El problemàtic estudi científic de la inspiració.
Un poeta es algo luminoso, alado, sacro y nunca capaz de componer hasta que
se torna inspirado (…) porque no se expresa por obra del arte, sino gracias al
poder divino. Platón, Ion, 534
La experiencia de un súbito
atisbo es tan extraordinaria que resulta natural recurrir a explicaciones
extraordinarias, incluyendo la inspiración. El término inspiración procede del latín inspirare,
“respirar hacia dentro”. La inspiración significa primero y sobre todo la
afluencia de un atisbo introducido en un ser humano por los dioses. La idea de
inspiración refleja la experiencia habitual de que los atisbos, como chispas,
proceden de la nada. La inspiración es el sobreimpulso definitivo.
Con el desarrollo gradual de una
ciencia de la mente, se tornó natural buscar las fuentes naturales de la
inspiración en mecanismos mentales complejos y no en fuentes divinas. La
atención se desplazó a la determinación del modo en que la propia mente, y no
un dios entre bastidores, constituía la fábrica del atisbo. Los procesos
mentales de razonamiento y comprensión parecieron inadecuados en relación con
el logro centelleante del atisbo. Así que se buscó algo más, algún proceso
especial, algún peculiar sobreimpuso psicológico.
Uno de éstos correspondió a la
noción de “bisociación” expresada por Arthur Koestler en The Act of Creation (1964). Otro ejemplo más contemporáneo es la
codificación, combinación y comparación selectivas, tres procesos cognitivos
destacados por Janet Davidson y Robert Sternberg para explicar el atisbo. Otro
sobreimpulso con un giro diferente es la incubación, durante la cual la mente,
apartada por algún tiempo del problema, sigue trabajando silenciosamente sobre
éste, como si se tratara de una tostadora, hasta que acaba por saltar la
solución. (…)
Tales propuestas son tentadoras.
Atribuyen unos procesos peculiares a lo que constituye claramente un tipo
específico de experiencia humana. Pero este paso supone un riesgo. Hay incluso
una palabra enrevesada para tal peligro: hipostización.
Eso significa asignar una existencia material a algo que quizá no la tenga.
Nuestra experiencia de calor y del frío proporciona el ejemplo perfecto de una
hipostización apresurada. Los científicos primitivos y los niños actuales se
inclinan hacia la conclusión muy natural de que el frío es un cierto tipo de
sustancia inherente en los objetos. Pero la física nos enseña que el frío
representa simplemente la ausencia relativa de calor. Aunque lo experimentemos
como algo distinto, no lo es.
Consideremos el humor para
orientarnos hacia un aspecto de la experiencia humana más próximo al atisbo. (…)
los buenos chistes transmiten un súbito extremecimiento de comprensión. Con el
fin de dar vida a estas ideas, volvamos a una ocurrencia de Stephen Wright, un
cómico de Boston:
Los aviones del aeropuerto local vuelan en realidad muy cerca del tejado de
mi casa. El otro día, cuando iba de la cocina al cuarto de estar, la azafata me
dijo que me sentara.
Si esto parece gracioso es porque la mente humana, al encontrar la
ocurrencia, puede integrar rápidamente su conocimiento previo acerca del
despegue de aviones, las instrucciones de las azafatas y los desplazamientos
por el propio domicilio para comprender la anomalía de la situación.
El humor es, desde luego, una experiencia humana peculiar. Pero ¿querríamos
plantear un proceso psicológico especial del humor para explicar cómo
entendemos un chiste? Eso parece ir demasiado lejos. Entendemos los chistes de
la misma manera que cualquier relato, sólo que una vez que los comprendemos,
cuando advertimos la contradicción o el cambio súbito que hay en su meollo, nos
reímos. Una experiencia peculiar como la del humor no implica necesariamente un
proceso específico humorístico que desencadene la experiencia.
De manera análoga, conviene tener cautela a la hora de proponer “procesos
de atisbo” especiales y psicológicos como la bisociación, el procesamiento
selectivo o la incubación para explicar cómo llegan de súbito los individuos a
una comprensión que supone un salto de pensamiento tras una larga búsqueda.
Quizá necesitamos reconocer tales procesos. Pero tal vez no sea éste el caso.
No deseamos caer en la trampa de hipostizaciones apresuradas y suponer que
existe un proceso psicológico especial que se corresponda con experiencias en
apariencia peculiares pero que tal vez no lo son. (pàgs. 197-199)
Rige aquí un principio de frugalidad. Expresado por Guillermo de Ockham, monje, teólogo y fil´sofo del siglo XIV, este
principio es conocido por doquier como la
navaja de Ockham. Ockham vino a decir: “Cuando expliques
algo, haz que sea tan sencillo como puedas. No supongas nada más que lo que
requieres”. Aplicada al chasquido cognitivo, la navaja de Ockham señalaría: “No
supongas la existencia de unos sobreimpulsos mentales si no los necesitas para
explicar los fenómenos observados”.
¿Qué es lo que los mecanismos mentales explican respecto a los chasquidos
cognitivos? Dos recursos familiares y enteramente psicológicos pero no técnicos
–el razonamiento y la comprensión- ayudan a quien acomete un problema a dar
estos últimos pasos. El razonamiento ordinario explica los denominados “chasquidos
lentos”. Un individuo se enfrenta con un problema de atisbo, descubre
finalmente un enfoque razonable y deduce y confirma el valor de una solución
durante uno o dos minutos o una o dos horas, bastante rápidamente en
comparación con el tiempo invertido en buscar a través de un páramo de
posibilidades.
Por lo que atañe a los chasquidos rápidos, los auténticos estremecimientos,
la comprensión proporciona el mecanismo psicológico. Comprensión es una
denominación cotidiana para designar la capacidad de la mente de atender algo
con rapidez, habida cuenta de unos estímulos solícitos y del adecuado
conocimiento básico. Usted escucha el comentario, lo entiende. Usted oye el
chiste, lo entiende. De manera análoga, cuando se halla sintonizado con un
problema, indagando en torno de sus complejidades, familiarizado con sus
recovecos, abierto a direcciones inesperadas dentro del verdadero espíritu del
Klondike, tropieza con el indicio adecuado que conduce hacia una solución … y
de repente lo entiende. (…)
La comprensión no parece actuar en el logro del atisbo súbito de un modo
diferente que en el entendimiento de cuestiones más corrientes como un
comentario o un chiste. En beneficio nuestro, integra rápida e intuitivamente
la imagen. En el caso del atisbo, el resultado nos sorprende tanto que sentimos
la tentación de postular un proceso especial, de nuevo la hipostización. Pero no
deberíamos hacerlo. Otra vez, la navaja de Ockham.
(…) El arte del salto del pensamiento no implica poner en marcha un
sobreimpulso mental sino tan sólo resolver un problema de maneras
estratégicamente adaptadas a los espacios de posibilidad de Klondike. (pàgs 212-214)
David Perkins, La bañera de Arquímedes y otras historias
del descubrimiento científico. El arte del pensamiento creativo, Paidós,
Barna 2003
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