Màgia i disonància cognitiva.




... el mago no engaña la mirada del espectador, engaña a su cerebro. Un ojo recibe 70 gigabytes por segundo y transmite un megabyte por segundo de información. Un tercio del cerebro se dedica a procesar los datos que proceden de la visión. Sin embargo, es incapaz de administrar toda la información que recibe con intermitencias (parpadeo cada cinco o seis segundos; movimientos oculares inconscientes y espontáneos, las llamadas microsacadas). Además es lento, trabaja con un retraso de un tercio de segundo en el procesamiento de la información. Todo ello le obliga a construir una ilusión de continuidad, hacer inferencias y anticipar constantemente acontecimientos. “El mago se aprovecha de esta anticipación. En la presentación de un efecto propone un relato que refuerza las predicciones del espectador para llegar a un desenlace donde desmonta estas expectativas lógicas. Es lo que llamamos ‘disonancia cognitiva’. Te crea la ilusión de que ha sucedido algo imposible porque tienes una contradicción irresoluble entre tus expectativas sobre lo que sucederá, conforme lo guardado en las memorias, y el final que se te presenta”. Eso explica los dos tabúes principales para un mago: no repetir un juego y no dar explicaciones anticipadas sobre lo que finalmente se verá. “Se trata de estrategias para controlar la atención del espectador. Si sabes cómo irá un juego te ocupas de mirar otras cosas y es básico que el mago controle tu atención. Y en este control juega un papel muy importante la mirada del mago que, como en las relaciones humanas no verbales, dirige la mirada del espectador”.

Tomàs Delclós, La neurociencia indaga en la magia, El País 17/03/2020

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