Carta d' Aldous Huxley a Orwell.
Orwell i Huxley |
Wrightwood. California. 21 de octubre, 1949
Estimado Orwell,
Muy amable de su parte pedirle a sus editores que me mandaran un
ejemplar de su libro. Me llegó cuando estaba en medio de un trabajo que
requería mucha lectura y consulta de refrencias, y dado que mi pobre
vista me exige que racione mis lecturas, he tenido que esperar largo
tiempo antes de embarcarme en 1984.
Al estar de acuerdo con todo lo que la crítica ha escrito sobre el
libro, no necesito decirle, una vez más, qué sutil y qué profundamente
importante es su libro.
¿Podría hablarle en cambio de aquello de lo que el libro trata: la revolución definitiva?
Los primeros indicios de una filosofía de la revolución definitiva -la
revolución que se encuentra más allá de la política y de la economía y
que supone una total subversión de la psicología y la fisiología del
individuo- se encuentran en el Marqués de Sade, que se consideraba a sí
mismo como el continuador, el consumador de Robespierre y de Babeuf.
La filosofía de la minoría gobernante de 1984 es un sadismo que
ha sido llevado a una conclusión lógica, llegando más allá de lo
sexual, y negándolo. Que en la actualidad la política de la
bota-en-la-cara pueda seguir imponiéndose indefinidamente parece dudoso.
Lo que yo creo es que la oligarquía privilegiada encontrará maneras
menos arduas y derrochadoras de gobernar y satisfacer su codicia de
poder, y tales maneras recordarán a las que se describían en Un mundo feliz.
Recientemente he tenido ocasión de investigar la historia del magnetismo
animal y el hipnotismo, y me sorprendió enormemente la manera en la
que, durante 150 años, el mundo rechazó tomarse en serio los
descubrimientos de Mesmer, Braid, Esdaile y los demás. En parte por el
materialismo imperante y en parte por la imperante respetabilidad. Los
filósofos del XIX y los hombres de ciencia no estaban dispuestos a
investigar los más raros hechos de la psicología de los hombres
prácticos, como políticos, soldados y policías, para desempeñar labores
de gobierno. Gracias a la voluntaria ignorancia de nuestros padres, la
llegada de la revolución definitiva se retrasó cinco o seis
generaciones. Otro golpe de suerte fue la incapacidad de Freud para
hipnotizar con éxito, lo que le llevó a menospreciar la hipnosis. Esto
retrasó la aplicación general de la hipnosis a la psiquiatría durante al
menos cuarenta años. Pero en la actualidad el psicoanálisis se combina
con la hipnosis y la hipnosis se ha extendido de manera fácil gracias al
empleo de barbitúricos, que logran inducir estados hipnóticos y
sugestivos, incluso en los sujetos más recalcitrantes.
En la siguiente generación, los gobernantes del mundo descubrirán que
los condicionamientos de la infancia y la narcohipnosis son más
eficientes como instrumentos de gobierno que las porras y las cárceles y
que el ansia de poder puede ser completamente satisfecha más mediante
el acto de convencer a la gente de que debe amar su propia servidumbre,
que pateándola y flagelándola para que obedezcan.
En otras palabras, me parece que la pesadilla de 1984 está destinada a
ajustarse a la pesadilla de un mundo que se parecerá más al que imaginé
en Un mundo feliz . El cambio será resultado de la necesidad de
incrementar la eficiencia. Mientras tanto, ni que decir tiene, puede que
se produzca una guerra biológica y atómica a gran escala -en cuyo caso
nos sobrevendrán pesadillas de otro tipo, imposibles de imaginar.
Gracias una vez más por el libro. Le saluda atentamente,
Aldous Huxley
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