Vergonya.
Cécile Kyenge |
Produce vergüenza que en el siglo XXI se siga alentando el racismo
desde las instituciones públicas. Y los partidos lo hacen. Leo que en
Italia, la Liga Norte (antiguos socios del ¿ya retirado? Silvio
Berlusconi y situados a la derecha de la derecha) ha dado un paso más en
sus ataques contra la ministra de Integración de ese país, Cécile
Kyenge. Es negra y nació en el Congo. Y eso les pone de los nervios.
Hace unos meses, uno de sus líderes la comparó con «un orangután». Y no
era un político de quinta fila (aunque por su comentario se le pueda
situar ahí). Era el vicepresidente del Senado italiano, Roberto
Calderoli, quien añadió que debería ser ministra pero en su país.
No se disculpó, sino que trató de justificarse diciendo que era una
«broma simpática». Además de racista, cobarde. Poco después de aquello,
Cécile Kyenge tuvo que aguantar que, en un acto público, varias personas
le arrojaran plátanos durante su intervención. La ministra respondió en
Twitter que era una pena desperdiciar la comida cuando hay tantos
millones de personas que no tienen acceso a ella.
Elegancia, altura y compromiso. Tiempo después otra dirigente de la
Liga Norte, Dolores Valandro, cruzó una línea más e incluso fue
expulsada del partido y condenada por la justicia tras incitar a la
violación de Kyenge. La política congoleña defendió a los inmigrantes en
su conjunto al ser preguntada por un africano que había intentado
abusar de dos jóvenes. Valandro escribió en su blog: «¿Pero es que nadie
la puede violar, al menos para hacerle entender lo que puede sentir la
víctima de este terrible delito?». Espeluznante. Con una frase de este
nivel poco más se puede comentar.
Pero queda la guinda. Hace unos días la Liga Norte puso en marcha una
nueva campaña contra la ministra. Y ha cruzado un nuevo límite. Han
comenzado a publicar en su periódico de cabecera, La Padania,
la agenda completa y diaria de Kyenge. Pueden saber la hora y el lugar
en el que está y acudir a «animar» el acto. En una entrevista en el
diario italiano La Repubblica publicada en verano, la ministra
explicaba que nunca imaginó que este tipo de cosas podrían sucederle,
porque en otros países europeos, «como Suecia, hay ministros negros,
pero a ellos no les ocurre lo que me está pasando a mí aquí en Italia».
Sin embargo, añadía que, por todo esto, ella no va a dejar de hacer su
trabajo. Y expresaba su preocupación por sus hijas y por cientos de
inmigrantes que, a diario, se enfrentan a situaciones más o menos
complicadas pero que lo hacen sin ningún tipo de seguridad ni de escolta
oficial.
Generosidad. Esta ministra llegó a Italia desde África hace 30 años,
cuando era solo una adolescente. Allí comenzó a estudiar Medicina, una
carrera de alto nivel que se pagó ella misma trabajando como empleada
doméstica y cuidando niños. Según los datos de su biografía, no le
regalaron nada. Y cuando el primer ministro italiano, Enrico Letta, la
eligió para su Gobierno, ella ya era cirujana, algo poco común en la
clase política en general. Lo normal es que abandone la Administración
ante tanta basura que no se centra en su gestión, sino en su persona y
su origen. Pero mientras escribo, leo que ha decidido quedarse. Y eso es
una buena noticia. A ver si sirve de algo.
Ana Pastor, Responsabilidad pública, SModa, 01/02/2014
Comentaris