La filosofia està de moda.
Si
hubiera que establecer un ranking sobre la importancia de los pensadores
en el estudio del fenómeno de la moda, Gilles Lipovetsky estaría entre
los primeros puestos. Este filósofo francés no ha cesado de analizar el
papel de las tendencias en nuestra sociedad desde que escribiera su
alabada obra, El imperio de lo e mero, a finales de los 80. Pero antes,
en 1824, el erudito Giacomo Leopardi ya había publicado Diálogo de la
moda y la muerte. Y en 1923, el filósofo y sociólogo Georg Simmel había
escrito Filosofía a de la moda. ¿Qué opinión les merecen estas obras y sus
reflexiones a los intelectuales contemporáneos? Estas son las
cavilaciones de seis de ellos.
Gilles Lipovetsky
Su último libro, El esteticismo del mundo: vivir en la edad del
capitalismo artístico, llegará a las librerías españolas en 2014. «En
esta obra vuelvo a esa cuestión del capitalismo artístico como
capitalismo de la sociedad de consumo que ha anexado la lógica de la
moda. Esta ya no ocupa un lugar concreto pero tiene que ver con todo lo
que gira alrededor del consumo. Eso significa un enriquecimiento
increíble de las tendencias en los restaurantes, el deporte, las nuevas
tecnologías, la telefonía… y, de repente, este fenómeno se convierte en
gigantesco. Hasta se habla de fast fashion para referirse a H&M o
Zara. Pero esa renovación incesante también toca la cosmética, la
industria automovilística... y, en ese sentido, se convierte en un
concepto aún mayor. En la modernidad eso ya sucedía un poco. Baudelaire
decía que la moda y la modernidad estaban ligadas y tenía razón, pero en
nuestra sociedad ese concepto se ha disparado tanto que lo podemos
calificar de hipermodernidad. E influye sobre todo aquello que tiene que
ver con la cotidianidad. En las imágenes y la publicidad hay una
estetización que tiene que ver con la moda, no como pasaba antes. Ahora,
el cambio permanente es la consigna. Estamos en una época de
sobreabundancia de tendencias y de estilos y esta situación implica
estudios más completos sobre el tema. Pero sigo pensando que entre la
clase intelectual se sigue viendo, desde arriba, con un cierto
menosprecio. Creo que es un error porque hoy la moda está en el corazón
del funcionamiento del mundo y no se puede ver desde una torre. Los
intelectuales se creen eternos y no se ven a sí mismos como personas a
la moda pero también están expuestos a ella.
Estoy muy de acuerdo con Miuccia Prada cuando decía que «la moda
está siempre conectada con los sentimientos humanos». El mejor ejemplo
es el movimiento punk como forma de excentricidad, exageración y rechazo
total de las normas. La pasión de la moda tiene que ver con el deseo de
singularizarse, de mostrar quién se es y no forzosamente para
posicionarse como alguien original. Por ejemplo, una mujer rica no
quiere decir que es rica; quiere lucir su individualidad, sus gustos
personales y lo que siente en un momento dado».
Miguel Ángel Furones
Ha publicado El escritor de anuncios (Suma de letras) y en febrero
llega su segunda obra. Dice que «la moda nace para desvanecerse porque,
de perdurar, atentaría contra su propia esencia: la exaltación de lo efímero. Aquí el intelectual tropieza y le pierde la pasión porque
pretende sustentar. Recorrer la banalidad del mundo y redimirlo a base
de desvelar su «estructura ausente», que diría Umberto Eco. La moda
cumple una labor en nuestra vida: la de encubrir su condición perecedera
para hacerla soportable. Pero el pensador se niega a concederle ese
valor. Todo lo que la moda impulsa, la sorpresa, el juego, la
inconsistencia, la futilidad, ofende al intelectual tanto como al
clérigo, puesto que ambos recelan de lo inatrapable. La moda mide.
Incluye y excluye. Admite y dimite. Pero mientras actuó exclusivamente
como password social, su poder apenas fue conocido por las clases
más elevadas. Es con la llegada de la comunicación de masas, y con ella de la publicidad, cuando se acomoda como valor universal. Su condición de reguladora de opciones contó desde
entonces con la complicidad de unos vigorosos soportes que, al igual que
ella, precisaban de lo efímero para permanecer: el spot de televisión, la página de revista, la
cuña de radio… Y ahora, acrecentando dicha pujanza, el blog y las redes
sociales. Al aceptar el cambio como mecanismo de permanencia, la moda le
ganó la partida al intelectual. Y no tiene sentido atacarla por su
condición efímera. Porque ella puede respondernos, con toda la razón del mundo, que mucho más efímeros somos nosotros».
Fernando Savater
El último libro de este gran filósofo, Figuraciones mías (Ariel), es una
invitación al placer de pensar. «Lo primero es señalar que modas (es
decir, periódicos cambios de estilo aceptados socialmente por los
aficionados a cualquier campo de la cultura humana) hay de muchas
clases. La moda afecta a la indumentaria, a los accesorios que sirven
para marcar estatus o como señas de distinción, al peinado, a la
decoración del hogar o de espacios públicos, al diseño de vehículos, a
la gastronomía, etc. Pero también a lascorrientes intelectuales de pensamiento, a los gustos artísticos y
literarios, al cine, a los usos lingüísticos (¿cuando se empezó a decir
finde por fin de semana?), a los deportes populares o minusvalorados
(Shakespeare, en El rey Lear, todavía usa futbolista como insulto, los
toros están en decadencia, Fernando Alonso ha puesto de moda el
automovilismo, etc...), incluso a las actitudes morales frente al sexo o
al dinero. También el perfil de los políticos más aclamados está sujeto
a modas, a veces peligrosas... Los intelectuales suelen ocuparse
relativamente poco de la moda indumentaria o capilar, pero mucho de
otras que les parecen menos frívolas... aunque a veces lo sean también.
