L´ètica i els descobriments perillosos.
Se piensa que "jugar a ser Dios" es malo en sí mismo, independientemente de todas las malas consecuencias que tendrá o podría tener para un ser humano. (...) Sin embargo, no resulta claro qué significa "jugar a ser Dios" y qué hay de malo en ello. (...) No es posible que signifique que siempre es uncorrecto que los seres humanos traten de resistir a las catástrofes naturales o mejorar lo que la naturaleza les ha dado. La gente hace eso todo el tiempo, siempre lo ha hecho. (...)
El límite capital entre azar y elección constituye la columna vertebral de nuestra ética y moralidad, y todo cambio significativo en ese límite provoca una seria distensión. (...) Los cambios científicos alteran radicalmente nuestros valores (...) Los períodos de estabilidad moral ceden paso a los de inseguridad moral. (...)
Nuestro ser físico -el cerebro y el curepo que pueblan el sustrato material de cada persona- ha sido durante mucho tiempo el paradigma absoluto de lo que consideramos, en su condición original, devastadoramente importante y más allá de nuestro poder para actuar y, por tanto, fuera del ámbito de nuestra responsabilidad individual o colectiva. (...)
El terror que muchos de nosotros experimentamos al pensar en (las antropotécnicas) no es un terror fundado en lo que es incorrecto, antes bien, es el temor de perder nuestro asidero sobre lo que es incorrecto. (...) Los cambios más radicales operados en los límites entre azar y elección pondrían de algún modo en jaque a la moralidad misma: en el futuro no existiría diferencia entre lo correcto y lo incorrecto. (...) Nuestras convicciones morales profundas -un gran número de ellas- resultarían socavadas, nos encontraríamos en una especie de caída moral libre, deberíamos volver a pensar en medio de un transfondo nuevo con resultados inciertos. (...)
Es cierto que jugar a ser Dios es jugar con fuego. Pero es lo que hemos hecho nosotros los mortales desde Prometeo, el santo patrono de los descubrimientos peligrosos. Juguemos con fuego y asumamos las consecuencias, porque la alternativa es la cobardía frente a lo desconocido.
Ronald Dworkin, Jugar a ser Dios: genes, clones y suerte, Claves de Razón Práctica, nº 135, septiembre 2003
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