text 111: Esteban Hernández, No echéis la culpa a Pablo Iglesias, será peor: el pensamiento blando en la era del Covid-19.




… si (China) ha salido mejor, no es por las acciones sanitarias y económicas acertadas que haya podido tomar el régimen de Xi Jinping, sino por nuestra debilidad. No nos fijemos en China, sino en nosotros. El virus ha irrumpido brutalmente en sociedades que eran muy frágiles y que carecían de capacidad de respuesta frente a hechos imprevistos. La Reserva Federal aseguraba que más del 40% de los estadounidenses no estaba en situación de afrontar un gasto adicional de 400 dólares, y es un buen ejemplo de nuestra situación general. En sociedades ya muy presionadas, gastar un poco más resulta muy difícil, y ocurre en todos los estratos: el virus nos ha pillado con las defensas muy bajas, con una sanidad endeble que necesitaba muchos más recursos instrumentales y humanos (y en la emergencia, ni los teníamos ni los hemos podido conseguir a tiempo); hay muchas personas con dificultades para llegar a fin de mes, y este esfuerzo adicional les costará caro, al igual que a muchas pequeñas empresas que hacen equilibrios en el alambre y a grandes compañías zombis; los Estados, y el nuestro es uno de los peores en Europa, tienen poco margen para incrementar el gasto sin sufrir en unos meses ataques graves; la UE estaba sufriendo tensiones internas y el virus no ha hecho más que multiplicarlas, y así sucesivamente. Había poco margen para responder, y cuando el imprevisto ha sido grande, nos ha sumido en un apagón enorme.

Si reconocemos esto, podremos encontrar una salida. Si seguimos anclados en ese idealismo sostenido en gráficos, análisis coste/beneficio, rentabilidades y ajustes, aunque se revista de conceptos empáticos y amables, o si nos quedamos en el mundo abstracto de las ideas, que a esto ha sido muy dada la nueva izquierda, el tratar de inventar una gran solución (la renta básica o la salida ecológica, por poner un par de ejemplos) que arreglaría todo sin tener en cuenta los balances de poder existentes, no haremos más que repetir los problemas. Porque eso es justo lo que nos ha traído hasta aquí. Y lo que menos arregla las cosas es esa insistencia en desplazar los problemas y señalar a Orbán, a China o la extrema derecha. Al igual que echar la culpa a Pablo Iglesias es algo que empeora las cosas, porque significa que no nos estamos centrando en lo crucial, qué va mal en nuestro sistema y cómo arreglarlo. Son los chivos expiatorios que se sacrifican para no cambiar nada. Pero son la consecuencia, no la causa.

... en esencia, hay dos posibilidades: o vivimos en sociedades a las que, por seguir con el ejemplo, un imprevisto de 400 euros las quiebra, o cambiamos de rumbo y forjamos sociedades más estables, con mayor nivel de bienestar, mucho más robustas económicamente y más cohesionadas entre sí. No podemos seguir en sociedades que apenas producen, que viven pendientes de las recompras de acciones y del dividendo para los accionistas, que se dedican a sostener precariamente el bienestar financiero, que viven en un europeísmo que solo funciona para las obligaciones, que hacen más fuertes a los fuertes y más débiles a todos los demás. Esa, no obstante, será la salida más probable de esta crisis, la inmediata, pero hace falta otra. Hemos tenido ya bastante idealismo, sed responsables.

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