El pensar de la ciència i el pensar de la filosofia.
En un amable comentario a estas reflexiones, el
escritor Felix de Azúa recordaba la convicción, de matriz heideggeriana,
según la cual la ciencia sería ajena a la tarea del pensar. El lector
se dirá quizás que esto carece de sentido, al menos si por pensar se
entiende una exigencia de inteligibilidad, pues la ciencia, en el
sentido noble la palabra, está profundamente motivada por esta
exigencia.
¿No es, en efecto, por fidelidad a
exigencias irrenunciables de inteligibilidad que Einstein pasa una parte
de su vida luchando contra las consecuencias ontológicas de la física
cuántica? A pesar de toda su prodigiosa capacidad descriptiva y
previsora, y de su potencialidad para concebir instrumentos que
parecen augurar una casi exhaustiva reducción de la naturaleza a la techne
(piénsese en el tremendo proyecto del ordenador cuántico en el cual se
halla implicado, entre otros, el físico español Ignacio Cirac),
la mecánica cuántica (en su interpretación standard ) se había
convertido para Einstein en un disciplina que vulneraba los principios
sobre los que reposa la inteligibilidad, y en consecuencia era
literalmente ininteligible. En suma: Einstein se negaba a
reducir la ciencia a su capacidad descriptiva y su potencia reductora
y en se negaba a baremar en función de ellas el peso de la misma;
Einstein tenía la convicción de que la ciencia ha de tener un destino
más elevado que no es difícil identificar a la exigencia misma del
pensar ("un uso más elevado de la matemática" que el de ser instrumento
de cómputos prácticos exigía ya Descartes en su época ),
Y sin embargo, tras su evidente exageración, la convicción de que "la ciencia no piensa" tiene un poso de verdad, si por pensar
entendemos algo que va incluso más allá de la búsqueda de
inteligibilidad. Y no me estoy refiriendo al pensar del poeta y en
general del artista, de cuyo enorme peso para los "intereses de la
razón" sigue siendo el mejor exponente la kantiana Crítica del Juicio. Me refiero precisamente al pensar de la filosofía, que de entrada surge como algo esencialmente problemático.
La
filosofía no es desde luego (al menos, eso no es en ella lo esencial)
un pensar que, como el del poeta, explora las potencialidades y
recursos que el lenguaje tiene con vistas a su propia recreación. Pero
el pensar de la filosofía no es tampoco el pensar de la ciencia. No
cabe encasillar la filosofía como una modalidad particular de la manera
de hacer de los científicos (lo cual supone que en la distribución
administrativa de la universidad la filosofía no puede ser una facultad
paralela a la facultad de biología o de física, asunto considerado por
Kant en su Conflict de las Facultades). Simplemente la filosofía no es ciencia. Y sin embargo la filosofía va tras
(con todo el equívoco de la expresión) la ciencia. Su pensar es un
pensar que sigue en el tiempo al pensar de la ciencia y desde luego
extrae toda la savia del mismo, pero también la filosofía está detrás de
la ciencia dándole quizás soporte. La filosofía en todo caso para tener
legitimidad ha de añadir algo a la ciencia, ha de decir cosas que la
ciencia no dice. ¿Qué añade o dice? Asunto problemático:
La
base de las consideraciones sobre temas de física que aquí me han
ocupado pueden ser extraídas de cualquier manual de la disciplina.
Ningún elemento de información es de mi propia cosecha. Ni siquiera, es
un ejemplo, el señalar la radical diferencia que para una concepción
aristotélica de la physis (en la cual el estatuto de hallarse
en movimiento no puede de manera alguna ser confundido con el estatuto
de hallarse en reposo) supone principio de relatividad de Galileo. Esto
es algo que en ocasiones forma parte de la reflexión del profesor de
física y en todo caso del historiador de la física. ¿Por qué sostengo
pues que estamos aquí ante un problema de metafísica y no sólo ante un
problema de ciencia o de historia de la ciencia. La respuesta sólo puede
venir del énfasis en la intención Se trata ciertamente de
conocimiento, y de conocimiento riguroso, y por eso la ciencia es la
base, pero se trata asimismo de algo más. Pero, ¿en qué consiste ese
algo?. ¿Qué añadir si estuviera ya resuelto el problema de la
indispensable información (científica pero también filológica e
histórica a fin de poder interpretar textos e insertarlos en contextos) y
hubiera ya sido planteado el eventual problema de evaluación e
interpretación de dicha información en el seno mismo de la ciencia? ¿Qué
hace, en suma, el metafísico? Habrá que seguir preguntándoselo.
Víctor Gómez Pin, Asuntos metafísicos 35. Tras el pensar de la ciencia, El Boomerang, 11/02/2014
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