L'estat contra el clan.
Mark S. Weiner |
Muchos conservadores entienden que una posición básica de
su pensamiento político es el hecho de que la libertad individual
florece cuando el estado es limitado y débil. Tal como explicó el
presidente Ronald Reagan en su discurso de despedida “A medida que
aumenta el gobierno, disminuye la libertad”, considerando que este
principio era “tan pulcro y predecible como una ley de la física”. Este
punto de vista es especialmente querido por los libertarios, y para los
libertarios de una perspectiva anarquista, la oposición entre el
individuo y el estado es fundamental e irreconciliable.
Creo
que este punto de vista está equivocado significativamente. Desde la
perspectiva del derecho comparado y de la historia legal, representa una
ilusión peligrosa propia de ciudadanos que ya disfrutan de los
beneficios del moderno gobierno liberal. Aunque el estado puede ser un
instrumento de la tiranía, un gobierno fuerte capaz de reivindicar el
interés público es vital para la autonomía individual.
Tal como argumento en mi reciente libro The rule of the clan
(El gobierno del clan), entre sus importantes beneficios, un fuerte
estado central proporciona los medios más eficaces para asegurar que las
personas sean tratadas como individuos, y no meramente como primos. En
su ausencia, se obliga a que las personas busquen otras instituciones
para resolver sus problemas legales y sociales, y la organización más
duradera de este tipo en la historia humana es la familia extendida, el
clan, en el cual la lealtad del grupo prevalece sobre los derechos
individuales.
Dado que el gobierno del clan proporciona muchos bienes
vitales que las sociedades liberales proporcionan de forma más eficaz, y
dado que que está basada en el hecho natural de la afinidad genética,
representa una persistente fuerza gravitacional en los asuntos humanos.
Uno de los objetos del moderno gobierno liberal es resistirse al empuje de esta fuerza.
Si el objetivo de la tradición liberal crítica que emergió de la Ilustración no es la limitación per se
del poder gubernamental, sino más bien el desarrollo de la autonomía
individual, los libertarios deberían intentar elaborar lo que Arnold
King ha denominado críticamente al tratar sobre mi trabajo en otro lugar
“la defensa libertaria de un estado central fuerte”. Más aún, deberían
unirse a las demás personas del espectro político que están
comprometidas con las ideas liberales en el proyecto compartido de
construir instituciones gubernamentales eficaces en el nombre del
individuo.
La experiencia humana con el gobierno del clan es
universal. Abarca desde la Escocia medieval a la moderna Libia, y no
conoce fronteras de raza o geografía. La organización en clanes ahora es
capaz de tomar varias formas más allá de las asociaciones tradicionales
de parentesco, lo cual subraya el hecho de que los individuos deben
reclamar su libertad no sólo frente al estado, sino también a través de
este.
Cuando me refiero al gobierno del clan, me refiero a tres
fenómenos contemporáneos relacionados. En cada caso, las personas que
viven bajo este sistema de gobierno carecen de lo que el intelectual
palestino Hisham Sharani ha llamado en su libro Neopatriarchy
(Neopatriarcado) “la demanda individual de derecho autónomo”. En el
gobierno del clan el individuo se subsume dentro del músculo grupal y
las asociaciones corporativas que mantienen el orden social y político
de la sociedad.
En primer lugar, y más significativamente, entiendo por
gobierno del clan las instituciones legales y culturales de sociedades
organizadas principalmente sobre la base del parentesco, sociedades en
las que la pertenencia a la familia extendida es esencial para la
actividad social y legal y en las cuales los individuos no poseen muchas
más opciones aparte de mantener una fuerte identidad de clan (la
familia nuclear, un agente de individuación psicológica, es una
institución social sustancialmente diferente). Ahora estas sociedades
incluyen Afganistán y Somalia, pero han existido a lo largo de la
historia y a lo largo de todo el mundo.
En segundo lugar, entiendo por gobierno del clan los
acuerdos políticos de sociedades gobernadas por lo que el Informe Árabe
de Desarrollo Humano de 2004 llama “clanismo”. Estas sociedades poseen
la apariencia de un estado moderno pero están fundamentadas en redes de
patronazgo informal, especialmente las de parentesco, y en ideas
tradicionales sobre la autoridad de la familia patriarcal. En naciones
impregnadas por el clanismo, el gobierno es cooptado por distintas
facciones y el estado, concebido sobre el modelo de familia patriarcal,
no trata a los ciudadanos autónomos sino como dependientes problemáticos
con los que es preciso tratar. El clanismo caracteriza a menudo a las
sociedades surgidas a partir de legado de la subordinación colonial.
Tercero, y más ampliamente, entiendo por gobierno del clan a las
organizaciones sociales legales antiliberales que tienden a crecer en
ausencia de autoridad estatal o cuando el estado es débil, incluyendo
democracias modernas donde los decretos gubernamentales tienden a
fracasar. Estos grupos incluyen asociaciones dedicadas a actividades
ilegales, tales como bandas criminales, la Mafia o sindicatos del crimen
internacionales, tales como las bandas de la droga de México, cuyas
características de solidaridad impiden la salida, y cuyos patrones de
financiación actúan en buena medida como los clanes tradicionales. Hoy
en día los grupos de identidad racial y las corporaciones
multinacionales poseen el potencial de transformarse en sistemas
similares al clan.
