El coronavirus i les insuficiències de la filosofia.




Podría parecer que dado lo mal que se le dio a la filosofía eso de buscar certezas, hubiera conseguido algo más de pericia en bregar con la incertidumbre, pero no hay más que leer los artículos escritos sobre la actual pandemia por dos de los filósofos más relevantes del momento, Giorgio Agamben y Slavoj Zizek, para comprender que no es así. Agamben ve aquí una nueva excusa para que los gobiernos tecnocráticos expandan su control mediante la tendencia a utilizar el estado de excepción, Zizek se pierde en vaguedades sobre una nueva hermandad futura neocomunista auspiciada por la técnica y, como un Heidegger redivivo, se limita a recomendar Gelassenheit (serenidad) como antídoto ante el miedo global, que ha venido para quedarse.

¿Saben qué es lo más filosófico que creo haber hecho estos días? Salir con mi hija a las ocho de la tarde a la terraza a aplaudir junto con buena parte del barrio. No sé cuánto durará este gesto, pero es el reconocimiento implícito por parte de quienes probablemente ni siquiera se lo han planteado nunca, de que lo que nos distingue como humanos es la cooperación, que somos el primate más colaborativo que existe, y que, como han mostrado los psicólogos, lo somos desde los primeros meses de nuestra vida. La razón no es tan exclusiva de nuestra especie como se creía; si acaso lo es la pretensión de tener la razón a toda costa. Esa celebración vespertina de nuestra capacidad para cooperar sí que me parece digna de atención. Mientras que algunos gobiernos hacen cuentas con el número de muertos que tal o cual medida frente a la pandemia tendría, hay personas jugándose la vida por salvar la de otras personas.

Antonio Diéguez, Una pandemia sin norte: los pensadores no levantan cabeza con el coronavirus, El Confidencial 20/03/2020

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