Aristòtil, mestre del gènere humà.
Aristóteles de Estagira (384-322) fue hijo de un médico
al servicio del rey Amintas de Macedonia. Desde una edad muy temprana
recibió de su padre una esmerada educación en terapia y
fisiología, que completó a partir de los dieciocho años
dirigiéndose a Atenas, e ingresando en la Academia. Allí
tuvo ocasión de oír a Platón y conversar con él
durante dos décadas, hasta la hora de su muerte. «Mostró
en su vida y enseñanzas» —diría luego del maestro—
«cómo ser bueno y feliz al mismo tiempo».
Al recaer sobre un sobrino de Platón el puesto de nuevo director de la Academia, partió hacia Assos para hacerse cargo de un centro pedagógico dependiente de la escuela platónica. Los locales habían sido donados por el príncipe Hermias, con quien Aristóteles pudo empezar a cumplir lo que su maestro había intentado sin éxito en Siracusa: influir «filosóficamente» sobre un gobernante. Y aunque Hermias murió crucificado por los persas, antes tuvo tiempo de convenir la boda del filósofo con su sobrina, y recomendarle al entonces rey de Macedonia, Filipo, como hombre de inmensa valía. Gracias a ello le fue propuesta la formación del joven heredero al trono, Alejandro, tarea que desempeñó meticulosamente durante diez años.
Esta circunstancia merece ser puesta de relieve. El más grande de los héroes antiguos —un bárbaro de nacimiento, a quien correspondió en suerte la reconquista de las colonias helénicas perdidas, y el rápido despliegue de la civilización griega desde Egipto hasta la India— tuvo como preceptor al hombre más sabio de su tiempo. Se diría que con Aristóteles el genio griego se hace consciente en toda la amplitud de sus horizontes, y esa conciencia de si hecha individuo concreto es Alejandro, en quien su educador graba los ideales de una civilización reciente pero madura para asumir la dirección del mundo. El desenlace de las guerras médicas no es por eso la victoria de un rey sobre otro, sino el triunfo de la primera sociedad histórica contra el discurrir ahistórico de los imperios orientales. Aquí se consolida el concepto de un «occidente» no marcado por el territorio o la raza, sino por una comunidad basada sobre principios como el examen intelectual de las cosas, el respeto hacia lo particular, la confianza en la humanidad y el proyecto científico.
Las muy cordiales relaciones del filósofo y Alejandro empezaron a enfriarse cuando éste se erigió en soberano absoluto. Aristóteles regresa entonces a Atenas y funda el Liceo, donde el claustro docente —apoyado en la mayor biblioteca de su tiempo— impartía cursos regulares sobre múltiples materias. Tras doce años de intensa dedicación a la docencia, la muerte de Alejandro supuso un serio cambio en el estado de cosas. El partido nacionalista ateniense, capitaneado por Demóstenes, veía con recelo cualquier institución o persona vinculada a Macedonia. Al igual que sucediera con Anaxágoras, Protágoras, Sócrates y Estilpón, Aristóteles fue acusado de impiedad, y muy probablemente habría incurrido en una condena de no exilarse sin demora. Padecía ya entonces la enfermedad de estómago que meses más tarde le llevaría a la tumba, pero quiso «evitar a los atenienses otro crimen contra la filosofía», según se cuenta. Vivió sesenta y tres años.
De él se ha dicho, con justicia, que ningún hombre tiene más derecho a ser considerado maestro del género humano. A grandes rasgos, intentaremos mostrar por qué.
Al recaer sobre un sobrino de Platón el puesto de nuevo director de la Academia, partió hacia Assos para hacerse cargo de un centro pedagógico dependiente de la escuela platónica. Los locales habían sido donados por el príncipe Hermias, con quien Aristóteles pudo empezar a cumplir lo que su maestro había intentado sin éxito en Siracusa: influir «filosóficamente» sobre un gobernante. Y aunque Hermias murió crucificado por los persas, antes tuvo tiempo de convenir la boda del filósofo con su sobrina, y recomendarle al entonces rey de Macedonia, Filipo, como hombre de inmensa valía. Gracias a ello le fue propuesta la formación del joven heredero al trono, Alejandro, tarea que desempeñó meticulosamente durante diez años.
