El subjecte neurològic.
El cerebro juega un
papel importante en la cultura iconográfica contemporánea y aparece en ella de
manera casi constante. Esto es así hasta el punto de que se ha convertido
prácticamente en un nuevo icono, cuyas variaciones cromáticas nos recuerdan a
Andy Warhol y a su famosa obra sobre Marilyn Monroe, representada en diferentes
colores pop (De Vos, 2013). El antropólogo Joseph
Dumit escribe que los escáneres del cerebro que aparecen en las revistas,
los periódicos, la televisión, la oficina del doctor o las revistas académicas
“nos reclaman”. (...)
Dicho de otra
forma: las imágenes cerebrales tienen una gran capacidad para atrapar la
subjetividad de una manera reflexiva. Y lo hacen precisamente al dirigir la
mirada hacia el interior. Puesto que los escáneres muestran aparentemente lo
que somos, el sujeto responde a ellos con un “¿es verdad, eso es lo que soy?”
Y, en un movimiento conjunto con la imagen, el sujeto adopta todo un
vocabulario y un discurso psiconeurológico para entenderse a sí mismo. Verse a sí mismo, entenderse a sí mismo, pasa
por las imágenes y las palabras de las ciencias psiconeurológicas.
Nótese aquí que Dumit, en su análisis crítico respecto
de la imaginería cerebral, tiene que utilizar él mismo la palabra “nervioso”:
¿”no es precisamente ello una muestra evidente de que la imaginería y el
discurso neuropsicológico se han vuelto hegemónicos, y así ineludibles, no sólo
para las formas contemporáneas de autocomprensión sino también incluso para
toda posible crítica sobre ésta? Cuanto menos nos encontramos ya aquí con un
conjunto de términos que están fuertemente entrelazados: la cultura
iconográfica, los discursos psicológicos y neurológicos y la subjetividad.
(...)
Por lo general, se
tiende a pensar que la dimensión de la virtualidad, que se ha convertido en un
eje central de la cultura iconográfica actual, está muy presente en la praxis
de las neurociencias. Sin embargo, dicha dimensión no es prácticamente nunca
objeto de una revisión crítica. Recientemente se ha puesto en marcha The Human
Brain Project (El Proyecto Cerebro Humano)— un proyecto a gran escala
financiado por la Unión Europea— con el objetivo de diseñar un súper ordenador
que podría generar un “cerebro digital”: un modelo informático y una simulación
avanzada del cerebro. Este modelo debería permitir una mejor comprensión del
funcionamiento del cerebro para así investigar de manera más adecuada nuevos
tratamientos para las enfermedades del mismo. Pero, aunque la promesa sea que
de este modo “podremos obtener conocimientos profundos sobre lo que nos hace
humanos” (Walker, 2012, traducción propia),2 el problema está en que este
proyecto se arriesga a perderse en su propio giro virtual. Esperar que un súper
ordenador y sus modelos e imágenes virtuales nos revelen lo que nos hace
humanos es problemático ya que la dimensión de la virtualidad y de la imagen ya
estructura previamente y de forma fundamental las neurociencias. Es decir, la
idea de un “cerebro digital” ya está estructurada por la imagen del ser humano
como un cerebro-computadora. (...)
La preposición
neuro se ha vuelto omnipresente en muchas disciplinas académicas: se habla de
neuro-economía, neuro-estética, neuro-educación, y, por supuesto, de
neuro-psicología. En todos estos campos se considera que algo ha sido explicado
tan pronto como se lo ha visualizado como fenómeno por medio de una imagen del
cerebro. De forma destacada en la Filosofía de la Mente (Philosophy of Mind) y
en las ciencias psi, la idea es que con las neurociencias por fin podemos ver
lo que es un ser humano: la ontología, supuestamente, se ha hecho visible a
través de las nuevas técnicas digitales y de sus visualizaciones multicolores
de lo que está por debajo del cráneo
... la lógica en
las ciencias psi contemporáneas parece ser que cuando lo psíquico vuelve a ser
computerizado, se supone que la base material-orgánica (lo neuro) ha sido
demostrada. Es decir, cuando la tecnología logre digitalizar –y esto, hoy,
equivale a ser visualizado— las cosas que solemos llamar típicas del ser humano
(como la conciencia, el humor y el amor), se considerarán completamente
aclaradas por sus bases neurológicas.
