Societat, imitació i evolució humana (Darwin).
M. Wallace, en un estudio admirable, admite que, después haber adquirido parcialmente las cualidades intelectuales y morales que los distinguen de los animales inferiores, el hombre ha debido ser muy susceptible de modificar su estructura corporal por la selección natural o por otros medios, ya que sus facultades lo ponen en estado «de conservar, en armonía con un universo que cambia continuamente, un cuerpo que no cambia». El hombre tiene el gran poder de adaptar sus hábitos a nuevas condiciones de existencia. Inventa armas, herramientas y diversas estratagemas, con ayuda de las cuales se defiende y provee a su subsistencia. Cuando emigra a un clima más frío, se confecciona vestidos, construye abrigos y enciende fuego; gracias a este último medio, convierte en buenos alimentos los que de otro modo serían imposibles de digerir. Auxilia de diversas maneras a sus compañeros y prevé los acontecimientos futuros. Ya desde un período muy remoto ha debido practicar la división del trabajo.
Los animales inferiores deben haber por otra parte, modificado su conformación corporal para poder subsistir bajo condiciones profundamente diferentes. Ha sido necesario que hayan llegado a ser más fuertes, o a estar armados de dientes o de garras más fuertes para defenderse de sus enemigos, o a disminuir su cuerpo de volumen, a fin de poder escapar más fácilmente al peligro de ser descubiertos. Cuando emigran a un clima más frío, es preciso, o que revistan una capa vellosa más espesa, o que se modifique su constitución, sin lo cual dejarían de existir.
Sin embargo, según afirma con razón M. Wallace, el caso es muy distinto en lo concerniente a las facultades morales o intelectuales del hombre. Estas facultades son variables, y tenemos muchos motivos para admitir que sus variaciones tienden a ser hereditarias. Por consiguiente, si otras veces dichas facultades han tenido una gran importancia para el hombre primitivo y sus antecesores simio-humanos, se habrán perfeccionado y progresado por selección natural. No puede ponerse en duda la elevada importancia de las facultades intelectuales, ya que a ellas debe el hombre, sobre todo, su posición preeminente en el mundo. En los estados de sociedad primitivos, los individuos más sagaces, los que han inventado y empleado las mejores armas o lazos y han sabido defenderse mejor, son los que habrán debido producir más numerosa descendencia. Las tribus que contaban entre ellas mayor cantidad de hombres tan bien dotados habrán aumentado, suplantando a las demás. Su número depende, en primer lugar, de los medios de subsistencia, y éstos, en parte, de la naturaleza física del país y en mayor grado de las artes que en él se cultiven. (...)
Es, pues, muy probable que las facultades intelectuales del género humano se han perfeccionado gradualmente por selección natural. Sería interesante en grado máximo el descubrir el desarrollo de cada facultad distinta, desde el estado en que se encuentra en los animales inferiores hasta el que alcanza el hombre; pero el realizarlo es muy superior a mis fuerzas y conocimientos.
Es necesario notar que, tan pronto como los antecesores del hombre llegaron a ser sociables (lo que probablemente habrá sido pronto), y el progreso de las facultades habrá sido ayudado y modificado de una manera importante, de lo cual sólo encontramos vestigios de los animales inferiores, a saber: el principio de imitación, junto con la razón y la experiencia. Los monos inclínanse sobremanera a la imitación, lo propio que los salvajes más inferiores; y el solo hecho, ya señalado, de que pasado algún tiempo es imposible coger a un animal en un mismo sitio y con una misma clase de lazo, prueba que saben imitar sus precauciones recíprocas, instruidos por la experiencia. Si en una tribu un hombre más sagaz inventaba un lazo o un arma nueva, o cualquier otro medio de ataque o de defensa, el más simple interés, sin el auxilio de un gran raciocinio, impulsaría a los demás individuos a imitar a aquél, y de este modo se aprovecharían de ello. Debe también fortalecer en algún grado la inteligencia la práctica habitual de cada nueva arte. Si la nueva invención era importante, la tribu aumentaría de número, se propagaría, y suplantaría a las demás. En una tribu que por este camino haya llegado a ser más numerosa, habría siempre mayor probabilidad en favor del nacimiento de otros individuos superiores e inventivos. Transmitiendo éstos a sus hijos su superioridad mental, sería algo mayor la citada probabilidad, y aún más seguramente en una tribu pequeña. Aún en el caso de que no dejasen hijos, sus parientes consanguíneos quedarían en la tribu. Todos los que se dedican a la cría de animales han visto que, conservando y reproduciendo individuos de la familia del animal que en el matadero se ha visto ser más abundante en libras, han obtenido productos que presentaban los caracteres deseados.
Charles Darwin, El origen del hombre, capítol V
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