text 27: Judith Butler, El capitalismo tiene sus límites




El virus no discrimina. Podríamos decir que nos trata de manera igualitaria, nos coloca igualmente en riesgo de enfermarnos, de perder a alguien cercano, de vivir en un mundo de amenaza inminente. Por el modo en que se mueve y golpea, el virus demuestra que la comunidad humana es igualmente precaria. Al mismo tiempo, sin embargo, el fracaso de algunos estados o regiones para prepararse por anticipado (los Estados Unidos son quizás el más notorio miembro de este club), el refuerzo de las políticas nacionales y el cierre de fronteras (a menudo acompañado de una xenofobia en pánico), y la llegada de emprendedores ávidos de capitalizar el sufrimiento global, todo esto testimonia la velocidad con la cual la desigualdad radical -que incluye el nacionalismo, la supremacía blanca, la violencia contra las mujeres, queers y personas trans-, y la explotación capitalista encuentra formas de reproducirse y fortalecer sus poderes al interior de las zonas de pandemia. Esto no debería sorprendernos.

El virus por sí mismo no discrimina, pero nosotros humanos seguramente lo haremos, formados y animados como estamos por los poderes entrelazados del nacionalismo, el racismo, la xenofobia, y el capitalismo. Es más que probable que veamos en el próximo año un escenario doloroso en el cual las criaturas humanas hagan valer sus derechos a vivir a expensas de los otros, reinscribiendo distinciones espurias entre las vidas que pueden ser dignas de duelo y las que no, es decir, aquellos que deberían ser protegidas de la muerte a cualquier costo y aquellos cuyas vidas no son consideradas valiosas de salvaguardar de la enfermedad y la muerte.

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