... los días de la
contraseña psicológica y cuasi-analógica ya están contados: muchos dispositivos
electrónicos funcionan ya con contraseñas biométricas (el escáner de huellas
dactilares, del iris, y quizá en el futuro, un escáner genético: por favor,
lamer aquí). Una contraseña biométrica no solo es más segura, también es más
idiosincrática que su contraseña analógica-psicológica
La conclusión es
entonces que tu unicidad no es psicológica, es bioneurológica. Paradójicamente,
tú no tienes acceso a lo que verdaderamente eres tú: no se puede conocer
directamente, se necesita la mediación tecnológico-neurológica, que consiste
precisamente en visualizar lo que eres tú, o mejor dicho, lo que es en ti más
que tú. (...)
Cuando lo que se
experimenta, se piensa o se siente no es nada más que impulsos eléctricos y
reacciones químicas, lo que se llama “la realidad” recibe otro estatuto, o
incluso podríamos decir que se duplica.
Es su cerebro, nos
dicen, el que define sus pensamientos, sus capacidades, sus éxitos, sus
fracasos, y por eso, su posición en la sociedad. Pero, la buena noticia es que
su cerebro se puede entrenar: con ejercicios, juegos, aparatos y con
substancias químicas…
Las imágenes
escaneadas del cerebro también ofrecen una mirada hacia adentro, hacia lo más
allá de lo real. Lo que el lego entiende, supuestamente en un sentido ingenuo,
como amor, libre albedrío o altruismo, las neurociencias lo relacionan a su
verdadera base orgánico-material. El “adentro” reduce de esta manera estos
fenómenos a meras ilusiones o trucos de la mente y nos muestra lo que está
realmente en juego. Parece que al ser humano se le debe decir quién es
realmente, se le debe mostrar quién es, se le debe mostrar la imagen de su
avatar neuropsicológico: mira, eso es lo que eres realmente.
Las imágenes del
cerebro y la hélice de ADN son las imágenes que producen un “yo” objetivado que
se puede ver de cerca, un “yo” que se multiplica casi infinitamente en una
serie de imágenes multicolor.
... ya que ahora
sabemos que el amor, el libre albedrío y el altruismo no son nada más que
trucos y espejismos virtuales del cerebro ... , nuestro saber en sí sobre lo
humano se ha disminuido en verdad actualmente. Cuando se sabe que en el amor
uno está propulsado por sustancias químicas e impulsos eléctricos, ¿no es esto
un saber que corre el riesgo de neutralizar o incluso destruir el amor? Además,
en el campo social tal saber tiene también efectos paralizantes: discusiones
sobre el libre albedrío por ejemplo se resuelven finalmente afirmando que la
ética se convierte en un ámbito muy problemático.
Considérese por
ejemplo que el cerebro se ha convertido en las últimas décadas en objeto de una
extraña adoración, sino incluso de culto. Si la teoría de Freud sobre la sexualidad condujo a un movimiento entusiasta por la
liberación de la sexualidad (que es de por sí contrario a la teoría de Freud en
sí misma), ahora somos testigos de la celebración de la liberación del cerebro
(puesto al descubierto). Basta con contemplar la estetización del cerebro (el
hermoso cerebro) y las posturas optimistas de desarrolla tu cerebro, viaja a tu
cerebro, pon en forma tu cerebro, e incluso, disfruta tu cerebro.
Queremos vernos a
nosotros mismos, nos fascina vernos pensar, querer, desear. Tal vez es por eso
que decimos que no hay un agente unificador del pensamiento, que no hay libre
albedrío y que no hay tal cosa como el amor: porque cuando estamos observando
todo esto, ya estamos afuera de, más allá del pensamiento, de la voluntad, del
deseo. El hecho de mirar el espectáculo del cerebro engendra un surplus, una agencia paradojal,
aparentemente afuera del pensamiento, la voluntad, el deseo.
Selecció de fragments de l'article de
Jan de Vos, Como un zombi en Pompeya. El sujeto neurológico en su ciberágora, Revista Teknocultura 2013, vol 10, nº 3
http://teknokultura.net/index.php/tk/article/view/168
http://teknokultura.net/index.php/tk/article/view/168
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