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by Max |
Ningún analista político previó la caída del muro de Berlín ni siquiera un día antes. De niño mi perro
Chevalier comenzaba a ladrar a la hora exacta en que yo salía de la escuela y desde muy lejos percibía el sonido de los lápices
Alpino que rebotaban dentro de mi estuche cuando volvía corriendo a casa. Muchos años después mi perro
Toby intuía sin equivocarse nunca si yo había ganado al póquer esa vez y me recibía de madrugada con gran alegría moviendo el rabo de una forma determinada. Ningún analista político imaginó con unas horas de antelación que el imperio soviético se disolvería en la nada y Europa sería invadida por un ejército de mendigos del Este y el hombre nuevo, que vaticinó Lenin, sería ese ejemplar de multimillonario ruso adscrito a la mafia. Ningún animal salvaje pereció en el
tsunami de Indonesia de 2004. Elefantes, monos, serpientes e incluso las hormigas se pusieron a salvo antes de que ocurriera la catástrofe. Ningún director del Banco Mundial y del Fondo Monetario sospechó la llegada de esta crisis económica hasta que se les derrumbó el edificio encima. La asonada multitudinaria de Túnez y de El Cairo ha supuesto la misma sorpresa que en su momento causó el atentado de las Torres Gemelas sin que ningún político, intelectual y sociólogo acertara con el futuro siniestro que se avecinaba. Los animales poseen unos sensores para detectar las ondas sísmicas, eléctricas y magnéticas que emiten los cataclismos, un don que está negado a los humanos. Para nosotros queda reservado solo el ridículo de los análisis del pretérito imperfecto, el enorme guirigay de opiniones entre los profetas del pasado. Nadie sabe ahora lo que va a suceder en el mundo islámico con las réplicas de la ebullición política de Egipto. Solo una cosa está clara. Cuando un pulpo sale de la pecera es casi imposible volverlo a introducir en ella. Los pulpos caminan muy bien fuera del agua. Tampoco la energía parapsicológica que emerge de las pirámides de Gizeh y la enigmática expresión del rostro carcomido de la esfinge servirán para saber si la rebeldía popular de Egipto se extenderá por todo el Magreb, si llegará allí la democracia previo un baño de sangre o si la CIA a medias con el Ejército egipcio logrará devolver el pulpo a la pecera y aquí no ha pasado nada.
Manuel Vicent, A ciegas, El País, 13/02/2011
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