Esta circunstancia merece ser puesta de relieve. El más grande de los héroes antiguos —un bárbaro de nacimiento, a quien correspondió en suerte la reconquista de las colonias helénicas perdidas, y el rápido despliegue de la civilización griega desde Egipto hasta la India— tuvo como preceptor al hombre más sabio de su tiempo. Se diría que con Aristóteles el genio griego se hace consciente en toda la amplitud de sus horizontes, y esa conciencia de si hecha individuo concreto es Alejandro, en quien su educador graba los ideales de una civilización reciente pero madura para asumir la dirección del mundo. El desenlace de las guerras médicas no es por eso la victoria de un rey sobre otro, sino el triunfo de la primera sociedad histórica contra el discurrir ahistórico de los imperios orientales. Aquí se consolida el concepto de un «occidente» no marcado por el territorio o la raza, sino por una comunidad basada sobre principios como el examen intelectual de las cosas, el respeto hacia lo particular, la confianza en la humanidad y el proyecto científico.
Las muy cordiales relaciones del filósofo y Alejandro empezaron a enfriarse cuando éste se erigió en soberano absoluto. Aristóteles regresa entonces a Atenas y funda el Liceo, donde el claustro docente —apoyado en la mayor biblioteca de su tiempo— impartía cursos regulares sobre múltiples materias. Tras doce años de intensa dedicación a la docencia, la muerte de Alejandro supuso un serio cambio en el estado de cosas. El partido nacionalista ateniense, capitaneado por Demóstenes, veía con recelo cualquier institución o persona vinculada a Macedonia. Al igual que sucediera con Anaxágoras, Protágoras, Sócrates y Estilpón, Aristóteles fue acusado de impiedad, y muy probablemente habría incurrido en una condena de no exilarse sin demora. Padecía ya entonces la enfermedad de estómago que meses más tarde le llevaría a la tumba, pero quiso «evitar a los atenienses otro crimen contra la filosofía», según se cuenta. Vivió sesenta y tres años.
De él se ha dicho, con justicia, que ningún hombre tiene más derecho a ser considerado maestro del género humano. A grandes rasgos, intentaremos mostrar por qué.
1. Durante el largo período de formación en la Academia, Aristóteles compuso diálogos de estilo brillante y orientación platónica, sembrados de bellos mitos, que él mismo llamó «exotéricos» o destinados a cualquier tipo de público. Estas obras influyeron poderosamente en la antigüedad, pero sólo han sobrevivido muy pocos fragmentos. Como en el caso de Demócrito y Epicuro, cabe atribuirlo a la quema sistemática de libros tenidos por contrarios a la fe cristiana. El Aristóteles joven parece sensible a la principal frivolidad griega –que era odiar las arrugas y añorar la juventud-, o quizá más sensible aún al pesimismo órfico, cuando declara en uno de esos fragmentos: “No haber nacido es lo mejor para el hombre, pero una vez nacido lo mejor es morir cuanto antes”. Parece que de esta época es una crítica a la concepción pitagórica del alma como armonía. La armonía es una «cualidad», a la que se contrapone la desarmonía, mientras el alma es una «substancia» carente de contrario, por lo cual una y otra cosa pertenecen a categorías distintas.
De los diálogos perdidos el más relevante parece haber sido el Protréptico, que se mantiene aún dentro del dualismo platónico y afirma la posibilidad de una ética y una política basadas sobre normas absolutas. Dicho texto influyó mucho en cínicos y estoicos, y sirvió como punto de partida para la formación de Epicuro. A través de un diálogo de Cicerón, el Protréptico convertirá al pagano Aurelio Agustín —luego San Agustín— al monoteísmo gracias al argumento de la primera causa o motor inmóvil.
Al período de docencia en Assos y en la corte macedónica corresponde una intensa producción, igualmente perdida. Buena parte de la obra posterior aprovecha materiales elaborados durante estos años, y parece ser entonces cuando comprende que el elemento de verdad contenido en la doctrina platónica sólo puede salvarse de la superstición renunciando al dualismo. Los avatares prácticos –incluyendo la censura eclesiástica- determinaron que de la obra platónica sólo subsistieran las exposiciones adornadas literariamente (aunque sea indiscutible la existencia de abundantes textos «técnicos» empleados en sus lecciones de la Academia durante décadas), mientras con Aristóteles sucedió justamente lo inverso.
