"L'herència del Déu perdut" (Peter Sloterdijk)




Peter Soterdijk (Karlsruhe, 1947) explora las múltiples consecuencias de la desaparición de Dios en las culturas laicas de la modernidad. Queda claro que «ocultar a Dios» no debe confundirse con una «muerte de Dios». El filósofo alemán afronta así con escepticismo el concepto de «Ragnarök», traducible como «fin del mundo» o como «ocaso de los dioses». Algo que le conduce a una crítica de Wagner y de Nietzsche y su decreto de defunción de Dios. No hemos matado a Dios -nos dice-, sino que lo hemos negado y escondido. Más que morir, lo hemos «perdido» a través de una cultura secularizada, de ahí su significativo título, «La herencia del Dios perdido». Una pérdida cuya herencia resulta poco halagüeña. Sloterdijk sitúa el comienzo de este olvido de la Divinidad en la filosofía del XVIII con Giambattista Vico, quien ya distingue entre la era de los dioses y la posterior de los héroes y los hombres. El punto de inflexión se encuentra en la razón científica. Las sagradas escrituras ensalzaron a un Dios autor de todo lo existente. Ahora el turno de la creación pasa a manos del ser humano, que investiga y construye una tecnología cada día más omnipresente. Se trata de lo que Sloterdijk denomina el «Octavo Día de la Creación». El orgullo humano silencia a la Divinidad, para endiosarse como dueño absoluto de ese «octavo día». 

Estamos ante una nueva fe laica que admira las innovaciones tecnológicas de ese octavo día, pero que las contempla con recelo y desdicha, pues se instala cada vez con más fuerza el miedo a lo destructivo de esa creatividad. Desechos capaces de colapsar el medio ambiente. Manipulaciones genéticas que amenazan con desembocar en lo monstruoso. Máquinas para producir adicciones. Juegos con partículas subatómicas susceptibles de causar el holocausto de la Humanidad. Toda esa tecnología posee un cariz gótico, dotada del poder de provocar la extinción de sus creadores. Y un Dios al que pueden aniquilar sus criaturas no es un Dios, sino un impostor. Un estafador condenado a una perpetua angustia. 

El autor de «Esferas» indaga con sagacidad en esta cuestión central del alma de nuestro tiempo técnico, donde la Humanidad se autodiviniza. El hombre extravía su dimensión trascendente y se ve como un producto mecánico. La autoconfianza se destruye. Las creaciones tecnológicas de la Humanidad hacen que esta se perciba, según Freud, como «una especie de Dios de prótesis». Un segundo Dios ortopédico.

Esa cultura de masas desespiritualiza y vacía de vida interna a la persona. Solo queda su imagen externa, su apariencia mediática ante los demás, con la infantilización que eso conlleva. Por ello Sloterdijk capta una urgencia en entrar en una fase post-secular. El problema no es la tecnología en sí misma, sino la carencia de lo sagrado por autoendiosamiento de la Humanidad. Los dogmas laicistas deberían cuestionar sus premisas. El pensador germano divisa una vía para lograrlo en la filosofía de William James y su defensa del derecho a creer. Se constata que somos una especie por naturaleza creyente, y la falta de esa facultad de creer nos causa una profunda herida. Otro camino hacia la superación del dogma secular lo halla en el retorno de lo místico. No en una alucinación enfermiza, sino en una introspección de nuestra experiencia interior.

Rafael Fuentes, Sloterdijk explora el octavo día de la creación, ABC 05/03/2020

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