La ciència no està en els nostres gens.




Los psicólogos dicen que “el mundo no funciona con criterios de justicia” y que nuestra incapacidad para aceptar ese crudo y exacto enunciado lógico es el cimiento de todas nuestras depresiones, desequilibrios y psicosis. Es una idea interesante, que además explica buena parte del éxito de las religiones y del pensamiento irracional. La justicia que no se nos hace en este mundo nos será compensada con la vida eterna, con la reencarnación de las almas, con dos docenas de vírgenes. También explica los autobuses de pene y vulva, las muertes prematuras por el cáncer que no curó un farsante, las universidades que ofrecen homeopatía y naturopatía, las enzimas prodigiosas que nos engordan. Tenemos un buen problema que resolver ahí.

¿Por qué no nos dejamos guiar por la mejor ciencia disponible? Es fácil echar la culpa a la ignorancia científica de la población y esperar sentados a que se desasne, pero sospecho que ese enfoque no va a funcionar muy bien. Cuando a la gente le da por no leer mecánica cuántica, es que no hay manera de sacarles de su error. El asunto es importante, sin embargo, porque esa misma población desinformada, o incluso intoxicada por los hechos alternativos, es la que elige a nuestros gobernantes, saca de Europa a Reino Unido, inventa a Donald Trump y está votando en Holanda mientras escribo esto. ¿Qué hacemos?

Estoy devorando un libro del físico de CalTech Sean Carroll, El gran cuadro, recién publicado en español por Pasado & Presente. Carroll era conocido como físico y escritor de libros científicos, pero se revela aquí también como un pensador, un miembro de la tercera cultura (letras + ciencias), un nuevo nombre que añadir a una lista muy corta de cerebros abarcadores de nuestro tiempo. Carroll sabe, como su colega el premio Nobel Steven Weinberg, que la visión científica de la naturaleza “no es una forma obvia y predeterminada de pensar acerca del mundo”. A la humanidad le ha costado 100.000 años llegar a esa maquinaria racional de generar conocimiento y progreso. La ciencia no está en nuestros genes. Hay que ganársela con gran penalidad, inteligencia y creatividad. Con lo mejor que tenemos en este planeta triste.

El físico Carroll sabe que tener razón no basta, que la ciencia tiene que convencer también al lego y al votante, al intoxicado y al intoxicador, a las masas desinformadas y a quienes alimentan su pensamiento. La evidencia aplastante de que nuestra mente no es más que una colección de átomos no basta para sacar adelante un mundo en el que merezca la pena vivir.

Javier Sampedro, El sentido, El País 16/03/2017

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