Al periodo de docencia en el Liceo corresponden los textos «acroamáticos» o pedagógicos, mal llamados «esotéricos», pues no contienen doctrinas secretas ligadas a rituales iniciáticos, en la línea pitagórica, siendo sencillamente apuntes del propio Aristóteles para sus conferencias, o notas tomadas por los oyentes. La masa de estos escritos —redactados a menudo sin la menor consideración estilística— parece haberse perdido durante más de dos siglos, y luego de llamativas peripecias fue recopilada por el peripatético Andrónico de Rodas en un Corpus de ingentes proporciones, lleno de lagunas y partes interpoladas, reiterativo unas veces y oscuro otras. Esta defectuosa edición es prácticamente la única fuente de que disponemos. A pesar de tantos inconvenientes, es un incomparable depósito de conocimientos sobre todos los campos del saber humano. En realidad, parece casi imposible que un individuo haya podido ser tan enciclopédico y original a la vez, tan capaz de combinar la rigurosa observación de los fenómenos naturales con la máxima profundidad especulativa.
1.1. Si en Platón, como vimos, quedaba perfilado con claridad el ideal de la ciencia y los contornos generales del proyecto científico, con Aristóteles lo que se obtiene es la ciencia misma en toda la compleja riqueza de sus posibilidades. La recopilación de Andrónico contiene cinco grandes grupos de temas:
1. Tratados sobre lógica (que comprenden Categorías, Sobre la interpretación, Analíticos Primeros y Segundos, Tópicos y los Elencos sofísticos), conocidos en conjunto con el nombre de Organon.
2. Tratados sobre «filosofía primera» (que comprenden los catorce libros de la Metafísica), cuyo origen son conferencias de épocas distintas sobre teoría de la ciencia.
3. Tratados de física, historia natural, matemática y psicología. Dentro de la primera rúbrica se incluyen la Física, Sobre el cielo, Sobre la generación y corrupción y los Meteoros, que suman un total de dieciocho libros. Dentro de la ciencia natural hay numerosos trabajos sobre zoología, anatomía, fisiología comparada y hasta botánica, que suman un total de veintiocho libros. Los Problemas revelan hasta qué punto estaba Aristóteles familiarizado con la matemática. Dentro de la psicología hay que incluir el tratado Sobre el alma y una colección de tratados más breves conocidos como Parva naturalia.
4. Tratados sobre ética y política, que incluyen tres Éticas —redactadas en distintos períodos—, de las cuales la llamada Nicomaquea es la más extensa y personal, así como los ocho libros de la Política (para cuya redacción Aristóteles recopiló con carácter previo más de ciento cincuenta Constituciones republicanas de la época), la Constitución de Atenas y los dos libros de la Economía, cuya autenticidad literal se pone en duda aunque estén indudablemente inspirados por lecciones suyas.
5. Tratados sobre estética, historia y literatura, donde se incluyen una Retórica en tres libros, una Poética incompleta (de la que sólo nos resta su teoría de la tragedia) y la colección de las Costumbres bárbaras.
Faltan en esta enumeración sucinta varios trabajos menores, y las muy numerosas obras perdidas. Pero si nos atenemos sólo a las mencionadas, el conjunto produce estupor. La lógica, la metafísica, la física terrestre y celeste, la meteorología, la zoología, la botánica, la anatomía comparada, la biología, la psicología, el derecho político y constitucional, la economía, la filología, la historia de la ciencia, la sociología empírica, la estética y algunas otras disciplinas nacen con Aristóteles, y la mayoría de ellas guardan todavía su impronta, cuando no sus conceptos y métodos específicos. A nivel de términos simplemente, todos los demás pensadores griegos juntos no introdujeron un número equivalente en el discurso científico. La filosofía pasa allí a ser sistema de las ciencias, porque su pensamiento penetra con inmediatos frutos en el detalle, combinando un examen puramente empírico con el análisis de lo más abstracto.
Esta misma riqueza hace sumamente difícil exponer a Aristóteles sin degradarlo. Por otra parte, ningún pensador ha sido más tergiversado.
Antonio Escohotado, La ciencia como ciencia. La plenitud del saber antiguo
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