Esborrar la memòria.




Borrar las malas memorias ha sido siempre una aspiración humana. La joven que sufrió una violación y el soldado que fue testigo de una cruenta acción bélica desearían que el recuerdo de esos hechos desapareciera para siempre de sus mentes. A la mayoría de las personas les gustaría recordar sólo las cosas buenas y agradables de la vida y olvidar las desagradables, pero el cerebro registra con fuerza todas las memorias que tienen valor adaptativo y de supervivencia y no únicamente las que recordamos con agrado. Muchas veces son precisamente las memorias desagradables las que mejor recordamos, pues ello sirve para garantizar que no repitamos los errores que las hicieron posibles. El problema es que el mecanismo cerebral que instaura las memorias emocionales es tan poderoso que algunas veces la evocación involuntaria y frecuente de las malas memorias puede convertirse en un infierno. Eso es lo que ocurre con el estrés postraumático, un trastorno cerebral que hace que la persona que lo padece evoque con frecuencia y sin quererlo un recuerdo profundamente negativo y perturbador, como el de la violación que vivió la joven o la muerte violenta que presenció el soldado, que le impide hacer una vida normal.

Se han hecho y se siguen haciendo muchos intentos de encontrar alguna técnica o procedimiento que permita eliminar ese tipo de memorias. Uno especialmente drástico fue el shock electroconvulsivo. Otro ha consistido en sumergir al sujeto en la situación original, haciendo que vuelva a recordarla expresamente para que sienta entonces que ya no vuelve a ocurrir el suceso desagradable. Un tercer procedimiento es tratar de invertir los sentimientos originales asociando los lugares o estados que evocan las malas memorias a situaciones más agradables. Por ejemplo, enseñándole al soldado fotos de sus queridos nietos junto a las que evocan sus malos recuerdos. Pero ninguno de esos procedimientos ha dado un resultado plenamente satisfactorio, pues en muchos casos las memorias aparentemente eliminadas vuelven a aparecer con el tiempo. 

Otros intentos se han basado en la idea de que cada vez que recordamos algo es como si abriésemos el baúl de los recuerdos, el que contiene las memorias, y pudiésemos entonces cambiarlas o incluso eliminarlas más fácilmente. De ese modo, el procedimiento para borrar las malas memorias ha consistido en explicarle cosas diferentes a la persona que padece el trauma justo en el momento en que está recordando lo que pretende olvidar. También es posible inyectarle en ese mismo momento un fármaco que altera la memoria. Este último es un método que ha funcionado bien en experimentos con animales, pero todavía no se ha aplicado suficientemente en personas.

La gran esperanza para borrar las memorias indeseables está en una de las técnicas más modernas de la biología molecular y la neurociencia: la optogenética. Ésta, que ya se aplica en roedores con sorprendentes resultados, permite, mediante radiaciones luminosas especiales, activar o desactivar las memorias almacenadas en el cerebro. De ese modo, podría ser utilizada para que una persona elimine la asociación que hay en su cerebro entre el lugar donde ocurrió una desgracia y los sentimientos negativos que esa desgracia le originó. Más aún, en las personas con estrés post-traumático podría servir para asociar el lugar de la desgracia a una nueva sensación esta vez agradable, de tal forma que el lugar maldito que produce el malestar deje de hacerlo.

Ignacio Morgado, ¿Podemos borrar las memorias indeseables?, En las entrañas de la mente. Blogs de Investigación y Ciencia 22/03/2017



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