Els assaltants del Museu Egipci.
Los asaltantes del Museo Egipcio, en las revueltas contra Mubarak, saquearon la tienda de la institución tomándola por una sala de exposiciones verdadera. Les parecían más auténticas las réplicas de los objetos originales que los objetos originales, actitud rabiosamente posmoderna, o fieramente contemporánea, como ustedes prefieran. Si el Museo del Prado tuviera dos versiones, la más visitada, no lo duden, sería la falsa. El mundo entero está fascinado por la copia. De hecho, vivimos en democracias aparentes, donde los presidentes fingen presidir, los ministros administrar y los subsecretarios... (ni idea de a qué se dedican los subsecretarios). La imitación es tan fiel que las autoridades políticas han acabado creyéndose que dirigen el mundo. Ahí los tienen, yendo de un lado a otro en sus coches oficiales de juguete, completamente convencidos de que mandan al modo en que nosotros creemos que los votamos. Si hubiera dos Españas, una genuina y otra falsa, también elegiríamos la falsa, quizá la hayamos elegido ya, pues no hay manera de distinguirla de la auténtica, con su paro brutal, y su burbuja inmobiliaria endémica y su corrupción de siempre y su judicatura selectivamente lenta y sus díaz ferrán y sus rajoys y sus cospedales y sus camps y sus fabras y sus ministros y sus sindicatos de papel, todos tan preocupados por el bienestar de nosotros, los ciudadanos, que hemos devenido en una imitación casi perfecta de los ciudadanos de verdad. No debería tomarse a broma el hecho de que los egipcios tomaran la tienda del museo por una de sus salas, tal vez ni siquiera fue un error, sino una decisión consciente. Tanto si lo primero como si lo segundo, la idea es que se conformarán con una apariencia de cambio al modo en que nosotros nos conformamos con una reproducción en escayola del llamado Estado de derecho.
Juan José Millás, Escayolas, El País, 04/02/2011
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