152: Val Plumwood, Mi encuentro con el depredador






El individualismo liberal moderno nos enseña que somos propietarios de nuestras vidas y nuestros cuerpos: desde el punto de vista político, somos la empresa que gestionamos, y desde el punto de vista de la experiencia, aparecemos como la obra dramática que narramos, escribimos, representamos con nuestros actos y/o leemos. Como hiperindividuos que somos, no debemos nada a nadie (…) Calificados de excepcionales al mismo tiempo como especie y como individuos, nosotros, los seres humanos, no podemos ser ubicados en la cadena alimentaria del mismo modo que los demás animales. La depredación de seres humanos es monstruosa, una excepcionalidad y objeto de represalia extrema.
La reconceptualización de nosotros mismos en términos ecológicos presenta muchas facetas, pero una de las más fundamentales consiste en empezar a pensar en nosotros mismos en términos de la utilidad que tenemos para los demás elementos de nuestros ecosistemas, del mismo modo que los demás componentes. Uno de los aspectos más básicos es empezar a pensar en nosotros mismos –con humildad– como alimento para otros.
Nos negamos a conceptualizarnos a nosotros mismos como seres comestibles y nos resistimos incluso a devolver nada a la tierra que nos alimentó.
Ser alimento para otros animales sacude nuestra imagen de dominio humano, en tanto que comedores de otros por los que, a su vez, nunca podemos ser comidos, ni siquiera ser concebidos en términos comestibles; tomamos, pero no damos nada y justificamos esta disposición unidireccional mediante la concepción occidental tradicional del derecho humano a utilizar a otros seres terrenos aduciendo que está validado por una especie de orden de meritocracia racional en el que los seres humanos emergen en la cúspide. Dejando al margen el canibalismo, los seres humanos ni siquiera deben ser conceptualizados como comestibles no ya por otros seres humanos, sino tampoco por otras especies.
La problemática occidental de la muerte —donde el yo esencial es espíritu despojado de cuerpo— plantea un falso dilema entre la continuidad, incluso la eternidad en el ámbito del espíritu, y el concepto materialista reduccionista de la muerte como final absoluto de la historia del yo material y encarnado. Ambas alternativas de este dilema nos imponen un precio terrible: la alienación de la tierra en el primer caso y la pérdida de sentido y continuidad narrativa del yo en el segundo.
https://www.filco.es/preguntas-lucha-supervivencia-muerte/?fbclid=IwAR0Ci4BQCkHfrbOjMSSzDldaDvgWHiwuQawTzos6ULizuIckV-sO0ZbhNqI

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