165: Amelia Valcárcel, Miedo al miedo





Un historiador enorme, Jean Delumeau, nos enseña casi todo lo que hay que saber sobre el miedo y cómo Occidente cayó bajo su dominio, el del diablo y su corte, en más de una señalada ocasión, al menos hasta los tiempos ilustrados, que nunca lo fueron tanto como nos parecen. Y los tiempos posteriores a Las Luces tampoco le han sido inmunes. Él se ha especializado en estudiarlo en una obra magistral, El miedo en Occidente. En realidad, nos dice, conocemos que existe el miedo de dos maneras: por su expresión visible y masiva y porque aparezca el señalamiento de víctimas. Si aparece un grupo al que se culpa de desastres odiosos, sepamos que es el miedo quien está ocupando la escena.
A veces el miedo es inoculado adrede y con crueldad para desviar la atención. A veces campa por su propia fuerza. En todos los casos es poderoso y él mismo temible. El poder ha buscado su manejo, asunto difícil porque normalmente se le ha ido de las manos. El miedo no es un perrillo obediente, es un lobo. Gustave Le Bon sabía bastante de esto. Las masas son ante todo sugestionables y harán cosas que los individuos que las componen ni osarían ni aprobarían. Cuando aparece, la emoción se contagia rápidamente. Al miedo nada le asombra aunque todo le desconcierta. Suspende cualquier reflexión. Es una respuesta que ha sido colocada demasiado dentro de nosotros. Vive agazapado por si resultara necesaria una respuesta extrema a la supervivencia. Es primo carnal de Argos. Hay que andarse con pies de plomo para no despertarlo.
Nada más sensato que detenerlo. La política y la civilidad de la democracia por lo común consiguen atarlo. Soltarlo o jugar con él es de irresponsables. Hay que tener miedo al miedo. Mantenerlo a raya. No darle canal. No señalar ni ayudar a que otros señalen. Es mucho más fácil despertarlo y que eche a correr sin freno que hacerlo regresar a su sitio y atarlo. Eso lo tienen que tener siempre escrito en letras de bronce tanto quienes nos gobiernan como aquellos que pretendan hacerlo. Cave canem.

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