La societat del cansament.
Byung-Chul Han |
El suicidio causa más muertes anuales que las que suman en conjunto
las guerras y los homicidios. La Organización Mundial de la Salud estima
que para el año 2020 la cifra anual de personas que deciden poner fin
drásticamente a su existencia aumente a un millón y medio de personas.
Así mismo las enfermedades neuronales, la depresión, el trastorno por
déficit de atención con hiperactividad, el trastorno límite de la
personalidad o el síndrome de desgaste ocupacional, entre otras, se han
vuelto el mayor problema de salud de nuestro tiempo, con índices que
deben ser entendidos como los de una gran pandemia global.
El filósofo coreano Byung-Chul Han, en su libro La sociedad del cansancio (convertido en un inesperado best seller en Alemania, y editado en
España por Herder Editorial en 2012), explora la sutil interacción entre
el discurso social y el discurso biológico tomando como base la
permeabilización que se efectúa entre ambos, para denunciar un cambio de
paradigma que, según explica, está pasando inadvertido. Su teoría va
más allá del trabajo de filósofos como Peter Sloterdijk, Roberto
Espósito o Jean Baudrillard, quienes ya habían explorado esta
interconectividad y a quienes Byung-Chul Han refuta, preconizando que ya
no vivimos en una sociedad inmunológica, sino que la violencia
inmanente al sistema es neuronal y, por tanto, no desarrolla una
reacción de rechazo en el cuerpo social.
La violencia neuronal
“Toda época tiene sus enfermedades emblemáticas. Así, existe una
época bacterial que, sin embargo, toca a su fin con el descubrimiento de
los antibióticos. A pesar del manifiesto miedo a la pandemia gripal,
actualmente no vivimos una época viral. La hemos dejado atrás gracias a
la técnica inmunológica. El comienzo de siglo XXI, desde un punto de
vista patológico, no sería ni bacterial ni viral, sino neuronal”,
escribe Byung-Chul.
Según se desprende de La sociedad del Cansancio el siglo pasado
puede definirse desde su propia perspectiva inmunológica: entonces
existía una clara división entre el adentro y el afuera, el enemigo y el
amigo o entre lo propio y lo extraño. También la guerra fría obedecía a
este esquema. El paradigma inmunológico estaba dominado por completo
por el vocabulario de la guerra fría, es decir, se regía conforme a un
verdadero dispositivo militar. Ataque y defensa determinaban no solo la
acción del organismo en el campo biológico sino también el
comportamiento del conjunto de la sociedad. Lo extraño era rechazado
aunque no encerrara en sí mismo ninguna intención hostil. El objeto de
resistencia, tanto en lo biológico como en lo social, era la extrañeza.
Con el fin de la guerra fría, explica Byung-Chul Han,
paradójicamente, se da también un cambio de paradigma inmunológico en el
seno mismo de la biología: la inmunóloga norteamericana Polly Matzinger
rehúsa el concepto de “propio y extraño” y desarrolla un nuevo modelo
en el cual define que el comportamiento del organismo diferencia entre
“amistoso y peligroso”. Lo que significa que la resistencia inmunológica
no se basa en la extrañeza, sino que distingue al intruso que se
comporta de manera destructiva en el interior del organismo, y lo
rechaza, pero mientras lo extraño no llame la atención en este sentido,
la resistencia inmunológica no lo afecta. La idea de Matzinger develó
que el sistema inmunitario biológico es más generoso de lo que hasta
entonces se pensaba, pues no conoce ninguna xenofobia, manifestando que
la antigua concepción de propio y extraño, de ataque y defensa, se
correspondía con una reacción exagerada e incluso nociva para el propio
desarrollo.
