La filosofia i el poema de Parmènides.
Parmènides |
La forma poética en Parménides es esencial, cubre con su
autoridad la conservación del discurso en la proximidad de lo sacro. Ahora
bien, la filosofía sólo puede comenzar por una desacralización: instaura un
régimen del discurso que es su propia y terrena legitimación. La filosofía
exige que la autoridad misteriosa y sagrada de la dicción profunda sea
interrumpida por la laicidad argumentativa.
Es por esto que Parménides es una suerte de precomienzo de la filosofía: cuando, con respecto a la cuestión del no-ser, bosqueja un razonamiento por el absurdo, este recurso latente a una regla autónoma de consistencia es, en el interior del poema, una interrupción de la colusión que el poema organiza entre la verdad y la autoridad sagrada de la imagen o del relato.
Es esencial ver
que el apoyo de esta interrupción no puede ser más que del orden del matema
, si se entiende por ello por ello las singularidades discursivas de la
matemática. El razonamiento apagógico es sin ninguna duda la matriz más
significativa de una argumentación que sólo se sostiene por el imperativo de
consistencia, y se revela incompatible con cualquier legitimación por el
relato, o por el estatuto (iniciado, sagrado) del tema de la enunciación. El m
a t e m a es aquí lo que, haciendo desaparecer al Decidor, ausentando su lugar
de toda validación misteriosa, expone la argumentación a la prueba de su
autonomía, y entonces al examen crítico, o dialógico, de su pertinencia.
La filosofía comenzó en Grecia porque solamente allí el matema permitió interrumpir el ejercicio sacro de la validación por el relato (el mito, diría Lacoue-Labarthe); Parménides nombra el pre-momento, aún interno al relato sagrado y a su captura poética, de esta interrupción.
La filosofía comenzó en Grecia porque solamente allí el matema permitió interrumpir el ejercicio sacro de la validación por el relato (el mito, diría Lacoue-Labarthe); Parménides nombra el pre-momento, aún interno al relato sagrado y a su captura poética, de esta interrupción.
Se sabe bien
que Platón habla de la reflexión
llevada hasta la desconfianza sistemática hacia todo lo que dice un poema. Platón nos propone un análisis completo
del gesto de interrupción que constituye la posibilidad de la filosofía:
En lo que
concierne a la captura imitativa del poema, su seducción sin concepto, su
legitimación sin idea, es preciso alejarla, desterrarla del espacio en que
opera la realeza del filósofo. Es una ruptura dolorosa, interminable (ver el
libro X de La república), pero aquí se juega la existencia de la
filosofía, no una cuestión de estilo.
El apoyo que la
matemática suministra para la desacralización o la despoetización de la verdad,
debe ser explícitamente sancionado, pedagógicamente por el lugar crucial de la
aritmética y de la geometría en la educación política, ontológicamente por su
dignidad inteligible que hace de vestíbulo a los desplazamientos últimos de la
dialéctica.
Para Aristóteles, tan poco poético como es
posible en la técnica de exposición (Platón
en cambio, y lo reconocía, es en todo momento sensible al encanto de lo que
excluye), el poema no es más que un objeto particular, propuesto a las
disposiciones del Saber, al mismo tiempo que a la matemática le son retirados
todos los atributos de la dignidad ontológica que le había acordado Platón. La Poética de Aristóteles
es una disciplina regional de la actividad filosófica. Con Aristóteles, el debate fundador terminó: la filosofía, estabilizada
en la conexión de sus partes, no vuelve dramáticamente sobre aquello que la
condiciona.
De este modo,
desde los griegos, han sido encontrados y nombrados los tres regímenes posibles
de relación entre poema .y filosofía.
1) El primero,
que llamaremos parmenídeo, organiza la fusión entre la autoridad subjetiva del
poema y la validez de los enunciados tenidos por filosóficos. Incluso cuando
interrupciones “matematizantes” figuran bajo esta fusión, están subordinadas en
definitiva al aura sagrada de la dicción, a su valor “profundo”, a su
legitimidad enunciativa. La imagen, el equívoco de la lengua, la metáfora,
escoltan y autorizan el decir Verdadero. La autenticidad reside en la carne de
la lengua.
2) El segundo,
que llamaremos platónico, organiza la distancia entre el poema y la filosofía.