A este respecto, el gobierno del clan es una sinécdoque de
un patrón general de acuerdo con el cual los humanos tienden a organizar
sus comunidades.
A lo largo de sus diferencias, estas tres formas de
gobierno del clan comparten una estructura socio-legal que pese a todos
sus beneficios perjudica a la autonomía personal. Esta estructura
descentraliza radicalmente la autoridad legal y política e instituye una
cultura de vergüenza y honor de grupo. El honor de grupo y la vergüenza
permiten que funcione el poder del gobierno del clan promoviendo
autoregulación interna dentro de los propios grupos de parentesco
extendido y coexistencia entre ellos. Pero esta estructura tiene un
precio significativo.
Consideremos una analogía financiera. En las sociedades de
honor de grupo y vergüenza, la valía social de una persona, su honor,
está vinculado al honor de cada uno de los miembros de su propia familia
por separado. Imaginemos, en este caso, que que la valía financiera de
alguien estuviera estructurada en los mismos términos. Esto significaría
que los fondos para tu jubilación no sólo estarían relacionados con las
ganancias personales, sino también con las decisiones de inversión y de
reputación sobre honradez financiera de cada uno de tus primos.
En tales circunstancias, seguramente harías lo que fuera
necesario para asegurarte de que tus primos mantienen una reputación
irreprochable de cara a su integridad financiera. Después de todo, tu
propio poder financiero depende de ello. Si uno de tus primos estuviera
actuando de forma irresponsable, tu y tus hermanos emplearíais las
presiones sociales más fuertes, y quizás incluso la fuerza física, para
mantenerlo a raya y proteger tus intereses. En las sociedades de clan,
del mismo modo, cada miembro intenta asegurarse de todos los miembros de
su clan actúa de forma honorable, generando una presión social hacia la
conformidad social.
El principio de honor de grupo, en consecuencia, fortalece
la cohesión interna de grupos de parentesco extendidos, permitiendo su
autonomía e independencia y, a su vez, fomentando la descentralización
del poder del gobierno de clan.
El honor de grupo también establece algo así como una
armonía entre grupos mediante la creación de un régimen de
responsabilidad grupal. Mientras que en las sociedades modernas
liberales el que la hace la paga, bajo el gobierno del clan los miembros
del grupo de parentesco pueden ser considerados responsables por las
malas obras de otros. Honor y vergüenza forman el circuito cultural en
un sistema colectivista semejante. Así como el daño a uno es el daño
para todos, un daño proveniente de uno es un daño proveniente de todos.
En nuestra analogía financiera, la responsabilidad grupal
significaría que si uno de tus primos presenta un cheque sin fondos a
otro miembro de la familia, el hermano de la persona a la que se ha
entregado el cheque tendría el derecho de establecer un gravamen en tu
casa. No cabe duda que tu primo se lo pensaría dos veces antes de
perpetrar un fraude así, conociendo las posibles consecuencias de su
conducta, incluyendo el malestar que te ha ocasionado.
La responsabilidad de grupo, en consecuencia, modera las
infracciones contra otros clanes, permitiendo que los grupos de
parentesco coexistan pacíficamente pese a ser en buena medida autónomos y
responsables sólo ante sí mismos.
Esta organización socio-legal radicalmente descentralizada
comporta profundos beneficios. Lo que es más importante, fomenta un
potente sentido de solidaridad de grupo. Concede a las personas la
dignidad y la inquebrantable identidad que procede de la pertenencia al
clan, y genera un profundo interés hacia la justicia social, una
economía política que da valor a la igualdad económica. Esto hace que
sea atractiva. Los artistas de las sociedades liberales modernas a
menudo idealizan el gobierno del clan por estas razones.
Más aún, dado que el gobierno del clan está basado en el
hecho natural del parentesco genético (y en principios de parentesco
ficticio que reflejan el mundo natural), se explica mucho mejor en
términos humanos que el estado liberal moderno. Por ello las personas
regresan a este como principio de organización social, especialmente
cuando las alternativas estatales se resquebrajan.
Aún así, desde una perspectiva liberal el gobierno del clan
también tiene profundas limitaciones. Por ejemplo, tal y como discuto
en mi libro, ante la tecnología militar moderna, particularmente las
armas automáticas, la tecnología socio-legal de la responsabilidad
grupal puede dar lugar fácilmente a ciclos de escalada de violencia
capaces de desestabilizar regiones y crear profundos sufrimientos: odios
de sangre moderno.
Más fundamentalmente, las sociedades bajo el gobierno del
clan están estructuradas en torno a inevitables status grupales, no en
torno al individuo. Como resultado, los derechos y obligaciones de las
personas están profundamente influidos por su posición dentro de los
grupos de parentesco de los cuales derivan su honor. Las sociedades de
clan son sociedades de “Status”, en las palabras del historial legal del
siglo XIX Henry Sumner Maine.
