text 91: Donatella di Cesare, El bumerán del estado de excepción






La pulsión de seguridad se fomenta, así como también es fomentada aquella que algunos intercambian con la indiferencia, como si se tratara de un problema ético, y que es más bien una tetania afectiva con dosis de razón de Estado. No hay duda de que el miedo se usa pecaminosamente para gobernar. Precisamente por esta razón, el soberanismo, especialmente antiinmigrante, no es una reedición del viejo nacionalismo. Es un fenómeno nuevo: aprovecha y explota el miedo al «otro», la alarma por lo que viene del exterior, la ansiedad ante la precariedad y el deseo de ser inmune a ella.
Pero esto es solo un aspecto del asunto. Porque el gobernante, que coquetea con el fuego del miedo, termina quemado por él. Si bien cree que está administrando el odio a dosis, manejando debidamente el miedo, todo se puede salir de control. Este es el bumerán: la gobernanza, a la que le gustaría gobernar bajo la bandera del estado de excepción, se rige a su vez por lo que resulta ser ingobernable. Es esta inversión continua la que la golpea, la atenaza. El modelo aquí es el de la tecnología: quien la usa, acaba usado; quien pretende disponer de ella, acaba socavado.
La democracia inmune es, por lo tanto, una forma de gobierno sin precedentes donde la política queda reducida a la administración de los dictados de la economía planetaria y abdica de la dinámica de la ciencia —«¡que hablen los expertos!»-, a la que se imagina como objetiva, verdadera, resolutiva. Como si la ciencia fuera neutra y neutral, como si desde algún tiempo no hubiera estado estrechamente relacionada con la técnica, altamente tecnificada.
El estado de seguridad demuestra ser un estado médico-pastoral que garantiza la inmunización al ciudadano-paciente, listo, por su parte, para seguir, entre el derecho a la desinfección y la prohibición del hacinamiento, todas las normas higiénico-sanitarias que lo protegen de contagio, es decir, del contacto con el «otro». No se sabe dónde termina la ley y dónde comienza la salud.
El coronavirus, este virus soberano como su nombre indica, se burla de la soberanía excepcional, a la que de forma grotesca le gustaría poder sacar provecho. Se escapa, inmiscuye, atraviesa, cruza las fronteras. Y se convierte en una metáfora de una crisis ingobernable, un colapso apocalíptico. Aunque el capitalismo, sabemos, no es un desastre natural.

Comentaris

Entrades populars d'aquest blog

Percepció i selecció natural 2.

Gonçal, un cafè sisplau

"¡¡¡Tilonorrinco!!! ¡¡¡Espiditrompa!!!"