Quin interès pot tenir avui en dia el pensament de Santayana?
George Santayana está a punto de cumplir siglo y medio, pero sigue
parcialmente velado, aún desconocido para la mayoría de sus compatriotas
y despertando todavía más preguntas que respuestas. La principal de
ellas: ¿Por qué Santayana? Que en el fondo es una variante de ¿por qué
la filosofía? Para los filisteos, que siempre fueron mayoría tanto ayer
como hoy y tanto en la Atenas de Pericles como en la España de Rajoy (la
rima es involuntaria), la filosofía es un capricho intelectual
injustificable: los menos intransigentes sólo la admiten a modo de daño
colateral, como pórtico de la teología o como epílogo de la ciencia.
Pasan por filósofos más o menos aceptables varios críticos del statu quo
político, los abogados de los derechos humanos de los animalitos y
algunos predicadores del optimismo como vía para la salud mental. En los
planes educativos, ni eso y la asignatura de filosofía parece tan
escasamente urgente como el arte del macramé. Este descrédito podría
encontrar en Santayana su justificación ad hominem: un filósofo
que habla del ser y de las esencias, que considera al mundo moderno
como si lo viera desde fuera y desde lejos, que se dice materialista
pero rechaza que la ciencia actual o futura pueda tener la última
palabra sobre lo que materialmente más significa para nosotros, que
sitúa sus diálogos metafísicos en el limbo y se niega a los requisitos
políticos que le confirmarían nuestro contemporáneo. Ya que como
filósofo no tiene rescate posible, algunos le salvan como literato y
como crítico aunque sea difícil desvincular sus logros en tales campos
del empeño filosófico. Mejor dejarle por imposible o, aún más, por
indebido.
Me pasa como a unos pocos más: no pretendo comprender del todo a
Santayana, frecuentemente ni siquiera comparto los planteamientos de su
obra que me resultan más accesibles, pero no quisiera tener que vivir
sin él. Es un compañero intelectual bastante malicioso y sumamente
culto, a veces un poco esnob, que trata las pretensiones humanas y las
necesidades que convierten en virtudes con sonriente condescendencia. A
veces es amargo, pero nunca insípido. Su cosmopolitismo no se basa en el
puro y simple desarraigo, sino que tiene raíces múltiples y las lleva
consigo allá dónde va: nacido en Madrid, educado en Boston, abulense de
corazón, peregrino escéptico por Inglaterra y Francia, se deja morir
poco a poco en Roma, donde está enterrado. Español entre los
anglosajones pero anglosajón en su lengua literaria y su discreción
vital, italiano en su estética, griego en el limbo de la filosofía, se
resuelve en su frase definitiva contra la obsesión nacionalista e
identitaria: “¡Qué miseria tener un alma geográfica!”. Bastaría este
desapego que a poco renuncia sin dejar de guardar cuanto le enriquece
para quererle como compañero de viaje y aceptarle frecuentemente como
maestro.
La revista Limbo (KRK ediciones), boletín internacional
sobre la obra de Santayana, acaba de publicar un excelente número con
motivo de los ciento cincuenta primeros años de nuestro autor, en el que
colaboran especialistas y también figuras destacadas de nuestras letras
más reflexivas (Christopher Domínguez Michael, Ignacio Gómez de Liaño,
José Luis Pardo, etc…) que testimonian sobre su interés, a veces
intrigado, por el enigma transparente del filósofo errante. Pero allí se
habla, y muy bien, para los cognoscenti. Puede que el lector
de esta nota no haya leído aún a Santayana y ahora, si tuve éxito, se
sienta movido a acercarse a él. Yo le aconsejaría para hacerse de
primeras con el aroma del filósofo (Santayana creía que cada aventura
filosófica tiene su propio perfume) que empezase por Diálogos en el Limbo,
en la reciente edición completa de la obra publicada por Tecnos. Y como
acertado proemio a ella puede leer el artículo de Julio Seoane en el
número de Limbo ya mencionado. No despejará del todo el suave
misterio de este pensador inconfundible, original y clásico, pero
atisbará cuanto se pierde quien no se adentra en él.
Fernando Savater, El enigma Santayana, El País, 26/11/2013
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