En efecto, se trata de la necesidad de cambio y de cambio gregario (como
bien señaló Simmel). Las mayores empresas humanas (exploraciones,
investigación, etc...) y también las guerras más atroces se deben al
afán irresistible de cambiar que tiene nuestra especie y que es lo que
más nos distingue de los animales. Los bichos nunca se aburren, y por
eso no tienen historia, porque el aburrimiento es el gran motor secreto
del devenir de la humanidad. La necesidad de vencer el aburrimiento y
encontrar lo nuevo, por poco que dure, es lo que impulsó a Cristóbal
Colón y a Christian Dior. Y a todos los demás, claro, incluidos usted y
yo».
Javier Gomá
A juicio de este filósofo, Premio Nacional de Ensayo de 2004, «la moda
está muy presente, en una forma latente, en el pensamiento filosófico
contemporáneo. Pudiera suceder que, como es un fenómeno complejo, la
filosofía haya fijado su atención predominantemente en los elementos más básicos que lo componen desde los orígenes.La imitación de lo nuevo. Eso convierte a la moda en algo plenamente
moderno, porque solo la modernidad ha hecho de lo nuevo su santo y seña,
como ya viera Baudelaire en La pintura de la vida moderna. Lo nuevo inspira la idea de
progreso (económico, político, social), pero también las
experimentaciones de las vanguardias artísticas o el ansia infinita de
lucro propio del capitalismo, que produce mercancías nuevas y el deseo
de adquirirlas.La novedad está asociada a lo efímero. Boris Groys en Sobre lo nuevo se refiere al carácter
‘‘radicalmente antiutópico y antitotalitario’’ de la moda, ya que esta,
‘‘con su continuo cambio prueba que el futuro no es previsible, que no
se puede resistir al cambio histórico y que no hay verdades
universales’’. Simmel subraya su paradoja, que, por un lado, integra al
individuo, le presta identidad y lo fusiona con quienes la comparten,
pero, por otro, sirve de rasgo diferenciador del grupo y despliega un
efecto excluyente, oclusivo, como un marco que enmarca pero también
separa y aísla. Todo esto sirve para mostrar, como se anticipó, que la
moda es un fenómeno complejo que comprende muchos elementos que han recibido una amplísima atención por parte de la filosofía: lo nuevo, la caducidad de las cosas, la imitación, la invención
y la repetición masiva, el capitalismo y la mercancía, el deseo de
esta, la identidad grupal y la diferencia. La moda, en fin, sí está de
moda también para la filosofía».
Rafael Argullol
Acaba de publicar Maldita perfección (Acantilado). Explica que
«hay dos acepciones de moda que se cruzan. Una recoge la creación de
unas determinadas formas, como el vestido, las joyas, etc. y la otra es
«estar de moda». Los intelectuales se han ocupado de lo efímero pero no de la moda en cuanto a creación de formas. Hay un
prejuicio en la tradición occidental que se refleja en dos palabras que
usamos, como cosmética y cosmos. Como reclamo de armonía, cosmos,
siempre ha estado en el centro de la filosofía de occidente. Cosmética viene de ornamentación, de búsqueda de
armonía en la forma y ha permanecido ajena en la reflexión intelectual.
Este prejuicio nos lleva a la creencia de que los pensadores tienen que
ocuparse de la esencia pero no de la apariencia. Y se viene repitiendo
desde Platón. Vamos muy retrasados en la reflexión de la moda como
creación de formas y los escritores se verán obligados a considerarlo.
El hecho de que ya haya entrado en los grandes museos del mundo, para el
horror y la crítica de muchos, es sintomático de que es una de las
formas más ilustrativas de las tendencias de estos siglos».
Jorge Lozano
Dirigió la Academia Española en Roma durante seis años y a su
vuelta decidió «hacer la Revista de Occidente dedicada a la moda porque
era un modo de demostrar la importancia que siempre ha tenido en la
sociedad. El historiador Ernst Gombrich tiene un texto maravilloso en el
que explica cómo han ido evolucionando los logos de Ralph Laurent o
Lacoste. Ahí se demuestra que la moda es cambio sistemático. Si hay más
cambios sociales habrá más moda.
Sin ellos está destinada a morir. Solo declina el presente, el
pasado le parece horrible y el futuro es No Future, que dirían los Sex
Pistols. Mientras Simmel demostró que seguimos las tendencias para no
tener que elegir, para pertenecer a un grupo, hablando de la burguesía
de los años 20, ahora se podrían trasladar las mismas inquietudes pero
aplicadas a los grupos sociales actuales como los skaters o los hipster.
Desde fuera, en el mismo grupo, parecen iguales pero dentro se
distinguen».
Almudena Ávalos y Laurea Luceño, Pienso, luego me visto, SModa, 04/01/2014
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