El primero se da en la distancia de una fascinación disolvente, de una
seducción diagonal a lo Verdadero, la segunda debe excluir aquello de lo que
trata, el poema debe llegar a ocupar su lugar. El esfuerzo de desgarramiento
del prestigio de la metáfora poética es tal, que exige que se tome apoyo sobre
lo que, en la lengua, se le opone, esto es la univocidad literal de la
matemática. La filosofía sólo puede establecerse en el juego de contrastes
entre el poema y el matema, que son sus condiciones primordiales (el
poema, del cual debe interrumpir la autoridad, y el matema, al que debe
promover la dignidad). Se puede decir también que la relación platónica con el
poema es una relación (negativa) de condición, que implica otras condiciones
(el matema, la política, el amor).
3) El tercero,
que llamaremos aristotélico, organiza la inclusión del saber del poema en la
filosofía, entendida como Saber de los saberes. El poema no es pensado en el
drama de su distancia o de su íntima proximidad. Es incluido en la categoría
del objeto, en lo que debe ser definido y reflexionado como tal, recortado en
la filosofía, una disciplina regional. Esta regionalidad del poema funda lo que
será la Estética.
Se podría decir
de este modo: las tres relaciones posibles de la filosofía (como pensamiento)
con el poema son la rivalidad identificante, la distancia argumentativa, y la
regionalidad estética. En el primer caso, la filosofía envidia al poema, en el
segundo lo excluye, y en el tercero lo clasifica.
Bajo la
perspectiva de esta triple disposición, ¿cuál es la esencia del proceder del
pensamiento heideggeriano? Se podría esquematízar en tres componentes:
1) Heidegger estableció legítimamente la
función autónoma del pensamiento en el poema. O más precisamente, buscó
determinar el lugar - lugar en sí mismo retirado, o indescubrible de donde
percibir la comunidad de destino entre las concepciones del pensador y el decir
del poeta. Se puede decir que este trazado de una comunidad de destino se opone
sobre todo al tercer tipo de relación, aquel que es subsumido por una estética
de la inclusión. Heidegger sustrajo
el poema al saber filosófico, para llevarlo a la verdad. De este modo, fundó
una crítica radical de toda estética, de toda determinación filosófica regional
del poema. Esta fundación es adquirida como un trazo perteneciente a la
modernidad (su carácter no aristotélico).
2) Heidegger mostró los límites de una
relación de condición que sólo iluminaría la separación del poema y del
argumento filosófico. En delicados análisis particulares, estableció que sobre
un largo período, a partir de Hölderlin,
el poema es el relevo de la filosofía en temas esenciales, principalmente
porque la filosofía durante todo este período permanece cautiva ya de la
ciencia (positivismo), ya de la política (marxismo). Está capturada tal como
decíamos que en Parménides permanece
cautiva del poema: no dispone, en relación con las condiciones particulares de
su existencia, de un juego suficiente para establecer su propia ley. He
propuesto llamar a esta época “la edad de los poetas”. Decimos que al
investigar esta edad por medios filosóficos inéditos, Heidegger mostró que no era siempre posible ni justo establecer la
distancia al poema por el procedimiento platónico del destierro. La filosofía
está obligada a veces a exponerse al poema de un modo más peligroso: debe
pensar por su propia cuenta las operaciones por las cuales el poema toma
conocimiento de una verdad del Tiempo (para el período considerado, la
principal verdad puesta en juego es la destitución de la categoría de
objetividad como forma obligada de la presentación ontológica. De ahí el
carácter poéticamente crucial del tema de la Presencia, que aparece por ejemplo
en Mallarmé, bajo su forma
invertida: el aislamiento o la sustracción).
3)
Desgraciadamente, en su montaje historial, y más particularmente en su
evaluación del origen griego de la filosofía, Heidegger no pudo, al no valorar el carácter originario del recurso
al matema, más que volver sobre el juicio de interrupción, y restaurar,
bajo nombres filosóficos sutiles y variados, la autoridad sagrada de la dicción
poética, y la idea de que la autenticidad se da en la carne de la lengua.
