La fraternitat i la igualtat complexa (Alicia García Ruiz).
Es necesario dejar de equiparar "individuos libres" con "individuos propietarios". El mismo Montesquieu dudaba que el "derecho a la propiedad" fuera en efecto un derecho y no un abuso del lenguaje. El derecho a la propiedad y sus concepciones asociadas de libertad parecen haber adquirido hoy un papel tan preponderante como para dividir a la sociedad entre "propietarios" y "desposeídos", en la ley del más fuerte. Todo lo contrario que lo que defiende la fraternidad. Por su parte, también determinadas interpretaciones de la igualdad podrían entrar en fricción con la fraternidad. frente a la homogeneización que campea por nuestros sistemas sociales, una concepción distorsionada de la igualdad, la fraternidad puede proporcionarnos una concepción mucho más rica, matizada y justa de la igualdad. La fraternidad marca el camino de algo que está preocupando a muchos pensadores políticos actuales, la idea de una igualdad compleja.
Uno de los principales intentos de hacer un uso constructivo de la desigualdad compleja se debe, de nuevo, a Rawls, que presenta su segundo principio de diferencia como el instrumento para encarnar la fraternidad, ya que permite ejercer un sesgo positivo en beneficio de los desfavorecidos. Hay un Rawls útil para la izquierda y debe ser escuchado. paradójicamente, lo que plantea Rawls es un uso de la diferencia para favorecer la promoción social de una igualdad efectiva. No es de extrañar que haya identificado su principio de diferencia como la interpretación política actual de la fraternidad, entendiendo (...) que la acción humana debe actuar como corrección del azar que coloca a unos y a otros en ventaja o desventaja natural. (...)
Recuperar para la política estos espacios de experiencia supone pasar del paradigma social de la dependencia al de la interdependencia, pero hay que realizar una última advertencia: no podemos hacerlo sobre una concepción identitaria de la fraternidad, como ha aviado entre otros pensadores Derrida (Políticas de la amistad), en un camino que nos permitiría continuar la extensión del concepto de cuidado al de hospitalidad. Se trata de cuidar de los otros, pero no de ciertos otros, sino también, e incondicionalmente, de aquellos que no son ni serán nunca como nosotros, de todos aquellos que no conocemos e incluso de aquellos que aún no están aquí, pero que vendrán.
Alicia García Ruiz, Impedir que el mundo se deshaga, Los libros de la catarata, Madrid 2016
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