Empirisme negatiu i cignes negres.
… una serie de hechos corroborativos no constituye
necesariamente una prueba. Ver cisnes blancos no confirma la no
existencia de cisnes negros. Pero hay una excepción: sé qué afirmación es
falsa, pero no necesariamente qué afirmación es correcta. Si veo un cisne negro
puedo certificar que todos los cisnes no
son blancos. Si veo a alguien matar, puedo estar seguro de que es un
criminal. Si no lo veo matar, no puedo estar seguro de que sea inocente. Lo
mismo se aplica a la detección del cáncer: el descubrimiento de un tumor
maligno prueba que uno padece cáncer, pero la ausencia de tal descubrimiento no
nos permite decir con certeza que estemos libres de tal enfermedad.
Podemos acercarnos más a la verdad mediante
ejemplos negativos, no mediante la verificación. Elaborar una regla general a
partir de los hechos observados lleva a la confusión. Contrariamente a lo que
se suele pensar, nuestro bagaje de conocimientos no aumenta a partir de una
serie de observaciones confirmatorias, como las del pavo. (pàgs. 109-110)
Es verdad que mil días no pueden demostrar que uno
esté en lo cierto. Pero basta un día para demostrar que se está equivocado.
(pàg. 110)
Karl
Raimund Popper elaboró una teoría a gran escala en torno a esa asimetría, basada en una
técnica llamada “falsación” (falsar es demostrar que se está equivocado) que está
destinada a distinguir entre la ciencia y la no ciencia; … (pàg. 110)
El problema de la confirmación es un asunto
omnipresente en nuestra vida moderna, ya que en la raíz de muchos conflictos se
halla el siguiente sesgo mental: cuando los árabes y los israelíes ven las
noticias, perciben historias diferentes en la misma sucesión de hechos.
Asimismo, demócratas y republicanos mirar a partes distintas de los mismos
datos y nunca convergen en las mismas opiniones. Una vez que en la mente habita
una determinada visión del mundo, se tiende a considerar sólo los casos que
demuestren que se está en lo cierto. Paradójicamente, cuanta más información
tenemos, más justificados nos sentimos en nuestras ideas. (nota 1, I, cap. 5,
pàg. 113)
Limitémonos a considerar que la afirmación “todos
los cisnes son blancos” implica que todos
los objetos no blancos no son cisnes. Lo que confirma la última afirmación
debería confirmar la primera. Por consiguiente, la visión de un objeto no
blanco que no sea un cisne debería aportar tal confirmación. Esta
argumentación, conocida como la paradoja del cuervo de Hempel, la redescubrió mi amigo el matemático (reflexivo) Bruno
Dupire durante uno de nuestros intensos paseos meditativos por Londres; uno de
esos debates peripatéticos, y tan intenso que no nos percatamos de la lluvia. Él
señaló un Mini rojo y gritó: “¡Mira, Nassim mira!¡No Cisne Negro”. (pàg. 114)
Así pues, parece que estamos dotados de unos
instintos inductivos específicos y refinados que nos orientan. En contra de la
opinión del gran David Hume, y de la
que ha sido la tradición empirista inglesa, según los cuales la creencia surge de la costumbre, pues
suponían que aprendemos las generalizaciones únicamente a partir de la
experiencia y las observaciones empíricas, diversos estudios sobre la conducta
infantil han demostrado que llegamos al mundo equipados con una maquinaria
mental que hace que generalicemos selectivamente
a partir de la experiencia (es decir, que adquiramos el aprendizaje inductivo
en algunos ámbitos, pero que sigamos siendo escépticos en otros). Ahora bien,
no aprendemos de digamos unos mil días, sino que, gracias a la evolución, nos
beneficiamos del aprendizaje de nuestros ancestros, que dieron con los secretos
de nuestra biología. (pàgs. 114-115)
Y es posible que de nuestros ancestros hayamos
aprendido cosas equivocadas. Pienso en la probabilidad de que heredáramos los
instintos adecuados para sobrevivir en la región de los Grandes Lagos de África
oriental, de donde supuestamente procedemos; pero es indiscutible que estos
instintos no están bien adaptados al entorno actual, posterior al alfabeto,
intensamente informativo y estadísticamente complejo.
No hay duda de que nuestro entorno es un poco más
complejo de lo que nosotros (y nuestras instituciones) percibimos. En el mundo
moderno, siendo como es Extremistán, dominan los sucesos raros, muy raros. Se
puede producir un Cisne Negro después de miles y miles de blancos, de modo que
tenemos que retener tal juicio mucho más tiempo de lo que solemos hacer. (…)
Este instinto de hacer inferencias de forma
rápida, y de “tunelar” (es decir, de centrarse en un reducido número de fuentes
de incertidumbre o de causas de Cisnes negros conocidos) lo seguimos llevando
como algo que no es consustancial. Dicho de otro modo, este instinto es lo que
nos pone en aprietos. (pàgs. 115-116)
Nassim
Nicholas Taleb, El cisne negro. El impacto de lo
altamente improbable, Círculo de lectores, Barna 2008
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