Metafísica i veritat (Vattimo)







Podríamos resumir todo esto también diciendo que la historia de la metafísica occidental —es decir, la historia de nuestra cultura judeogrecocristiana— es la historia de la (disolución de la) verdad. (...)

Ahora bien, ¿cómo ha podido suceder que la creencia en la verdad haya determinado nuestra historia? Esta es la cuestión de la metafísica, de su nacimiento y su posible superación. Cuando escribe Ser y tiempo (1927), Heidegger es todavía “existencialista”, al menos si lo comparamos con el Heidegger posterior a la Kehre: el Heidegger que abandona la centralidad de la Eigentlichkeit [autenticidad] por una meditación sobre el Ereignis [acontecer (ex)apropiador] de la historia del ser. Algo paradójicamente, este Heidegger que piensa precisamente en la historia del ser también ha dejado de lado todo discurso sobre el porqué de la metafísica. Mientras que en Ser y tiempo todavía se puede pensar que la metafísica sea una especie de pecado original del ser-ahí —similar al pecado original bíblico, puesto que no podemos quitárnoslo de encima como un error sin más superado, sino que se trata de un “pecado” que siempre es cometido por el ser-ahí—, después de la Kehre, con la desaparición de la noción de autenticidad parece desaparecer también esta posible “explicación” del porqué de la metafísica, que deviene a todos los efectos un “destino” del ser. Para entender cómo la noción de la verdad como datidad se puede considerar “responsable” de la afirmación de la metafísica y del triunfo de la técnica deshumanizante es importante recordar precisamente la cuestión de la autenticidad en Ser y tiempo. El estado “deyecto” del ser-ahí, su ser ya-siempre en la condición de quien piensa el ser, y también a sí mismo, sobre el modelo de lo simplemente presente, se conecta directamente con su tendencia a abandonarse al man [el “uno de tantos”, el anónimo masa] y al comercio intramundano con los propios similares. La metafísica misma, por lo tanto, con su privilegiar la simple presencia y la “objetividad” de la verdad, es un “producto” del ser social propio del ser-ahí. Un paso más allá de Heidegger puede llevarnos a ver más específicamente la relación entre “objetivación” de sí y del otro, y concepción de la verdad como datidad. La inautenticidad cotidiana de Ser y tiempo no es ulteriormente indagada por Heidegger, quien parece asumirla con algo de excesiva simplificación como un mal hábito que se sigue “naturalmente” del comercio intramundano. Pero ¿por qué, preguntamos nosotros, en este comercio intramundano se afirma la idea de verdad como datidad factual? Hay una página de Nietzsche que viene aquí a la mente, aunque sólo sea para sugerir una analogía: en La gaya ciencia, Nietzsche sugiere la idea de que la conciencia de sí no es una dotación original indispensable para la vida del individuo, sino que es necesaria para la relación “entre el que manda y el que obedece”. Este último, de hecho, está obligado a dar cuenta de sí a quien le da órdenes. La relación en la que el ser-ahí está ya siempre arrojado con sus propios similares en el comercio intramundano no es nunca una relación neutra, siempre configura jerarquías o, de todos modos, relaciones conflictuales. Es, por otra parte, lo que Heidegger mismo dice en el parágrafo 37 de Ser y tiempo: “Unter der Maske des Füreinander spielt ein Gegeneinander” (“Bajo la máscara del ser-uno-para-el-otro, domina el ser-uno-contra-el-otro”)… (…) En la idea de verdad como objetividad que “se impone” y sirve para “dar razón” hay un germen de violencia, precisamente aquel que infecta a la metafísica desde su raíz más profunda.


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