Per què al.lucinem?


Durante casi la mitad de cada año, nuestros antepasados no comían ni fruta ni verduras y, como lo más que podían mantener durante los meses de invierno eran unos cuantos bueyes, vacas, cerdos y gallinas tomaban poca manteca, poca carne fresca y muy pocos huevos. Para cuando llegaba cada primavera, la mayoría de ellos padecían, en formas moderadas o agudas, escorbuto, por carencia de la vitamina C, y pelagra, por insuficiencia en su dieta del complejo B. (...)
La persona desnutrida tiende a sentir angustias, depresiones, hipocondría y sentimientos de ansiedad. También es propensa a tener visiones, porque, cuando la válvula reductora del cerebro tiene su eficiencia reducida, penetra en la conciencia mucha materia inútil (en términos biológicos) del “más allá”, de la Inteligencia Libre.
Buena parte de lo que los antiguos visionarios experimentaban era aterrador. Para utilizar el lenguaje de la teología cristiana, el diablo se revelaba con mucha más frecuencia que Dios en las visiones y éxtasis de esta gente. No puede sorprender esto en una época en que las vitaminas eran deficientes y la creencia en Satanás universal. (...)
La mortificación del cuerpo podía producir multitud de síntomas mentales indeseables, pero también podía abrir la puerta por la que se entraba en el mundo trascendental del ser, el conocimiento y la bienaventuranza. Tal es la razón de que, a pesar de desventajas evidentes, casi todos los aspirantes a la vida espiritual hayan seguido, en el pasado, cursos regulares de mortificación corporal.
En lo que a vitaminas se refiere, cada invierno medieval era un largo ayuno involuntario y este ayuno involuntario era seguido, durante la Cuaresma, por cuarenta días de voluntaria abstinencia. La Semana Santa hallaba al creyente maravillosamente preparado, en lo que se refiere a su química orgánica, para las enormes incitaciones al dolor y la alegría del momento, para los remordimientos estacionales de conciencia y la identificación autotrascendente con el ascendido Cristo. En estos días de la más alta excitación religiosa y de la más baja toma de vitaminas, los éxtasis y las visiones eran cosa casi corriente.

Aldous Huxley, Las puertas de la percepción. Cielo e infierno, Edhasa, Barna 1977

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