text 90: Amador Fernández Savater, Vivencia y experiencia en la crisis del coronavirus





¿En qué sentido decimos que el envés subjetivo es hoy una zona muy poblada?
Las medidas de excepción decretadas suponen una interrupción radical del sentido de la vida cotidiana: el trabajo, los niños, los vínculos, las logísticas cotidianas, los cuidados, la movilidad… Nos vemos enfrentados abruptamente a mil situaciones nuevas. Es posible intentar seguir una serie de instrucciones y realizar las operaciones que nos permiten adecuarnos a la situación, pero en realidad por todas partes se abren dudas, problemas, preguntas, fisuras. No encajamos. Las singularidades de las formas de vida -condiciones, contextos, inclinaciones- no encajan en la norma universal homogénea decretada. En cada una de esas preguntas y dudas que se abren -¿cómo ocuparme de los míos? ¿Cómo no perder la cabeza? ¿Cómo entender autónomamente lo que pasa? ¿Cómo hacer algo al respecto?- se decide una forma de vida, se vislumbra un mundo. Lo ínfimo es de nuevo lo más político.
Un ejemplo entre un millón. Amigas madres, amigos padres, educadores con los que hablo estos días me transmiten esta pregunta: ¿qué hacer con los niños en casa? ¿Cómo no llenarles simplemente el tiempo vacío? ¿Cómo explicarles lo que ocurre y darle un sentido? Es posible “comprar” las respuestas prêt-a-porter -una lista infinita de tareas o deberes online, el relato de guerra contra el virus malvado que ha desplegado el gobierno-, pero tal vez ni siquiera podamos costear esa opción o simplemente no nos convenza. ¿Entonces? Hay que pensar e inventar, porque lo dado no alcanza. Todo el mundo está pensando e inventando hoy, aunque lo que más circule como “pensamiento” sean los artículos de opinión asociados a nombres conocidos.
Preguntas, agujeros, fisuras: el “envés subjetivo” está hoy más lleno que nunca. Ni siquiera la obediencia es obvia estos días. No obedecemos sólo porque lo mande el gobierno o la policía, sino que hemos escuchado también el llamamiento de los trabajadores sanitarios a quedarnos en casa para no multiplicar el contagio, para no poner en peligro el sistema de salud y la atención a los más vulnerables. Sin duda los trabajadores sanitarios son estos días el polo de identificación sensible más fuerte, la voz más creíble, seguramente porque están poniendo el cuerpo al extremo, con la vida al descubierto.
La subjetividad instituida vacila. La zona de inadecuación se amplía. En el envés bullen no sólo los malestares, sino también mil prácticas -abiertas o clandestinas, grandes o minúsculas- que “hacen con lo que nos hace”: prácticas de cuidado, de apoyo mutuo, de autoorganización, de supervivencia, etc. En ese envés está el humus de una posible subjetivación colectiva o de una “politización” de la crisis, si se quiere hablar otro lenguaje. Como el 13M de 2004 se “politizó” la situación creada por la gestión mentirosa que hizo el PP del atentado de Atocha, como el 15M de 2011 se “politizó” la situación creada por la gestión neoliberal de la crisis económica por el PSOE: desafiando y desbordando los sentidos establecidos, transformando las maneras de ver y sentir, alterando los nombres y las descripciones propuestas desde arriba (“¿Quién ha sido? Queremos la verdad”, “No es una crisis, es una estafa”, etc.).

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