text 19: Javier Gomá: "El primer deber de una sociedad es salvarse"





Lo más interesante de la pandemia es que hace patente las limitaciones de las teorías políticas de las instituciones y de los sistemas. Ha habido siempre una cierta tendencia a tecnificar la política y ponerla en manos de los tecnócratas, como si la política fuera una ciencia básica y estuviera reservada a expertos. Ahora bien, de todas las ciencias que existen la menos predictiva y en consecuencia la menos científica es justamente la política. Se dice de ella humorísticamente que lo predice todo menos el futuro. Y es que el comportamiento de las sociedades, a diferencia de la naturaleza, acaba dependiendo de miles de decisiones individuales, libres, imaginativas, irrepetibles, imprevisibles. Una sociedad descansa en la ejemplaridad de los individuos que configuran costumbres.
Por eso desde Aristóteles la virtud política por excelencia es la prudencia individual, que aplica lo correcto al caso concreto conforme a un tacto indefinible que está en manos de hombre corriente, no de los expertos. Y se hizo patente en la buena rueda de prensa que dio Pedro Sánchez el sábado 14 cuando el Gobierno declaró el estado de alarma. El gobierno podía aprobar unas leyes, movilizar todos los recursos institucionales, pero, como él mismo dijo, vencer el virus dependía de no extender el contagio, lo cual a su vez dependía del cuidado, el comportamiento, la ejemplaridad cívica de hombres y mujeres comunes que asumían la necesidad de un comportamiento por su parte. ¡Bella metáfora del funcionamiento de la sociedad real! Todo pende de la ejemplaridad individual, colectivamente orientada. Sin excluir, por supuesto, la importancia fundamental de las instituciones para orientar, coordinar, colaborar y a veces forzar un comportamiento. 
Lo democrático sufre en tiempos de alarma: ceden libertades y derechos para que la sociedad pueda defenderse de un peligro mortal. “Salus publica suprema lex esto”, solían decir los romanos, donde “salus” significa tanto salud como salvación. El primer deber de una sociedad es estar a salvo, salvarse, preservar su salud. Y en estas circunstancias la separación de poderes se modula en este momento excepcional porque, para coordinar la lucha con todos los medios disponibles, el Gobierno asume funciones casi soberanas, parecido a un sistema autoritario, pero aquí con respeto de la Constitución y eso quiere decir que de forma limitada y controlada.
Me acuerdo de una cita de los Pensamientos de Pascal: “He dicho muchas veces que la desgracia de los hombres viene de una sola cosa: de no saber estarse quieto en su cuarto”. Bueno, pues ahora tenemos ocasión de aprender a estar en nuestro cuarto. A lo mejor aprendemos a soportarnos a nosotros mismos. Y, después, saltamos a los demás y creamos una amistad cívica con los demás. La gran paradoja ahora es que nos encerramos para anudarnos. Nos retiramos por solidaridad con los demás. 

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