Existe una profunda unidad entre, por una parte, el recurso a Parménides y Heráclito considerados en tanto que recorte de un sitio anterior al
olvido de la eclosión del Ser y, de otra parte, el penoso y falaz recurso a lo
sagrado en los más controvertidos análisis de poemas, especialmente los
análisis de Trakl. La incomprensión
heideggeriana de la verdadera naturaleza del gesto platónico, que se basa
fundamentalmente en la incomprensión del sentido matemático de la Idea (que es
precisamente lo que, desnaturalizándola, la expone en la retirada del Ser),
implica que en lugar de la invención de una cuarta relación entre filosofía y
poema, ni fusional, ni distanciada, ni estética, Heidegger profetiza en vano una reactivación de lo Sagrado en el
apareamiento indescifrable del decir de los poetas y del pensar de los
pensadores
Se retendrá de Heidegger la devaluación de toda
estética filosófica y la limitación crítica de los efectos del procedimiento de
exclusión platónico. Se contestará en cambio que se equivoca cuando, bajo las
condiciones que serían las del fin de la filosofía, sutura este fin a la
autoridad sin argumento del poema. La filosofía continúa, a pesar que los
positivismos están agotados y los marxismos exangües, pero también a pesar que
la poesía, en su fuerza contemporánea, nos ordena liberarla de toda rivalidad
identificante con la filosofía. Pues esta pareja del decir y del pensar es en
efecto aquella, olvidadiza de la sustracción ontológica que inscribe
inauguralmente el matema, que forma la predicación del fin de la
filosofía y el mito romántico de la autenticidad.
Cuando la
filosofía continúa, libera el poema; el poema como operación singular de la
verdad. ¿Qué será el poema después de Heidegger,
el poema después de la edad de los poetas, el poema post-romántico? Los poetas
nos lo dirán, lo hemos dicho, pues desanudar filosofía y poesía, salir de
Heidegger sin recaer en la estética, es también pensar de otro modo la
procedencia del poema, pensarlo en su distancia operatoria, ,y no en su mito
Dos indicaciones
solamente:
1) Cuando Mallarmé escribe: “El momento de la
Noción de un objeto es entonces el momento de la reflexión de su presente puro
en sí mismo o su pureza presente”, ¿qué programa traza para el poema, si éste
se encuentra vinculado a la producción de la Noción? Se tratará de determinar
por cuáles operaciones internas a la lengua se puede hacer surgir una “pureza
presente”, sea la separación, el aislamiento, la frialdad, de aquello que sólo
está presente si no tiene ningún vínculo presentificante con la realidad. Se
podría sostener que la poesía es el pensamiento de la presencia del presente. Y
que precisamente por esto no rivaliza en ningún modo con la filosofía, la cual
tiene por tarea la composicionalidad del Tiempo, y no la pura presencia. Sólo el
poema acumulará los medios para pensar fuera de lugar o más allá de todo lugar,
“sobre alguna superficie vacante y superior”, el presente no se deja reducir a
su realidad, pero convoca la eternidad de su presencia: “Una constelación, fría
de olvido y de desuso”. Presencia que, lejos de contradecir al matema,
implica también “el único número que no puede ser otro”.
2) Cuando Celan nos dice:
Wurfscheibe,
mit Vorgesichten besternt, wirf dich
aus dir hinaus
aus dir hinaus
lo que podría ser traducido como:
Disco,
constelado de previsiones, lánzatefuera de ti
¿Qué es lo íntimo de esta
intimación? Se lo puede comprender así: cuando la situación está saturada por
su propia norma, cuando el cálculo es inscrito sin descanso, cuando no hay
vacío entre saber .y prever, entonces es preciso poéticamente estar listo a
salir fuera de sí mismo. Pues la nominación de un acontecimiento, en el sentido
que hablo, suplementación indecidible, debe ser nombrada para advenir a un
ser-fiel, esto es a una verdad; esta nominación es siempre poética. Para
nombrar un suplemento, un azar, un incalculable, es preciso apoyarse en el
vacío del sentido, en la ausencia de las significaciones establecidas, con
peligro de la lengua. Es necesario entonces poetizar, y el nombre poético del
acontecimiento es lo que nos lanza fuera de nosotros mismos, a través del cerco
en llamas de las previsiones.
El poema liberado de la
poetización filosófica. Sin duda siempre ha habido estos dos pensamientos,
estas dos donaciones: la presencia del presente en el traspasamiento de las
realidades, el nombre del acontecimiento en el salto de los intereses
calculables.
Alain Badiou, Penser
après Heidegger Paris, L'Harmant, 1992
Trad.: Carlos Torres
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