Ahora bien, atendiendo a lo que nos dice Byung-Chul Han, este cambio
de paradigma en lo biológico también tuvo su correspondencia en el plano
social. Desde el fin de la guerra fría la sociedad se ha sustraído a la
idea de la “otredad” sustituyéndola por la inofensiva “diferencia”. La
extrañeza ha desaparecido, el nuevo esquema de organización ha dejado
atrás al sujeto inmunológico convirtiendo al individuo en consumidor y
turista de lo exótico. Así, la negatividad que era el rasgo fundamental
de la inmunidad, de lo otro como negatividad, es reemplazado por la
dialéctica de la positividad y su “totalitarismo de lo idéntico”, como
lo definió Baudrillard, marcada por la desaparición de la singularidad,
la proliferación de la homogenización y la equivalencia, así como por
una sobreabundancia de los sistemas de comunicación, información y
producción, que no generan una reacción de rechazo inmunológico en la
sociedad, así como la obesidad no produce una reacción inmunitaria en el
organismo. La diferencia soberana que distinguía lo uno de lo otro ha
desaparecido y ahora lo que impera es lo idéntico.
Es en la sobreabundancia de lo idéntico, en ese exceso de positividad
que no crea anticuerpos, no genera ningún rechazo ni implica ninguna
negatividad, donde Byung-Chul Han encuentra las razones para explicar la
proliferación de los estados patológicos neuronales. La violencia hoy
ha dejado de responder a los esquemas inmunológicos virales de lo propio
y lo extraño, como la planteaba Baudrillard. La violencia hoy es
neuronal e inmanente al sistema, sentencia el autor, quien atribuye al
“superrendimiento”, la “supercomunicación” y la “superproducción”
actual las razones que generan un colapso del Yo, en lo que denomina
“infartos psíquicos”.
Atendiendo a La sociedad del cansancio el agotamiento, la fatiga,
la sensación de asfixia son manifestaciones de esa violencia neuronal
que se ve proyectada desde el corazón mismo del sistema y se infiltra
por todas partes en una sociedad permisiva y pacífica. La positivización
del mundo ha permitido esta nueva forma de violencia. Al encontrar el
espacio de lo idéntico libre de negatividad, sin ninguna polarización
entre amigo y enemigo, entre adentro y afuera, se constituye una forma
de terror de la inmanencia.
Más allá de la sociedad disciplinaria
Según explica Byung-Chul Han la sociedad
disciplinaria de Foucault, con sus cárceles, hospitales y psiquiátricos
ya no se corresponde con la sociedad de hoy en día. Una nueva sociedad
de gimnasios, torres de oficina, laboratorios genéticos, bancos y
grandes centros comerciales componen lo que el autor denomina la
sociedad de rendimiento. El anterior “sujeto de obediencia” ha sido
reemplazado por el “sujeto de rendimiento”. Aquellos viejos muros que
delimitaban lo normal de lo anormal y toda la negatividad de la
dialéctica que encerraba la sociedad disciplinaria han caído, hoy la
sociedad positiva de rendimiento ha reemplazado la prohibición por el
verbo modal “poder”, con su plural afirmativo “Yes, we can”. Las
motivaciones, el emprendimiento, los proyectos y la iniciativa han
reemplazado la prohibición, el mandato o la ley.
Según se explica en el libro la antigua técnica disciplinaria con su
esquema de prohibición, después de cierto punto de productividad alcanza
un límite bloqueante e impide un crecimiento de la producción. Con afán
de maximizar la producción -algo al parecer inherente al inconsciente
social-, se ha reemplazado el paradigma disciplinario por el de
rendimiento. La positividad de “poder” es más eficiente que la
negatividad del “deber”. De este modo el inconsciente social ha pasado
del deber al poder, pero sin anularse uno a otro, esto es, como una
continuidad: el sujeto de rendimiento sigue disciplinado.
En su trabajo La fatiga de ser uno mismo. Depresión y sociedad, A.
Ehrenberg situó la depresión como consecuencia del paso de una sociedad
disciplinaria a una sociedad de rendimiento, esto es, debido a la
desaparición de los roles que otorgaba la sociedad de control y la
posterior inducción a la iniciativa personal que obliga a devenir por
uno mismo. En este planteamiento Byung-Chul Han ve discutible el que no
se haya reparado en la presión por el rendimiento a la que se ve
sometido el individuo actualmente, “en realidad, lo que enferma no es el
exceso de responsabilidad e iniciativa, sino el imperativo del
rendimiento como nuevo mandato de la sociedad de trabajo tardomoderna”, y
su libertad paradógica.