Además, comparadas con las sociedades liberales
cosmopolitas, las sociedades de clan a menudo ofrecen un rango mucho más
limitado de autonomía personal aceptable, especialmente para las
mujeres. De hecho, a lo largo de todo el mundo, el grado de las
libertades personales de las mujeres generalmente está inversamente
relacionado con la importancia de las relaciones de la familia extendida
dentro de la organización socio-legal, en si misma una condición
predecible de las sociedades descentralizadas.
Muchos pensadores y líderes políticos a lo largo del
espectro ideológico y de todo el mundo han valorado tal
descentralización, a menudo entendiendo sus costos para los ideales
modernos liberales. Por ejemplos, una fuerte antipatía hacia el estado
moderno fue un principio fundamental del enemigo de los Estados Unidos,
el coronel Muammar al-Qaddafi, que buscó, en los términos de su
manifiesto El libro verde, la “emancipación de las cadenas del gobierno
instrumental”, y se fijó específicamente en el clan y la tribu como
bases de la organización socio-legal.
Del mismo modo, y guiado por una importante visión
espiritual, Mohandas Gandhi defensió una sociedad sin estado basada en
el autogobierno para la India poscolonial, en la cual el poder estaría
radicalmente descentralizado hacia las antiguas comunidades rurales:
panchayati raj. En contraste con la visión moderna constitucional,
últimamente exitosa, de B.R. Ambedkar, Gandhi y sus seguidores hicieron
campaña a favor de un estado mínimo y descentralizado, cuya consecuencia
hubiera supuesto la intensificación del tradicionalismo.
Sin embargo, en occidente las implicaciones de la
descentralización o una completa desestatalización para la autonomía
personal han sido menos reconocidas. Al criticar el concepto de
“sociedad”, por ejemplo, la primer ministro Margaret Thatcher afirmó una
vez que “no existe tal cosa”, y que en su lugar sólo existía “el hombre
y la mujer individual” y “las familias”. Sea o no ficticio el concepto
de sociedad, sin un gobierno capaz de reivindicar los ideales públicos,
el poder se retrae en una espiral liberal.
Porque cuando no existe algo así como la sociedad, sólo existen primos y clanes.
El individualismo que los libertarios valoran justamente
posee una profunda historia cultural. El sentido moderno del yo fue
forjado a través de siglos de transformación literaria, artística y
religiosa. Estos desarrollos culturales forman las condiciones poco
reconocidas del trasfondo del ideal de autonomía individual, que
descansa en el núcleo de la sociedad liberal democrática.
Además, el yo moderno es una criatura del desarrollo
estatal. En términos históricos, el yo moderno es un logro legal y
gubernamental, así como cultural. Descansa en una historia aún menos
conocida de desarrollo institucional que encarna el principio que Hegel
consideró “universal” en tanto opuesto al altruismo “particular”. La
historia institucional es inseparable del desarrollo cultural del
individuo, y en muchas regiones ayudó a transformar los clanes desde
duros régimes de adscripción socio legal hasta blandos y voluntarios
marcadores de identidad cultural.
En este sentido, el individualismo moderno descansa sobre
una paradoja. Para que las personas sean tratadas como individuos, y
para que los clanes se conviertan en clubes, necesitamos el estado. Si
pretendemos que sobreviva el individualismo moderno, la sociedad
requiere instituciones de gobierno eficaces dedicadas a conseguir el fin
substancial de la autonomía personal. El estado que tengo en mente no
necesita ser centralizado (personalmente soy un fuerte defensor del
federalismo en el contexto estadounidense), pero debe dedicarse a la
reivindicación del interés público en todos los niveles, definido como
aquellas políticas que la mayoría de los ciudadanos racionales apoyarían
con independencia de cuál sea su posición dentro de la sociedad en un
momento dado.
Del mismo modo, para mantener su legitimidad, el gobierno
debe intentar resolver las necesidades con las que el gobierno del clan
trata de forma mucho más directa. Debe perseguir políticas que moderen
la desigualdad económica. Debe proporcionar un espacio para el
florecimiento de las organizaciones sociales civiles que suministran
oportunidades para la solidaridad, y debe asegurarse de que los
individuos posean oportunidades justas para ejercitar su autonomía
dentro de un mercado en el que sean capaces de moverse, auspiciado por
instituciones burocráticas estatales que proporcionen las condiciones de
la vida moderna.
Este es un proyecto liberal en el que están comprometidas
personas a lo largo de todo el mundo, ya vivan en Palestina, Afganistán,
Nigeria, las Filipinas o los Estados Unidos. Siento un profundo
parentesco con estas personas, liberales que se esfuerzan en construir
gobiernos eficaces esenciales para el futuro del individualismo.
––––
Mark S. Weiner, La paradoja del liberalismo moderno, cultura 3.0, 31/03/2014
Mark S. Weiner es científico político, profesor en Rutgers School of Law, Newark, New Jersey, autor de The rule of clan y de la página web Worlds of law. Este artículo se publicó originalmente en Cato Unbound.
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