La bogeria metafísica de Descartes.



Soy el único hombre en la tierra y acaso no hay tierra ni hombre.
Acaso un dios me engaña.
Acaso un dios me ha condenado al tiempo, esa larga ilusión.
Sueño la luna y sueño mis ojos que perciben la luna.
He soñado a Cartago y a las legiones que desolaron a Cartago.
He soñado a Virgilio.
He soñado la colina del Gólgota y las cruces de Roma.
He soñado la geometría.
He soñado el punto, la línea, el plano y el volumen.
He soñado el amarillo, el azul y el rojo.
He soñado mi enfermiza niñez.
He soñado los mapas y los reinos y aquel duelo en el alba.
He soñado el inconcebible dolor.
He soñado mi espada.
He soñado a Elisabeth de Bohemia.
He soñado la duda y la certidumbre.
He soñado el día de ayer.
Quizá no tuve ayer, quizá no he nacido.
Acaso sueño haber soñado.
Siento un poco de frío, un poco de miedo.
Sobre el Danubio está la noche.
Seguiré soñando a Descartes y a la fe de sus padres.



Jorge Luis Borges "La cifra", en Obra poética 1923 / 1985.


Descartes plantea en el siglo XVII un doble proyecto imposible. Este proyecto consiste en definir un método puro a partir del cual podamos cuestionar todos los supuestos saberes e iniciar una construcción nueva del saber fundamentada en una razón no contaminada por los prejuicios. Una razón que se despliega de manera lógica, es decir clara y rigurosa.

Este proyecto es imposible por varios motivos. El primero es que no se puede definir el método anteriormente al saber porque al construir el método ya estamos presuponiendo muchos saberes. El segundo es porque el propio proceso del pensar implica conceptos y estos son el resultado de un conglomerado heredado, que por mucho que queramos criticar lo hacemos siempre a partir de los materiales que hemos heredado. Si leemos las Meditaciones cartesianas vemos claramente como un concepto históricamente muy potente, el de Dios como Ser Perfecto se incorpora a su razonamiento de una manera que, con la distancia del tiempo, podemos ver que de una manera totalmente falaz.


El segundo proyecto es el de justificar el mundo real a partir del sujeto. Descartes no puede salir del solipsismo con sus planteamientos. Si negamos la evidencia de la experiencia corporal, ni nos reconocemos en un cuerpo real ni podemos afirmar la existencia del mundo físico. Para hacerlo tiene que afirmar antes la existencia de Dios, como garantía del valor de la experiencia. Y aquí no lo seguimos porque esta argumentación la vemos hoy como totalmente falaz.

Descartes tiene una influencia especialmente negativa con su dualismo entre lo mental y lo material. El dualismo anterior era relativo porque, incluso en Platón, el alma era el principio de la vida. Lo vivo es animado, tiene alma. En Descartes la vida es un mecanismo. Afortunadamente, como analiza el gran Georges Canguilhem, triunfa un cierto vitalismo.

Pero queda una gran influencia cartesiana en la concepción mecánica de lo vivo. Un mundo de autómatas. La misma medicina, en lo que tiene de cartesiana, considera el cuerpo humano como un conjunto de engranajes y piezas. La medicina psicosomática ha servido para superar una concepción tan limitada y de consecuencias tan negativas.

Hay una última cuestión que quiero plantear, para mí la más importante. La gran falacia de Descartes se inicia al principio de sus Meditaciones. En la primera meditación Descartes duda de los sentidos a través de la hipótesis del sueño: podríamos estar durmiendo cuando experimentamos el mundo. Ya lo decía el sabio chino Zhuang Zhi : ¿He soñado que soy una mariposa o soy una mariposa que sueña ser un hombre?. La hipótesis del genio maligno: podemos tener una mente distorsionada que nos hace ver como lógico lo que es absurdo. Pero antes, dice Descartes: no podemos ser como el loco que se cree un rey siendo un campesino. La razón, dice Descartes, es lo mejor repartido del mundo: solo los locos quedan excluidos.

¿Por qué hemos de aceptar este axioma? Lo negarán Jacques Lacan y Michel Foucault. El segundo lo hará explícitamente contra Descartes: la razón y la locura no se excluyen. Lacan llegará más lejos : la locura es el límite de la razón. Lo cual quiere decir que es la razón la que conduce a la locura. Freud ya vio la lógica interna del delirio. Los paranoicos son absolutamente lógicos.

Concretemos esto último en la película Una mente maravillosa. John Nart está loco. (Reivindico aquí la palabra loco frente al de enfermedad mental, que anula el sujeto. Así lo plantean algunos psiquiatras actuales, como José Mª Alvarez. Existen sujetos locos y sujetos enfermos pero la enfermedad mental elimina la subjetividad). Lo más propio del sujeto queda anulado. John Nart es excesivamente racional y lógico. Incluso su delirio paranoico es lógico. Su mujer le dice que lo único que le salvará de la locura es el cuerpo. Sentir el cuerpo y sus emociones, esto es lo que nos permite conectar con lo real e impedir que la razón derive en locura.

Descartes está loco. Es una locura su proyecto. Es una locura hacer de la razón la única guía. Y quizás sea también una locura la teoría de los juegos que le valió a John Nart el Premio Nobel de Economía. Quizás es una locura de los economistas pensar que hay que entender a los agentes económicos como agentes puramente racionales.

Luis Roca Jusmet, Contra Descartes: la locura de la razón, Materiales para pensar, 05/04/2014

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