El sujeto de rendimiento
El sujeto de rendimiento se encuentra en guerra contra sí mismo, sentencia Byung-Chul. Libre de un dominio externo que lo obligue a trabajar o lo explote, sometido sólo a sí mismo, “el sujeto de rendimiento se abandona a la libertad obligada o la libre obligación de maximizar su rendimiento. El exceso de trabajo se agudiza y se convierte en autoexplotación. Esta es mucho más eficaz que la explotación por otros, pues va acompañada de un sentimiento de libertad”.
El exceso de positividad también ha variado la estructura y la
economía de la atención, la superabundancia de estímulos e informaciones
ha provocado la fragmentación y la dispersión de la percepción. Esta
fragmentación o atención “multitasking” (multitarea) a la que se
somete el sujeto contemporáneo es una capacidad que no solo aparece en
el ser humano, explica el autor, sino que está ampliamente extendida en
los animales salvajes. El multitasking es una técnica de supervivencia
vital en la selva: un animal salvaje debe estar atento en todo momento a
los diferentes elementos de su entorno para evitar ser devorado por
otros depredadores. Esto imposibilita sumergirse en la contemplación. La
capacidad de atención profunda y contemplativa, de la cual descienden
los grandes logros de la humanidad, está siendo reemplazada
progresivamente por la hiperatención y la hiperactividad.
La agitación permanente, la supremacía de la vida activa que es
ampliamente alabada en la sociedad de rendimiento no genera nada nuevo,
reproduce y acelera lo ya existente, escribe Byung-Chul Han. La
histeria y el nerviosismo imperante de la moderna sociedad activa,
necesita a su vez del dopaje para un rendimiento sin fricciones: “La
sociedad del rendimiento, como sociedad activa, está convirtiéndose
paulatinamente en una sociedad de dopaje”, a lo que agrega que el uso de
drogas inteligentes, que posibiliten el funcionamiento sin alteraciones
y maximicen el rendimiento, es una tendencia bien argumentada incluso
por científicos serios que ven hasta irresponsable el no hacer uso de
tales sustancias. El ser humano en su conjunto, no solo el cuerpo, se
está convirtiendo paulatinamente en una “máquina de rendimiento”.
“El cansancio de la sociedad de rendimiento es un cansancio a solas,
que aísla y divide” concluye el autor. “Estos cansancios son violencia,
porque destruyen toda comunidad, toda cercanía, incluso el mismo
lenguaje.” Atormentan con la imposibilidad de mirar y con la mudez.
Utilizando el Ensayo sobre el cansancio de P. Handke, Byung-Chul Han
teoriza sobre el cansancio del Yo que agotado se convierte en permeable
para el mundo y desarma y afloja la atadura de su identidad. Las cosas
se le vuelven más imprecisas, más permeables y pierden algo de
determinación. El cansancio de la potencia positiva, por agotamiento,
incapacita, confiere indiferencia y esta especial indiferencia otorga a
los cansados un aura de cordialidad. Suprimiendo la rígida delimitación
que divide unos de otros, este cansancio hace posible una comunidad que
no necesite de pertenencia ni parentesco, unida por una profunda
afabilidad, por un cordial levantamiento de hombros. De esta manera, “la
sociedad venidera podría denominarse sociedad del cansancio”.
Ana March, La sociedad del cansancio. Byung-Chul Han, culturamas.es, 21/11/2013
Sobre el autor: Byung-Chul Han, de origen coreano,
estudió filosofía en la Universidad de Friburgo y Literatura Alemana y
Teología en la Universidad de Múnich. En 1994 se doctoró por la primera
de dichas universidades con una tesis sobre Martin Heidegger. En la
actualidad es profesor de Filosofía y Teoría de los medios en la Escuela
Superior de Diseño de Karlsruhe. Autor de más de una decena de títulos,
‘La sociedad del cansancio’ es su primera traducción al castellano.
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