La causa i el temps (Víctor Gómez Pin)
El futuro del otro.
En el uso convencional del término, causa se vincula a tiempo y concretamente a precedencia en el tiempo. Obviamente esta última no basta para hablar de causa pero sí se presenta como condición, no pareciendo concebible que el efecto pueda preceder a la causa y ni siquiera ser simultáneo a la misma. Cuando además de tenerlo como antecesor, el acontecimiento B se halla intrínsecamente vinculado con el acontecimiento A, se considera que B es un efecto de A. De tal manera que, cabe decir, B es el futuro de otro, de hecho el futuro del correlacionado, el futuro de A. Futuro sin duda frustrado cuando por alguna razón B no llega a hacerse efectivo.
Repulsa y atracción de la idea de inversión del orden causa-efecto.
La idea de una intervención sobre el pasado (que trasluce tras el tema de Luis Molina evocado en la columna anterior) no dejó nunca de estar presente, al menos como fantasma. Prueba de ello son los esfuerzos mismos de los grandes del pensamiento filosófico para no darle entrada. Si en Kant la posibilidad queda excluida por la estructura misma del tiempo absoluto, al que sería inherente la nota de irreversibilidad, también Hume (contrapunto explícito de Kant en la Crítica de la Razón Pura) da por sentado que la precedencia de la causa sobre el efecto es un principio rector del funcionamiento de nuestro espíritu. No será la teoría de la relatividad restringida la que aporte novedad, y las tentativas de algún filósofo del siglo XX por argumentar en sentido contrario, han sido siempre puntualmente rebatidas. La auténtica novedad vendría una vez más de la filosofía natural que está en acto surgiendo de la física contemporánea,[1] y en parte de las discusiones en relación al teorema de Bell y a experimentos como los de Alain Aspect o Anton Zeilinger que aquí se han venido sintetizando. La idea de que el pasado no es libre de ser perturbado por el presente está, en concreto, vinculada a algunas de las hipótesis barajadas para dar salida al problema filosófico que supone la constatación de influencia entre partículas no explicable en el marco de los postulados ontológicos hasta ahora invariantes, es decir, comunes a las múltiples concepciones del orden natural, por opuestas e incluso contradictorias que puedan ser entre sí.
[1] Aprovecho para recordar que sigue siendo muy util la división por Hume de la filosofía en filosofía natural y filosofía de la naturaleza humana, aunque ciertamente el conenido interno a cada división no coincidiría hoy con el de Hume. Concretamente un Tratado de la naturaleza humanadebería dar tanto peso al problema de lo que designamos por "estética" como al problema de la moral, es decir al temario de las kantianas Crítica de la Razón Práctica y Crítica de la Facultad de Juzgar.
Víctor Gómez Pin, Asuntos metafísicos 46: la causa y el tiempo, El Boomeran(g), 24/04/2014
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