El programa de Lakoff.
George Lakoff |
Quizá alguien pudiera pensar que lo procedente tras este descubrimiento
sería denunciar ante los votantes que el poder político les está
tratando como a idiotas. Pues no. Después de que algunos amigos le
hicieran notar discretamente que el empleo republicano de tan grosero
"marco" no era en absoluto inconsciente, y que un publicista estaba ya
ganando casi 200 millones de dólares anuales comercializando el merchandising
asociado a la marca (perdón, al marco), Lakoff analiza el "retraso" de
los demócratas: por una parte, están anclados en el viejo "mito"
ilustrado de que los políticos deben decir la verdad, craso error que la
invasión de Irak ha puesto al descubierto mostrando a las claras que
para el político lo primero ha de ser la confianza de los electores, y a
la verdad que la zurzan; por otra parte, mientras los demócratas
gastaban su dinero en ayudar a los más necesitados, los republicanos
invertían el suyo en construir su marco (quiero decir "su marca"),
formando un gigantesco think tank con cientos de intelectuales
adiestrados y distribuidos por el país, hasta el punto de que el 80% de
los bustos parlantes de la televisión norteamericana proceden de estas
escuelas. Nótese, pues, una segunda consecuencia adyacente: no conformes
con llamar "ciencia cognitiva" a las técnicas del marketing
publicitario (un auténtico caso de éxito a la hora de "cambiar el marco"
desprestigiado por otro de mejor reputación), resulta que llamamos
"tanques de pensamiento" a las escuelas de adoctrinamiento
propagandístico e "intelectuales" a los presentadores de televisión.
Nixon no perdió la presidencia debido a la guerra de Vietnam ni al escándalo Watergate,
la perdió porque apareció en televisión diciendo: "No soy un chorizo"
(como quien dice: "No penséis en un elefante"), y por tanto aceptó el
marco en el cual sus adversarios ya habían colocado su retrato (el
típico marco que se les pone a las fotos de los chorizos). Y los
republicanos no perderán las elecciones debido a la guerra de Irak o a
sus políticas sociales o económicas, las perderán solamente si los
demócratas consiguen cambiar el marco. Por eso Lakoff se ha pasado al best seller y ha fundado un think tank para la difusión del nuevo evangelio del marco alternativo. La revelación le vino de cierto intelectual
televisivo que se refería a republicanos y demócratas como "el partido
de papi" y "el partido de mami", respectivamente. Se trata, por tanto,
de presentar al Presidente no como un Master and Commander de
la familia competitiva sino como una madre protectora y amorosa que
cuida de sus hijos y les educa para que ayuden a quienes más lo
necesitan en lugar de pisotearles. Para esto necesitan los demócratas
desprenderse de todos los programas salvo de los televisivos, y
construirse una visión progresista básica (muy básica, diría
yo) "en diez palabras" y "tan americana como el pastel de manzana": a la
hora de votar, "más importantes que el terrorismo, que la guerra, que
la economía y que la sanidad" son los valores y la identidad y, sobre
todo, la familia (pues de ahora en adelante cuando vayamos a votar
elegiremos entre papá y mamá). Quienes hayan seguido la campaña de las
últimas presidenciales francesas notarán hasta qué punto no va nada
descaminado.
Y aquí llega el último y más grave de los efectos secundarios: si seguimos el programa de Lakoff,
¿estamos cambiando el marco del triunfante "pensamiento" conservador?
¿No consiste precisamente el éxito del conservadurismo en hacer
desaparecer la política a fuerza de sustituirla por la moral,
infantilizar a los votantes y reemplazar el debate político por la
contienda de los valores, las identidades y el pastel de manzana (o la
paella)? Aristóteles, que desde luego nunca llegó a catedrático en
Berkeley, decía que la polis, "al avanzar en este sentido y hacerse más
unitaria, ya no será polis. Pues la polis es por su naturaleza una
cierta pluralidad, y al hacerse más una dejará de ser polis y se
convertirá en familia (...). De modo que, si alguien fuera capaz de hacer esto, no debería
hacerlo, porque destruiría la polis (...). Una polis no resulta de
individuos semejantes. Una cosa es una alianza militar y otra una polis
(...). En el mismo sentido diferirá la polis de la tribu (...). Por lo
tanto, de todo esto es claro que la polis no es tan unitaria por
naturaleza como algunos dicen, y que lo que llaman 'el mayor bien de la
polis' la destruye" (Política, 1261 a-b). Para terminar les
pido algo más fácil que no pensar en un elefante: piensen que en Europa
estamos reformando nuestras universidades según el modelo estadounidense
para evitar el defecto que los expertos han detectado en ellas: la sobrecualificación,
y que en unos pocos años nos habremos descualificado lo suficiente como
para tener catedráticos de ciencia cognitiva peritos en marquetería que
asesorarán a los líderes políticos acerca del modelo de familia unida
en el cual hay que convertir el Estado (ya contamos con una bonita
disputa de valores e identidades), que las fundaciones de los partidos
-transformadas en carros blindados contra cualquier pensamiento-
reducirán la condición intelectual a la de busto parlante (no sé si les
han llegado a ustedes los comentarios de cierto programa de televisión
en el cual se exige a los hombres públicos que se dejen de política y
que hablen de las cosas básicas de la vida, me temo que del decálogo filosófico del partido de papi y del de mami) y que será difícil distinguir un best seller de una explicación científica. Ustedes verán lo que hacen.
José Luis Pardo, ¡Es el marco, imbécil!, Babelia. El País, 21/07/2007
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