Nietzsche i el multiculturalisme.
Me preocupa la importancia que para mí tiene el pensamiento
de Nietzsche. En teoría, no me sería propio, puesto que este hombre encarna la
expresión más letal de los que Luckàcs llamaba "el asalto a la
razón", en cambio, ¡tenía y tiene razón en tantas cosas!
Por ejemplo,
todo lo que cuando he podido y donde me han
dejado he dicho sobre el multiculturalismo, la importancia de
"comprender
al otro", las constantes llamadas al virtuosismo que implica la
"educación a la ciudadanía"... Detesto profundamente lo que podríamos
llamar el rollo "multiculti", esa ideología meliflua, afectada e
hipócrita de gente satisfecha de clase media que se cree que puede
distribuir lecciones de ética desde su falso compromiso con los
"inmigrantes" y las gentes de "otras culturas". Es lo que me permitiría
llamar el "manucheismo", esa forma contemporánea de exhibicionismo de la
bondad, no muy diferente de la que ostentan los animalistas con su
"amor por los animales".
Todo eso me recuerda tanto la denuncia
feroz de Nietzsche contra toda teoría de los valores, en la que no hay más que
el molde para nuevos conformismo y nuevas sumisiones. Toda la genealogía
nietzscheniana es, en ese sentido, geneología de los valores, es decir
arqueología de los argumentos que protegen e inmunizan lo dado por supuesto de
la crítica. En concreto, esa pieza fundamental de la filosofía “a martillazos”
de Nietzsche que es es El Anticristo, se conforma toda ella como un
desenmascaramiento de las distintas formas aplicadas del “buen corazón”, esa
especie de salivilla repulsiva que se escapa de la comisura de los labios de
los exhibicionistas de la bondad, que afirman combatir la miseria ajena pero
que hacen lo posible por conservarla y multiplicarla, puesto que al fin y al
cabo viven de y por ella. Nada más malsano, nos dirá Nietzsche, que ese culto a
la pobreza y al fracaso que hay tras la misericordia cristiana, cuya variante
laica actual sería lo que algunos etiquetan con el eufemismo “solidaridad”.
Nietzsche -cita el Anticristo- despreciaba
“aquella tolerancia que todo lo ‘perdona’ porque todo lo ‘entiende’” “¡Antes
vivir en medio del hielo que en medio de las virtudes modernas y otros vientos
del sur!”, dice en la primera páginas del libro. Creo que las cosas no han
cambiado demasiado. No me digas que no. Hoy, peores que los racistas son los
virtuosos del diálogo entre culturas, de la cooperación entre pueblos, los
cultivadores afectados de la “apertura al otro”, todos aquellos que se refugian
en ciertas ONGs dedicadas a suplantar a los humillados.
De la actual
tolerancia humanitarista Nietzsche podría decir lo mismo que de aquella
que le tocó contemplar en su tiempo y denunciar en El Anticristo: que
para ella “abolir cualquier situación de miseria iba en contra de su más
profunda utilidad, ella ha vivido de situaciones de miseria, ha creado
situaciones de miseria con el fin de eternizarse”.
Me da asco.
El racismo es hoy, en efecto, ante todo “tolerante”. La explotación, la
exclusión, el acoso..., todo eso aparece hoy disimulado bajo melifluas
invocaciones a las nuevas palabras mágicas con que calmar la rabia y la
pasión –diálogo, diversidad, solidaridad...–, en liturgias en que los
nuevos déspotas pueden exhibir su generosidad. Vigencia absoluta, por
tanto, del desprecio de Nietzsche hacia esa babosidad cristianoide que
ama revolcarse en la resignación y la mentira y que no es más que falso
compromiso o compromiso cobarde. Porque ese discurso multicultural que
proclama respeto y comprensión no es más que pura catequesis al servicio
del Dios de la pobreza, de la desesperación, de la cochambre; demagogia
que elogia la diversidad luego de haber desactivado su capacidad
cuestionadora, de haberla sustraído de la vida.
Manuel Delgado, Contra la babosidad multicultural ..., El cor de les aparences, 30/11/2013
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