidos los hábitos creativos, para
aprenderlos no has de tener solamente constancia, facilidad, método…
También necesitas un buen entrenador. Eso es lo que tienen que ser los
profesores: entrenadores. Un buen entrenador tiene que decir a cada niño
por dónde ir, pero el que tiene que ir es el niño. La idea de que los
grandes creadores son tipos solitarios procede de que antes casi todos
eran autodidactas. Y lo fueron porque no existían los elementos
didácticos necesarios.
—¿Qué papel juegan en la creatividad las emociones? Cada vez se habla más de inteligencia emocional, de empatía…
—El primero que habló en España de inteligencia emocional fui yo, coincidiendo casi con la salida del libro de Goleman, Inteligencia emocional.
Él hizo que mucha gente se enterara de algo que hasta entonces
estudiaba un grupo muy reducido. Pero ahora tenemos una visión mucho más
global gracias a la neurología y es esa visión la que he desarrollado
en el ciclo “El aprendizaje de la creatividad” de la Biblioteca UP. Hay
una inteligencia racional, cognitiva, que es la que hasta ahora se había
valorado, y otra emocional. La inteligencia emocional moviliza y dirige
hacia las cosas valiosas, nos dice si lo estamos haciendo bien o mal.
Si lo estoy haciendo mal, me advierte de que mis deseos se desarrollan
mal en el contexto de la realidad. ¿Que me va bien? Estoy alegre,
eufórico y satisfecho. Los sentimientos no son más que una evaluación de
cómo me están yendo las cosas. Y los neurólogos nos dicen que hay un
director de orquesta que organiza todo eso: la inteligencia ejecutiva.
Ella dirige la atención, organiza las metas, mantiene el esfuerzo, es la
que decide qué cosas voy a guardar o no en la memoria… La inteligencia
ejecutiva organiza a la inteligencia cognitiva, por un lado, y a la
emocional por otro. Lo que antes llamábamos la voluntad. No sabemos cómo
generamos las ideas, pero sí sabemos cómo educar a una parte de nuestra
inteligencia para que tenga buenas ideas.
—Francisco Mora, el neurobiólogo, afirma que no se aprende
aquello que no se ama. ¿Tendría la escuela que inculcar el amor por la
sabiduría?
—Naturalmente que se aprende más fácilmente cuando amas lo que vas a
aprender, pero si empezamos a decir que únicamente podemos aprender
aquello para lo que estamos motivados, entonces nos metemos en un
callejón sin salida. Hay cosas que debes hacer porque es tu obligación,
no porque estés motivado. Insistir tanto sobre la motivación nos ha
metido en un lío tremendo. No se puede basar solo el aprendizaje en la
motivación.
—Supongo que, entonces, debe rechazarse con fuerza la
corriente pedagógica que sostiene que la escuela ha de buscar la
felicidad del niño.
—Tampoco la escuela es tan dramática. ¿Qué quieren los niños después
de las vacaciones? Volver a la escuela. Aprender cuesta trabajo, unas
cosas divierten y otras no. Estudiar es desagradable; aprender es
bonito. A nadie le gusta entrenar, pero así es la vida y pretender hacer
todo dulce, es mentir a los niños.
—Pero la disciplina, el método, el esfuerzo, herramientas
utilizadas tradicionalmente, nos han conducido hasta aquí… Todos parecen
asumir que los sistemas educativos han fracasado.
—Durante siglos hemos tenido una educación muy autoritaria y
jerarquizada, asentada sobre los pilares de la obediencia y el sentido
de la obligación. Según todos los pedagogos, mi generación estuvo
fatalmente educada, pero yo veo a mi generación y creo que los
resultados fueron buenos, que no nos educaron tan mal.
—Sin embargo, todas las generaciones se creen mejor educadas que las anteriores.
—Una educación montada sobre la obediencia y el sentido del deber es
muy buena, pero dejará fuera dos cosas muy importantes: la libertad y el
sentido de los derechos. Y en eso fuimos muy mal educados y por eso,
como reacción, montamos otra basada en la libertad y los derechos. Pero
esa educación también fracasó, porque había renunciado enteramente a los
valores anteriores. La educación tiene que estar basada en la libertad y
en la obediencia, sobre todo a las normas morales; en los derechos y en
los deberes… Yo sí creo que la educación tiene que estar basada en la
felicidad, pero sin olvidar que tenemos que vivir en sociedad y que
hemos de renunciar a ciertas cosas. La felicidad es algo complejo y una
parte de la educación es ir seleccionando esa complejidad.
—La educación en España, en muchos casos, ha sido una
profesión refugio, donde acababan aquellos que no podían acceder a otros
destinos.
—Ese es el fallo de la educación en España. Su situación no es
catastrófica, sino mediocre, y aunque hemos avanzado en muchos aspectos,
se ha quedado estancada. No se ha formado bien a los maestros ni a los
equipos directivos. Pensar que la educación va a cambiar por cambiar una
ley, es una ingenuidad o una ignorancia. Solo puede lograrse mejorando a
los docentes.
—Pero esa parece una tarea de generaciones.
—No tanto. Corea del Sur y Finlandia han cambiado extraordinariamente
en pocos años. La mejor escuela primaria que hay ahora es la del Reino
Unido, que en los años noventa hizo una reforma que consistió en mejorar
a los profesores.
—¿Y por qué aquí nunca se ha hecho una reforma de tal calado?
—La gestión ha sido pésima. Ningún ministerio de Educación ha tenido
interés por hacer una política de formación de su personal y así no
puede funcionar.
—Los actuales recortes no es probable que ayuden.
—Lo que tendríamos que tener en cuenta es que ningún dinero es más
rentable que el empleado en educación y más concretamente en Primaria. Y
lo que el ministro Wert tendría que hacer es decir que si se incrementa
el número de alumnos por aula o se reduce el número de profesores es
por necesidad, una especie de mal necesario que se revertirá en cuanto
se pueda. Lo que no se puede hacer es decir que eso no perjudica a la
educación y que las cosas mejorarán.
—¿Qué es lo primero que haría José Antonio Marina si fuera ministro de Educación?
—La Educación puede mejorar en poco tiempo sin necesidad de ampliar
mucho los presupuestos, mejorando la gestión. Hay que formar a los
profesores y a los equipos directivos, cosa de la que no se ha ocupado
ningún gobierno; la escuela tiene que aprender a colaborar con las
familias. No se trata de dividir a los alumnos en centros de excelencia y
de torpes. Y hay que abrir las aulas a la sociedad, a las nuevas
tecnologías.
—¿Es la creatividad —en economía, en ciencia, en educación— nuestra única posibilidad para salir de esta crisis que nos consume?
—No podemos enfrentarnos a problemas nuevos con remedios viejos. La
creatividad no se refiere solamente a tener muchas ideas, sino a ser
capaz de evaluarlas correctamente para que estas contengan novedades
valiosas. La crisis económica es consecuencia de una serie de
innovaciones que alumbraron los financieros, que no calcularon sus
efectos y nos han metido en este lío. No se trata únicamente de la
innovación por la innovación. Necesitamos creatividad económica y
política, sustituir las fórmulas que se han demostrado agotadas y
definir claramente cuáles son las metas y proyectos auténticamente
valiosos.
Tomas Val, Entrevista con José Antonio Marina: "No sabemos cómo generamos nuevas ideas ...", Mercurio, Septiembre 2013
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